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Los "criaditos": en Paraguay, esclavos domésticos en pleno siglo XXI

La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución
UNCIÓN.-"Santo Padre, de chico fui explotado y maltratado", contó con la voz quebrada Manuel de los Santos Aguilar, de 18 años, al Papa,en el encuentro con los jóvenes en la costanera de Asunción, el 12 de julio pasado. Pero no dio mayores precisiones sobre su vivencia antes de fundirse en un abrazo con Francisco.
En 2007, Manuel tenía apenas 10 años y era un morocho bajito de cuerpo pequeño cuando sus padres lo entregaron a una familia conocida que lo llevó de un campo en Villa del Rosario, en el interior de Paraguay, a una chacra en las afueras de Asunción, a 230 kilómetros de su casa. La idea era que esa familia le ofrecería mejor calidad de vida y podría pagarle los costos de ir a una escuela primaria, algo que sus padres ya no estaban en condiciones de afrontar debido a que Manuel había llegado a quinto grado. Pero apenas pisó su nuevo hogar, lo encerraron solo en un galpón junto a la vivienda principal. Y a partir de entonces la dueña de casa empezó a despertarlo todos los días a las 2 de la mañana para hacerlo ordeñar las vacas y atender el campo. Luego le ordenaban preparar el desayuno de la familia, hacer la limpieza de la casa, el lavado de la ropa y ocuparse del resto de las comidas. Así hasta las 9 de la noche, cuando lo mandaban a dormir.
Las veces que se animó a reclamar que cumplieran la promesa de permitirle ir a la escuela, recibió palizas tremendas, incluso con palos, que le dejaron marcas. "¡Vos, negrito, viniste acá a trabajar!", le gritaban, recordó Manuel en una entrevista con LA NACION.
 "La gran mayoría de los "criaditos" viven en condiciones indignas, son abrumados con las tareas domésticas y, finalmente, no tienen oportunidad de ir a la escuela "

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Según estadísticas oficiales, la realidad de Manuel es la del 2,5% de los chicos menores paraguayos de entre 5 y 17 años convertidos en lo que se conoce como "criaditos". Son unos 50.000 chicos de hasta 5 años entregados por su familia, generalmente campesina, a gente de mejor posición para aliviar la carga familiar y con la esperanza de asegurarles la escolaridad. Lo cierto es que la gran mayoría de los "criaditos" viven en condiciones indignas, son abrumados con las tareas domésticas y, finalmente, no tienen oportunidad de ir a la escuela.
Llamativamente en pleno siglo XXI, el criadazgo no es una institución exclusiva de Paraguay. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), que tiene un programa para la erradicación del trabajo infantil (IPEC), estima que en el mundo hay unos 15 millones de chicos en esta condición. El coordinador del programa de IPEC para Paraguay, Bernardo Puente, explicó a LA NACION: "Hay que decir la verdad. Los «criaditos» de Paraguay, los «ahijados» en Perú o los «restavek» de Haití no son chicos traídos del campo a la ciudad por caridad o solidaridad con su familia de origen. La gente que los trae lo hace porque no quiere pagar una empleada doméstica. Por eso no les interesa que vayan a la escuela", explicó el funcionario de la OIT.
El criadazgo encuentra su caldo de cultivo en regiones con pocas posibilidades de ascenso social y gran inequidad. Paraguay es en efecto el único país de la región donde, pese a los tiempos de bonanza para las commodities que le permitieron crecer a un ritmo sostenido del 5% anual, la desigualdad siguió aumentando en los últimos años, y hoy el 20% más rico concentra el 53% de la riqueza, mientras que el 20% más pobre lleva sólo el 4%.
"Desde hace décadas, los gobiernos paraguayos se ufanan de tener indicadores macroeconómicos estables, inflación bajo control y una deuda externa que podríamos pagar tranquilamente. Pero nuestro desarrollo económico no ha tenido rostro humano", dijo a LA NACION Marta Benítez, directora de Global Infancia, una ONG que lucha contra el criadazgo.
La falta de un "rostro humano" en su nuevo hogar fue precisamente lo que más padeció Manuel Aguilar, según relató a LA NACION. "Pese a que tenía diez años, ni siquiera me hablaban demasiado en la casa donde me recibieron. Cuando querían pedirme algo, especialmente la señora de la casa y la hija mayor, de 20 años, me gritaban o arrojaban cosas para llamar mi atención", recordó. A los gritos Manuel aprendió que él no debía utilizar los sanitarios de la casa. Para él había una letrina en el medio del campo.
En los cinco años que padeció ese maltrato, no tuvo noticias de su madre ni sus hermanos. Ni siquiera se enteró de que su padre había muerto.
"A la noche, solito en el galpón, me acordaba de mi casa, de mis hermanos y mis padres, y de la bicicleta con la que iba a la escuela, que estaba a un kilómetro de distancia. Ya me había resignado a que había perdido todo para siempre", dijo Manuel.
 ""A la noche, solito en el galpón, me acordaba de mi casa, de mis hermanos y mis padres, y de la bicicleta con la que iba a la escuela, que estaba a un kilómetro de distancia. Ya me había resignado a que había perdido todo para siempre", dijo Manuel "

