Corea del Norte tiene uno de los ejércitos más grandes del mundo.
Imagine un país en el que le saquen su teléfono celular en el aeropuerto sin explicaciones ni disculpas, donde no hay acceso a internet, donde sus guardaespaldas vigilen cada uno de sus movimientos y donde se informe si usted trata de salir del hotel solo.
Un país que no ha estado en guerra por medio siglo pero tiene uno de los ejércitos más grandes del mundo y donde se espera que la gente venere a un presidente que murió 16 años atrás.
No. No estoy describiendo Gran Hermano y el país de Franja Aérea 1 en la novela 1984 de George Orwell: es la República Popular Democrática de Corea -Corea del Norte- en 2010.
Fui a la Unión Soviética en los años de Brezhnev y filmé en Birmania y Tíbet, pero nunca he estado en un lugar donde fuera tan observada y controlada, o donde todo esté tan orquestado.
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Aldeas Potemkin surgían dondequiera que iba. Visité granjas modelo, aldeas modelo, fábricas modelo y escuelas modelo.
Sin embargo, en la escuela, incluso mis guardaespaldas del gobierno parecieron ligeramente avergonzados cuando le pregunté a un alumno modelo en una clase de inglés a quien más admiraba entre los líderes del mundo moderno y él respondió: "José Stalin y Mao Zedong".
Con su culto a la personalidad, los gobernantes de facto y los Jóvenes Pioneros marchando, Corea del Norte es un país propio del siglo XX.
Una mujer anciana confundida empujando un carrito de compras a lo largo de la carretera, un trabajador de una fábrica vistiendo una vieja chaqueta, y vendedores ambulantes: todos fueron retirados precipitadamente de delante de la cámara para no empañar la versión aséptica de su país que los funcionarios querían que filmáramos.
Mi camarógrafo casi lloró cuando un grupo de niños que jugaba de forma espontánea a un lado de la carretera fueron empujados bruscamente. "Queremos ver gente común", rogábamos, día tras día.
Pero la espontaneidad no está permitida en Corea del Norte.
A pesar de la locura, al menos he podido sacar algo de mi orquestado viaje a Corea del Norte -aunque sólo para ilustrar, por lo que me permitieron filmar-: que la República Democrática Popular de Corea es realmente el país más extraño del mundo
Sue Lloyd-Roberts, periodista de la BBC
Esa noche nos llevaron al teatro a ver un ballet dedicado a la triunfante construcción de una represa hidroeléctrica. A la mañana siguiente, fuimos trasladados a la seguridad de un jardín de infantes modelo en Pyongyang.
Al acercarme a cada salón en el enorme edificio palaciego, los niños corrían y me agarraban la mano para llevarme a ver otra actuación cuidadosamente ensayada.
Las niñas pequeñas, con una amplia sonrisa, y bailando en perfecta formación, los niños pequeños con elegantes trajes rojos y rostros pintados cantando alabanzas al Gran Líder del país.
Comenzó con algo de encanto. Sin embargo, con rostros como máscaras y muecas rígidas, incluso los niños se vuelven bastante siniestros.
Más niños son empleados para barrer las escaleras que conducen hasta la estatua de bronce de 18 metros del Gran Líder que domina Pyongyang.
Kim Il-sung murió hace 16 años pero sigue siendo el presidente del país.
"Es inmortal", explicó un guía de 24 años. "No creemos que haya muerto".
Cuando intenté traer la conversación de vuelta a la realidad, para hablar del mundo moderno, ella reveló que no había escuchado hablar de Nelson Mandela.
Esta falta de conexión con el mundo moderno es desconcertante, especialmente a nivel práctico.
Secretos de Estados
Había enviado una "lista de deseos" a Pyongyang -a través de la embajada de Corea del Norte en Londres- de las cosas que quería ver y hacer en el país.
Corea del Norte volverá a participar de un Mundial de fútbol.
Pensé que podría ser cortés pedir filmar a la selección de fútbol que, por primera vez desde 1966, clasificó para jugar el Mundial.
Antes de salir me dio la impresión de que esto, junto con mis otras peticiones, habían sido aceptadas.
En mi primer encuentro con mis guardaespaldas en Pyongyang me pusieron las cosas en claro. No sólo el equipo de fútbol estaba fuera de los límites, sino que, según ellos, no había un solo partido en todo el condado durante mi estadía de nueve días.
El fútbol es claramente un secreto de Estado.
Una mañana vimos otra pareja sentada en el desayuno, también con distintivos de prensa en el brazo. Parecían completamente derrotados.
Resultó que eran corresponsales brasileños de fútbol. Ellos, también, habían pedido ver a la selección y habían volado desde Río de Janeiro hacia Londres y luego a Pekín para llegar a Pyongyang. "¿Van a un partido hoy?", preguntábamos cruelmente todas las mañanas.
"No, vamos a la guardería", respondieron tristemente un día. "No, vamos al ballet," al siguiente.
A pesar de la locura, al menos he podido sacar algo de mi orquestado viaje a Corea del Norte -aunque sólo para ilustrar, por lo que me permitieron filmar-: que la República Democrática Popular de Corea es realmente el país más extraño del mundo.
Pero uno sólo puede llorar ante la idea de los corresponsales de fútbol de Brasil en el ballet.