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En 2012, cuando tenía 15 años, su suerte dio un giro inesperado y el dueño de casa, que pasaba mucho tiempo afuera en viajes laborales, se enteró de que su esposa y su hija lo maltrataban. "¿Es verdad que te pegan con palos?", le preguntó. En esos cinco años Manuel nunca se había animado a contarle nada por temor a alguna represalia. Pero esa vez sintió que podía hacerlo. Inmediatamente, el hombre le ofreció devolverlo a su casa y él mismo lo llevó en su camioneta.
"Cuando mi mamá supo todo lo que había pasado y que finalmente nunca me habían mandado a la escuela, lloró mucho, me pidió perdón y quedó con remordimiento. Pero yo no estaba enojado con ella", afirmó Manuel.
A partir de aquel momento, su prioridad fue recuperar el tiempo perdido con los estudios, y también se acercó a un grupo juvenil parroquial. Hace un par de años tuvo un retiro espiritual en el que varias mamás de los jóvenes, entre ellas la suya, fueron como cocineras. "En una de las actividades -recordó- nos propusieron reunirnos con nuestras madres y rezar con ellas. En lugar de eso yo me acerqué a la mía, hablamos de los momentos más duros que había vivido como «criadito», y le dije: «Te perdono». Los dos terminamos abrazados llorando."
Su mamá murió poco después por el estrangulamiento de una hernia, una dolencia evitable si la mujer hubiera tenido acceso a una adecuada atención. Con sus hermanos mayores ya independizados, Manuel quedó entonces solo como dueño de casa. En la actualidad cursa el segundo año del nivel medio gracias a la ayuda económica de amigos y vecinos. Y la Universidad Católica le ofreció una beca para cuando terminara la secundaria.
"Sueño con llegar a ser obstetra. Me gusta la vida", dijo.
Pero ése no es el final habitual para la gran mayoría de las historias de "criaditos" en Paraguay. Al llegar a la mayoría de edad, cuando ya no son tan gobernables y terminan escapándose o siendo echados de las casas, salen al mundo semianalfabetos y con el estigma social de haber sido "criaditos".
 " Al llegar a la mayoría de edad, cuando ya no son tan gobernables y terminan escapándose o siendo echados de las casas, salen al mundo semianalfabetos y con el estigma social de haber sido "criaditos" "

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Por otra parte, alrededor de ocho de cada diez "criaditos" son chicas y muchas padecieron abusos sexuales en las casas donde las recibieron. "Nuestros estudios demuestran los vínculos que hay entre el criadazgo y la trata de personas con fines de explotación sexual. Muchas chicas cuando se van de las casas caen en las redes de la prostitución. Sabemos que nueve de cada diez adolescentes rescatadas de la trata fueron «criaditas» en su niñez", explicó la directora de Global Infancia.
El maltrato y el clima de violencia que vive la mayoría de los "criaditos" desencadenó varios hechos de connotación policial.
Un caso muy resonante fue el de Alfredito Elizeche Zayas, que en 1993, a sus 13 años, había sido recibido por una familia de Asunción junto con su hermana de 10 años. El chico nunca se doblegó ante la violencia de los dueños de casa, por lo que, transcurrido un año, la familia le comunicó que habían decidido llevarlos de regreso a los dos a su ciudad de origen.
Un día antes del traslado, estando él y su hermana solos en la casa, Alfredito la encerró a ella y decidió esperar a la familia de sus tutores en la residencia de dos plantas, armado con dos pistolas del dueño de casa.
La primera que llegó fue una de las hijas del matrimonio, María Lourdes Rivelli, de 29 años, que fue atacada en la escalera de entrada, donde recibió dos disparos. Alfredito le quitó luego la ropa interior, abusó sexualmente de ella y llevó el cuerpo al garaje.
 "Alrededor de ocho de cada diez "criaditos" son chicas y muchas padecieron abusos sexuales en las casas donde las recibieron "

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Pacientemente aguardó en la casa dos horas más hasta la llegada de su segunda víctima, la madre, María Angélica Torres de Rivelli (59). La mujer fue baleada a poco de bajar de su auto y recibió el mismo vejamen que su hija. El "criadito" esperó otros 45 minutos y cuando el hijo, José Luis (24), entró al living de la casa, le dio varios disparos en la espalda y en el pecho.
El pequeño Alfredo fue apresado horas después en la terminal de ómnibus de Asunción en momentos en que intentaba huir. La justicia lo condenó a 12 años de prisión.
Al salir de la cárcel, en 2005, la prensa lo esperaba con expectación y él, convertido a la religión protestante, expresó públicamente su arrepentimiento por el triple crimen.
Pero en enero pasado, cuando el ex "criadito" tenía ya 35 años, una profesión y una familia formada, y su turbio pasado parecía haber quedado atrás, el círculo de violencia se cerró sobre él. Un sicario entró a su vivienda y, en lo que probablemente fue un crimen por encargo, lo mató a tiros delante de su esposa y su hijo.

Institución

Pese a estas experiencias, en la sociedad paraguaya existe una buena imagen del criadazgo como institución. La mayoría de las personas lo ven como un mal menor, una posibilidad de ascenso en un país caracterizado por su inmovilismo social.
La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución
La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución. Foto: Global infancia
Tina Alvarenga, una indígena guaraní que hoy tiene 51 años y que fue "criadita" en su niñez, es testigo de que pese al desarraigo, la discriminación y los maltratos que recibió desde que tenía apenas 10 años, a ella se le abrieron las puertas a un universo al que no podría haber accedido en el Chaco paraguayo, donde nació.
"Recuerdo mi impacto cuando en 1974 me trajeron a Asunción y al llegar me llevaron a la casa de una señora que tenía la piel blanca como la leche y unos ojos azules que jamás había visto en mi corta vida", dice Alvarenga.
En su nueva casa de un jefe militar, Tina sintió fuerte la discriminación. Ella comía las sobras de lo que quedaba en la mesa principal y no podía usar ni las mismas sillas ni los mismos cubiertos que el resto de la familia, además de recibir maltratos físicos que incluían cintazos y golpes. Pero, eso sí, le permitían ir a la escuela pública, donde también era discriminada por su color de piel. "¡Tortajú!" (torta negra), la insultaban sus compañeras, que, a cuento de nada, más de una vez le lanzaron escupitajos.
"Sin embargo, el dueño de casa se ocupaba de que yo leyera mucho y estudiara. Tenía una biblioteca enorme. Me hacía leer y luego me tenía que parar delante de él para explicarle lo que había comprendido -recuerda Tina-. Eso me dio mucho impulso."
Al cumplir la mayoría de edad Tina se fue de la casa, terminó la secundaria, siguió la carrera docente y finalmente se recibió de licenciada en Ciencias de la Educación. Luego ingresó en la política y fue concejala del Departamento Central entre 1993 y 1998. A partir de allí inició un proceso de reencuentro con sus raíces y hoy es consultora de las Naciones Unidas en temas indígenas, además de tener una activa participación en la Red de Mujeres Indígenas de América latina.
Simultáneamente, formó una familia -tiene un hijo de 17 años- y construyó una buena posición económica.
"Pese a que mi experiencia no fue tan negativa, yo comería tierra antes que dar a mi hijo en criadazgo", dice. "Me parece injusto que los chicos tengan que pagar un precio tan alto para tratar de acceder a un derecho básico como es la educación", agrega.
En un país donde la sociedad en general no reprueba el criadazgo, el Estado paraguayo, que ratificó en 2001 el Convenio 182 de la OIT, que condena esta práctica, se ve en una tarea titánica para cumplir con su compromiso de erradicar el flagelo.
"Por ahora, sólo nos propusimos sensibilizar a la gente sobre lo malo de esta institución", dijo a LA NACION Adelaida Galeano López, de la Secretaría de Niñez y Adolescencia.
La campaña "No al criadazgo" incluye varios foros regionales. Sin embargo, el objetivo es demasiado lejano en un país donde enviar un chico a la escuela es una meta inalcanzable para muchas familias pobres. La enseñanza es teóricamente gratuita, pero hay que pagar cooperadora, útiles, libros y uniformes. El Estado provee algunos de estos recursos, pero en forma insuficiente.
Además se estima que uno de cada diez paraguayos carece de todo tipo de documentación, ni siquiera certificado de nacimiento, lo que da pie a muchísimas irregularidades y falta de acceso a derechos básicos.
"Los paraguayos no estamos acostumbrados a la idea de igualdad", concluyó la directora de Global Infancia. "En un país donde el 90% de la tierra está en manos del 10% de la población, es muy difícil hacer que la gente tome conciencia de sus derechos. La mayoría aprendió a bajar la cabeza y resignarse. Por eso, como sociedad, tenemos aún mucho trabajo por delante para terminar con el criadazgo."

tres historias con un final diferente

Manuel Aguilar
Sus padres campesinos lo confiaron a una familia de Asunción cuando tenía 10 años con la promesa de que le pagarían los estudios, algo que ellos ya no podían afrontar. Pero durante cinco años sus tutores le asignaron tareas domésticas y de campo y no le permitieron ir a la escuela. Además fue sometido a castigos físicos. Finalmente, Manuel regresó a su casa. Días atrás brindó su testimonio ante el papa Francisco
Tina Alvarenga
De origen guaraní, a los 10 años fue llevada como criada por una familia asunceña. Aunque sufrió maltratos y discriminación, nunca le impidieron estudiar. Así completó la primaria, la secundaria e incluso la universidad, donde se recibió de licenciada en Ciencias de la Educación. Hoy, a los 51 años, es consultora de la ONU en temas indígenas y participa de campañas contra el criadazgo
Alfredo Elizeche

Junto con su hermana, fue entregado como "criadito" a los 13 años. Nunca se sometió a los maltratos, y al año sus tutores le avisaron que los devolverían a su casa. Un día antes del viaje, Alfredo, de 14 años, estalló en una violencia descontrolada y mató a tiros a tres miembros de la familia. Cumplió 12 años en prisión. Ya en libertad, en enero de este año fue asesinado por un sicario
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NIÑOS ESCLAVOS EN PARAGUAY, CRIADAZGO Y EXPLTACION SEXUAL Y LABORAL


Una niña paraguaya lava unos cubiertosImage copyrightUNICEF
Image captionLos niños son entregados para el servicio doméstico a cambio de que se les permita estudiar.
Con tan solo 10 años, Tina Alvarenga fue enviada por sus padres a vivir a la casa de una familia pudiente de Asunción, la capital de Paraguay, a unos 800 kilómetros del hogar familiar, donde aún vivían cinco de sus seis hermanos.
"Cuando llegamos a la casa nos abren la puerta principal pero, al ver quiénes éramos, la señora dijo que teníamos que entrar por una puerta lateral, por una entrada de servicio. Eso me impactó porque yo quería entrar por ese zaguán tan bonito que había visto", le cuenta Alvarenga a BBC Mundo.
"A partir de entonces supe lo que significaba no pertenecer a un lugar, a una clase social, a un barrio, no pertenecer a nada", agrega.
Durante 8 años, Alvarenga vivió en esa casa en una situación que en Paraguay se conoce como criadazgo, una práctica por la cual las familias pobres mandan a sus hijos como criados a casas de familias con más recursos a cambio de que se hagan cargo de las necesidades básicas del niño y les permitan obtener una educación.
Se trata de una práctica extendida y socialmente aceptada desde hace décadas, pero que este año ha sido objeto de cuestionamientos tras la muerte en enero de una joven de 14 años que vivía como "criadita" en una casa en la localidad de Vaquería, a unos 240 km de Asunción.
La menor murió por los politraumatismos causados por los golpes que le propinó con una rama de un árbol de guayaba el dueño de la casa donde trabajaba, como castigo tras encontrarla besándose con un albañil.
El suceso dio paso a un debate parlamentario en Paraguay y dio impulso a unproyecto legislativo que busca prohibir el criadazgo en el país.

Una práctica antigua

Según cifras oficiales, se estima que en Paraguay hay unos 47.000 niños y adolescentes que viven en situación de criadazgo.
Tina AlvarengaImage copyrightTINA ALVARENGA
Image captionTina Alvarenga vivió ocho años como "criadita".
Según Mabel Benegas, responsable de políticas públicas de la ONG paraguaya Global Infancia, esta práctica se extendió mucho a partir de dos grandes guerras que vivió el país: la de la Triple Alianza (1864) y la del Chaco (1932).
"Las familias quedaron desmembradas y la figura paterna prácticamente desapareció", le explica Benegas a BBC Mundo.
"Las mujeres tenían que hacerse cargo de la crianza de sus hijos. Entonces, como una forma de afrontar esta situación de pobreza tuvieron que recurrir a esta práctica".
Benegas aclara que en un primer momento era algo familiar. Los niños eran entregados a otra persona de su propia familia, pero esta práctica se fue desvirtuando y ya los niños no iban a la casa de sus parientes, sino a casa de extraños.
"Se buscaba que el niño tuviera alimentación y pudiera estudiar. Ese era el principal motivo porque en el interior del país, en las zonas rurales, los servicios de educación eran muy escasos", agrega.
Al parecer, este objetivo también se diluyó por el camino.
Conocemos numerosos casos de niños que trabajan desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche"
Mabel Benegas, responsable de Políticas Públicas de Global Infancia
Según Regina Castillo, representante en Paraguay del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), un estudio realizado hace algunos años mostró que 45% de los niños en situación de criadazgo trabajaba todos los días y 26% sólo tenía dos horas diarias de descanso.
Benegas asegura que de los niños que son enviados a las escuelas muchos terminan abandonando la educación por diversas razones.
"Algunos [abandonan] porque sólo hablan guaraní y tienen que enfrentarse con el español, lo que los pone en desventaja frente al sistema educativo", dice.
"Conocemos numerosos casos de niños que trabajan desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche. Muchos no tienen períodos de descanso y de recreación. Entonces, cuando van a la escuela ya están cansados o no tienen tiempo para las tareas escolares y terminan abandonando", añade.

Una forma de esclavitud

Castillo no vacila en condenar esta práctica.
"El criadazgo es una forma de esclavitud moderna que priva a los niños de su familia y de su niñez", le asegura a BBC Mundo.
El ministro Carlos Zárate.Image copyrightSECRETARÍA DE LA NIÑEZ Y DE LA ADOLESCENCIA
Image captionEl ministro Carlos Zárate ha impulsado una de las reformas legislativas para erradicar el criadazgo.
La representante de Unicef en Paraguay afirma que, contrariamente a como se le ha visto durante mucho tiempo, tampoco es una forma de adopción.
"No hay ningún traspaso de la tutela. Son niños que simplemente son cedidos y que trabajan todo el día. El mismo gobierno de Paraguay lo ha declarado como una forma de trabajo infantil peligroso", añade.
Carlos Zárate, ministro de la Secretaría Nacional de la Niñez y de la Adolescencia, advierte que detrás de esta práctica se esconden múltiples peligros.
"Un niño en situación de criadazgo tiene altas posibilidades de ser víctima de maltrato y de abuso sexual. Se podría considerar que esta práctica es una antesala a la explotación sexual", dijo el ministro a BBC Mundo.
Las cifras avalan los temores. Según datos divulgados por Global Infancia, 9 de cada 10 adolescentes y 6 de cada 10 mujeres rescatadas de la trata de personas fueron antes "criaditas".
Se podría considerar que esta práctica es una antesala a la explotación sexual"
Carlos Zárate, ministro para la Infancia y la adolescencia
Alvarenga, quien afirma nunca haber sufrido de violencia sexual, recuerda haber vivido durante su adolescencia con temor a sufrir abusos tras escuchar los relatos de varias empleadas domésticas.
"Yo oía sobre las situaciones que vivían de acoso e incluso de abusos y eso me marcó mucho", le cuenta a BBC Mundo.
"Entonces, yo redoblaba los esfuerzos para tener las puertas bien cerradas y pegadas a algún baúl, por si acaso. Aunque nunca pasé esa situación ni tuve ningún indicio de mi patrón, siempre me quedó eso de no dormir bien, de estar alerta"
Años más tarde, ya siendo adulta, supo que había corrido con más suerte de la que pensaba, al darse cuenta de que la zona a la que la mandaban de compras siendo apenas una niña y donde quedaba el bar al que se asomaba "para ver los dibujitos en la televisión" que no le dejaban mirar en casa, era una área de prostitución.
"Fue una suerte que nunca caí en redes de trata [de personas], que nunca nadie haya abusado de mí, porque nunca tuvieron ese cuidado de mí ni me advirtieron de los peligros", cuenta.
Polémica legislativa
En los últimos años, Paraguay ha avanzado en la adopción de normas que permitan erradicar el criadazgo, incluyendo algunos convenios internacionales que sancionan el trabajo infantil.
Manuel Aguilar, un excriadito, abraza al papa Francisco.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl "excriadito" Manuel Aguilar tuvo la oportunidad de contar su historia públicamente durante la visita del papa Francisco a Paraguay en 2015.
El mes pasado, de hecho, se creó una comisión integrada por el Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, Unicef así como organizaciones de la sociedad civil, que tiene la misión de intentar armonizar las distintas iniciativas legislativas que existen sobre la materia.
La tarea será compleja pues, incluso durante los debates parlamentarios realizados tras la muerte de la niña de 14 años en enero, hubo diputados que expresaron su rechazo a la posibilidad de que se prohíba de forma absoluta y expresa el criadazgo.
"En Paraguay muchas situaciones de violencia en la niñez y la adolescencia están culturalmente aceptadas", explica el ministro Zárate.
"En el caso del criadazgo, muchas personas creen que es una forma de hacer bien a un niño. En el Parlamento también hay figuras que creen eso y que, en todo caso, es una figura que debe reformarse pero no eliminarse".
Los esfuerzos para reformar esa práctica, sin embargo, no han sido exitosos.
Yo pasé mucha discriminación, aislamiento, desarraigo, que te marcan la existencia"
Tina Alvarenga, "excriadita" y activista social
Cuando hace una década Global Infancia inició una campaña destinada a las familias receptoras para que tomaran conciencia de que los "criaditos" tenían que ir a la escuela y debían tener los mismos derechos de los hijos de la casa, la respuesta no fue favorable.
"Cuando se sentía fiscalizada, vigilada, la familia decidía que ya no quería tener al niño", explica Mabel Benegas.

Mantener juntas a las familias

Castillo, de Unicef, cree que los esfuerzos deben destinarse a evitar la separación de los niños de sus familias.
"El Estado y la sociedad deben trabajar para apoyar que los niños permanezcan son su familia y para que se produzca la reinserción familiar lo más pronto posible. Si eso no es posible, entonces existen formas de adopción pero la solución no es el criadazgo", apunta.
Afiche de una campaña de Global Infancia contra el criadazgo.Image copyrightGLOBAL INFANCIA
Image captionDesde hace más de una década, Global Infancia realiza campañas contra el criadazgo.
Zárate, desde cuyo despacho se ha impulsado una de las iniciativas legislativas para erradicar esta práctica, admite que para lograr ese objetivo no basta con cambiar la legislación.
"El cambio social que buscamos no se dará sólo a través de una ley que sanciona determinadas conductas, sino a través de las políticas públicas que sirvan para que la gente pueda salir de la pobreza y asuma sus derechos. Hay que crear las condiciones necesarias para que el niño no sea separado de su familia de origen", dice.
La de Alvarenga fue una experiencia "privilegiada" de criadita sometida a relativos buenos tratos por patrones que le inculcaron el hábito de la lectura, que pudo ir al colegio y que luego logró construirse una carrera exitosa en la docencia y en la política (fue electa concejal en 1993).
Pese a eso, quien en la actualidad trabaja como consultora de varias agencias de la ONU, incluyendo la Unicef, recalca la necesidad de que los niños permanezcan junto a sus familias.
"Yo pasé mucha discriminación, aislamiento, desarraigo, que te marcan la existencia", comenta.
"Te hacen creer que eres parte de la familia, pero se nota mucho el contraste entre el trato a la criadita y a los hijos de verdad", dice Alvarenga.
Y destaca que la primera vez que sus patrones le permitieron sentarse con ellos a la mesa fue cuando se graduó de su carrera docente, muchos años después de haberse ido de la casa.
Aunque afirma no guardar rencores, Alvarenga no tiene dudas: "El criadazgo debe ser erradicado. Si alguien quiere ayudar a los niños puede hacerlo de otra forma. Puedes apadrinar a un niño, pero dejando que esté en su casa".
47.000 menores paraguayos esperan por una respuesta.
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La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución
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En 2007, Manuel tenía apenas 10 años y era un morocho bajito de cuerpo pequeño cuando sus padres lo entregaron a una familia conocida que lo llevó de un campo en Villa del Rosario, en el interior de Paraguay, a una chacra en las afueras de Asunción, a 230 kilómetros de su casa. La idea era que esa familia le ofrecería mejor calidad de vida y podría pagarle los costos de ir a una escuela primaria, algo que sus padres ya no estaban en condiciones de afrontar debido a que Manuel había llegado a quinto grado. Pero apenas pisó su nuevo hogar, lo encerraron solo en un galpón junto a la vivienda principal. Y a partir de entonces la dueña de casa empezó a despertarlo todos los días a las 2 de la mañana para hacerlo ordeñar las vacas y atender el campo. Luego le ordenaban preparar el desayuno de la familia, hacer la limpieza de la casa, el lavado de la ropa y ocuparse del resto de las comidas. Así hasta las 9 de la noche, cuando lo mandaban a dormir.
Las veces que se animó a reclamar que cumplieran la promesa de permitirle ir a la escuela, recibió palizas tremendas, incluso con palos, que le dejaron marcas. "¡Vos, negrito, viniste acá a trabajar!", le gritaban, recordó Manuel en una entrevista con LA NACION.
 "La gran mayoría de los "criaditos" viven en condiciones indignas, son abrumados con las tareas domésticas y, finalmente, no tienen oportunidad de ir a la escuela "

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Según estadísticas oficiales, la realidad de Manuel es la del 2,5% de los chicos menores paraguayos de entre 5 y 17 años convertidos en lo que se conoce como "criaditos". Son unos 50.000 chicos de hasta 5 años entregados por su familia, generalmente campesina, a gente de mejor posición para aliviar la carga familiar y con la esperanza de asegurarles la escolaridad. Lo cierto es que la gran mayoría de los "criaditos" viven en condiciones indignas, son abrumados con las tareas domésticas y, finalmente, no tienen oportunidad de ir a la escuela.
Llamativamente en pleno siglo XXI, el criadazgo no es una institución exclusiva de Paraguay. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), que tiene un programa para la erradicación del trabajo infantil (IPEC), estima que en el mundo hay unos 15 millones de chicos en esta condición. El coordinador del programa de IPEC para Paraguay, Bernardo Puente, explicó a LA NACION: "Hay que decir la verdad. Los «criaditos» de Paraguay, los «ahijados» en Perú o los «restavek» de Haití no son chicos traídos del campo a la ciudad por caridad o solidaridad con su familia de origen. La gente que los trae lo hace porque no quiere pagar una empleada doméstica. Por eso no les interesa que vayan a la escuela", explicó el funcionario de la OIT.
El criadazgo encuentra su caldo de cultivo en regiones con pocas posibilidades de ascenso social y gran inequidad. Paraguay es en efecto el único país de la región donde, pese a los tiempos de bonanza para las commodities que le permitieron crecer a un ritmo sostenido del 5% anual, la desigualdad siguió aumentando en los últimos años, y hoy el 20% más rico concentra el 53% de la riqueza, mientras que el 20% más pobre lleva sólo el 4%.
"Desde hace décadas, los gobiernos paraguayos se ufanan de tener indicadores macroeconómicos estables, inflación bajo control y una deuda externa que podríamos pagar tranquilamente. Pero nuestro desarrollo económico no ha tenido rostro humano", dijo a LA NACION Marta Benítez, directora de Global Infancia, una ONG que lucha contra el criadazgo.
La falta de un "rostro humano" en su nuevo hogar fue precisamente lo que más padeció Manuel Aguilar, según relató a LA NACION. "Pese a que tenía diez años, ni siquiera me hablaban demasiado en la casa donde me recibieron. Cuando querían pedirme algo, especialmente la señora de la casa y la hija mayor, de 20 años, me gritaban o arrojaban cosas para llamar mi atención", recordó. A los gritos Manuel aprendió que él no debía utilizar los sanitarios de la casa. Para él había una letrina en el medio del campo.
En los cinco años que padeció ese maltrato, no tuvo noticias de su madre ni sus hermanos. Ni siquiera se enteró de que su padre había muerto.
"A la noche, solito en el galpón, me acordaba de mi casa, de mis hermanos y mis padres, y de la bicicleta con la que iba a la escuela, que estaba a un kilómetro de distancia. Ya me había resignado a que había perdido todo para siempre", dijo Manuel.
 ""A la noche, solito en el galpón, me acordaba de mi casa, de mis hermanos y mis padres, y de la bicicleta con la que iba a la escuela, que estaba a un kilómetro de distancia. Ya me había resignado a que había perdido todo para siempre", dijo Manuel "

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En 2012, cuando tenía 15 años, su suerte dio un giro inesperado y el dueño de casa, que pasaba mucho tiempo afuera en viajes laborales, se enteró de que su esposa y su hija lo maltrataban. "¿Es verdad que te pegan con palos?", le preguntó. En esos cinco años Manuel nunca se había animado a contarle nada por temor a alguna represalia. Pero esa vez sintió que podía hacerlo. Inmediatamente, el hombre le ofreció devolverlo a su casa y él mismo lo llevó en su camioneta.
"Cuando mi mamá supo todo lo que había pasado y que finalmente nunca me habían mandado a la escuela, lloró mucho, me pidió perdón y quedó con remordimiento. Pero yo no estaba enojado con ella", afirmó Manuel.
A partir de aquel momento, su prioridad fue recuperar el tiempo perdido con los estudios, y también se acercó a un grupo juvenil parroquial. Hace un par de años tuvo un retiro espiritual en el que varias mamás de los jóvenes, entre ellas la suya, fueron como cocineras. "En una de las actividades -recordó- nos propusieron reunirnos con nuestras madres y rezar con ellas. En lugar de eso yo me acerqué a la mía, hablamos de los momentos más duros que había vivido como «criadito», y le dije: «Te perdono». Los dos terminamos abrazados llorando."
Su mamá murió poco después por el estrangulamiento de una hernia, una dolencia evitable si la mujer hubiera tenido acceso a una adecuada atención. Con sus hermanos mayores ya independizados, Manuel quedó entonces solo como dueño de casa. En la actualidad cursa el segundo año del nivel medio gracias a la ayuda económica de amigos y vecinos. Y la Universidad Católica le ofreció una beca para cuando terminara la secundaria.
"Sueño con llegar a ser obstetra. Me gusta la vida", dijo.
Pero ése no es el final habitual para la gran mayoría de las historias de "criaditos" en Paraguay. Al llegar a la mayoría de edad, cuando ya no son tan gobernables y terminan escapándose o siendo echados de las casas, salen al mundo semianalfabetos y con el estigma social de haber sido "criaditos".
 " Al llegar a la mayoría de edad, cuando ya no son tan gobernables y terminan escapándose o siendo echados de las casas, salen al mundo semianalfabetos y con el estigma social de haber sido "criaditos" "

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Por otra parte, alrededor de ocho de cada diez "criaditos" son chicas y muchas padecieron abusos sexuales en las casas donde las recibieron. "Nuestros estudios demuestran los vínculos que hay entre el criadazgo y la trata de personas con fines de explotación sexual. Muchas chicas cuando se van de las casas caen en las redes de la prostitución. Sabemos que nueve de cada diez adolescentes rescatadas de la trata fueron «criaditas» en su niñez", explicó la directora de Global Infancia.
El maltrato y el clima de violencia que vive la mayoría de los "criaditos" desencadenó varios hechos de connotación policial.
Un caso muy resonante fue el de Alfredito Elizeche Zayas, que en 1993, a sus 13 años, había sido recibido por una familia de Asunción junto con su hermana de 10 años. El chico nunca se doblegó ante la violencia de los dueños de casa, por lo que, transcurrido un año, la familia le comunicó que habían decidido llevarlos de regreso a los dos a su ciudad de origen.
Un día antes del traslado, estando él y su hermana solos en la casa, Alfredito la encerró a ella y decidió esperar a la familia de sus tutores en la residencia de dos plantas, armado con dos pistolas del dueño de casa.
La primera que llegó fue una de las hijas del matrimonio, María Lourdes Rivelli, de 29 años, que fue atacada en la escalera de entrada, donde recibió dos disparos. Alfredito le quitó luego la ropa interior, abusó sexualmente de ella y llevó el cuerpo al garaje.
 "Alrededor de ocho de cada diez "criaditos" son chicas y muchas padecieron abusos sexuales en las casas donde las recibieron "

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Pacientemente aguardó en la casa dos horas más hasta la llegada de su segunda víctima, la madre, María Angélica Torres de Rivelli (59). La mujer fue baleada a poco de bajar de su auto y recibió el mismo vejamen que su hija. El "criadito" esperó otros 45 minutos y cuando el hijo, José Luis (24), entró al living de la casa, le dio varios disparos en la espalda y en el pecho.
El pequeño Alfredo fue apresado horas después en la terminal de ómnibus de Asunción en momentos en que intentaba huir. La justicia lo condenó a 12 años de prisión.
Al salir de la cárcel, en 2005, la prensa lo esperaba con expectación y él, convertido a la religión protestante, expresó públicamente su arrepentimiento por el triple crimen.
Pero en enero pasado, cuando el ex "criadito" tenía ya 35 años, una profesión y una familia formada, y su turbio pasado parecía haber quedado atrás, el círculo de violencia se cerró sobre él. Un sicario entró a su vivienda y, en lo que probablemente fue un crimen por encargo, lo mató a tiros delante de su esposa y su hijo.

Institución

Pese a estas experiencias, en la sociedad paraguaya existe una buena imagen del criadazgo como institución. La mayoría de las personas lo ven como un mal menor, una posibilidad de ascenso en un país caracterizado por su inmovilismo social.
La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución
La realidad que no vemos, es el nombre de la campaña contra el criadazgo en Paraguay, donde la sociedad acepta esta institución. Foto: Global infancia
Tina Alvarenga, una indígena guaraní que hoy tiene 51 años y que fue "criadita" en su niñez, es testigo de que pese al desarraigo, la discriminación y los maltratos que recibió desde que tenía apenas 10 años, a ella se le abrieron las puertas a un universo al que no podría haber accedido en el Chaco paraguayo, donde nació.
"Recuerdo mi impacto cuando en 1974 me trajeron a Asunción y al llegar me llevaron a la casa de una señora que tenía la piel blanca como la leche y unos ojos azules que jamás había visto en mi corta vida", dice Alvarenga.
En su nueva casa de un jefe militar, Tina sintió fuerte la discriminación. Ella comía las sobras de lo que quedaba en la mesa principal y no podía usar ni las mismas sillas ni los mismos cubiertos que el resto de la familia, además de recibir maltratos físicos que incluían cintazos y golpes. Pero, eso sí, le permitían ir a la escuela pública, donde también era discriminada por su color de piel. "¡Tortajú!" (torta negra), la insultaban sus compañeras, que, a cuento de nada, más de una vez le lanzaron escupitajos.
"Sin embargo, el dueño de casa se ocupaba de que yo leyera mucho y estudiara. Tenía una biblioteca enorme. Me hacía leer y luego me tenía que parar delante de él para explicarle lo que había comprendido -recuerda Tina-. Eso me dio mucho impulso."
Al cumplir la mayoría de edad Tina se fue de la casa, terminó la secundaria, siguió la carrera docente y finalmente se recibió de licenciada en Ciencias de la Educación. Luego ingresó en la política y fue concejala del Departamento Central entre 1993 y 1998. A partir de allí inició un proceso de reencuentro con sus raíces y hoy es consultora de las Naciones Unidas en temas indígenas, además de tener una activa participación en la Red de Mujeres Indígenas de América latina.
Simultáneamente, formó una familia -tiene un hijo de 17 años- y construyó una buena posición económica.
"Pese a que mi experiencia no fue tan negativa, yo comería tierra antes que dar a mi hijo en criadazgo", dice. "Me parece injusto que los chicos tengan que pagar un precio tan alto para tratar de acceder a un derecho básico como es la educación", agrega.
En un país donde la sociedad en general no reprueba el criadazgo, el Estado paraguayo, que ratificó en 2001 el Convenio 182 de la OIT, que condena esta práctica, se ve en una tarea titánica para cumplir con su compromiso de erradicar el flagelo.
"Por ahora, sólo nos propusimos sensibilizar a la gente sobre lo malo de esta institución", dijo a LA NACION Adelaida Galeano López, de la Secretaría de Niñez y Adolescencia.
La campaña "No al criadazgo" incluye varios foros regionales. Sin embargo, el objetivo es demasiado lejano en un país donde enviar un chico a la escuela es una meta inalcanzable para muchas familias pobres. La enseñanza es teóricamente gratuita, pero hay que pagar cooperadora, útiles, libros y uniformes. El Estado provee algunos de estos recursos, pero en forma insuficiente.
Además se estima que uno de cada diez paraguayos carece de todo tipo de documentación, ni siquiera certificado de nacimiento, lo que da pie a muchísimas irregularidades y falta de acceso a derechos básicos.
"Los paraguayos no estamos acostumbrados a la idea de igualdad", concluyó la directora de Global Infancia. "En un país donde el 90% de la tierra está en manos del 10% de la población, es muy difícil hacer que la gente tome conciencia de sus derechos. La mayoría aprendió a bajar la cabeza y resignarse. Por eso, como sociedad, tenemos aún mucho trabajo por delante para terminar con el criadazgo."

tres historias con un final diferente

Manuel Aguilar
Sus padres campesinos lo confiaron a una familia de Asunción cuando tenía 10 años con la promesa de que le pagarían los estudios, algo que ellos ya no podían afrontar. Pero durante cinco años sus tutores le asignaron tareas domésticas y de campo y no le permitieron ir a la escuela. Además fue sometido a castigos físicos. Finalmente, Manuel regresó a su casa. Días atrás brindó su testimonio ante el papa Francisco
Tina Alvarenga
De origen guaraní, a los 10 años fue llevada como criada por una familia asunceña. Aunque sufrió maltratos y discriminación, nunca le impidieron estudiar. Así completó la primaria, la secundaria e incluso la universidad, donde se recibió de licenciada en Ciencias de la Educación. Hoy, a los 51 años, es consultora de la ONU en temas indígenas y participa de campañas contra el criadazgo
Alfredo Elizeche

Junto con su hermana, fue entregado como "criadito" a los 13 años. Nunca se sometió a los maltratos, y al año sus tutores le avisaron que los devolverían a su casa. Un día antes del viaje, Alfredo, de 14 años, estalló en una violencia descontrolada y mató a tiros a tres miembros de la familia. Cumplió 12 años en prisión. Ya en libertad, en enero de este año fue asesinado por un sicario

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NIÑOS ESCLAVOS EN PARAGUAY, CRIADAZGO Y EXPLTACION SEXUAL Y LABORAL


Una niña paraguaya lava unos cubiertosImage copyrightUNICEF
Image captionLos niños son entregados para el servicio doméstico a cambio de que se les permita estudiar.
Con tan solo 10 años, Tina Alvarenga fue enviada por sus padres a vivir a la casa de una familia pudiente de Asunción, la capital de Paraguay, a unos 800 kilómetros del hogar familiar, donde aún vivían cinco de sus seis hermanos.
"Cuando llegamos a la casa nos abren la puerta principal pero, al ver quiénes éramos, la señora dijo que teníamos que entrar por una puerta lateral, por una entrada de servicio. Eso me impactó porque yo quería entrar por ese zaguán tan bonito que había visto", le cuenta Alvarenga a BBC Mundo.
"A partir de entonces supe lo que significaba no pertenecer a un lugar, a una clase social, a un barrio, no pertenecer a nada", agrega.
Durante 8 años, Alvarenga vivió en esa casa en una situación que en Paraguay se conoce como criadazgo, una práctica por la cual las familias pobres mandan a sus hijos como criados a casas de familias con más recursos a cambio de que se hagan cargo de las necesidades básicas del niño y les permitan obtener una educación.
Se trata de una práctica extendida y socialmente aceptada desde hace décadas, pero que este año ha sido objeto de cuestionamientos tras la muerte en enero de una joven de 14 años que vivía como "criadita" en una casa en la localidad de Vaquería, a unos 240 km de Asunción.
La menor murió por los politraumatismos causados por los golpes que le propinó con una rama de un árbol de guayaba el dueño de la casa donde trabajaba, como castigo tras encontrarla besándose con un albañil.
El suceso dio paso a un debate parlamentario en Paraguay y dio impulso a unproyecto legislativo que busca prohibir el criadazgo en el país.

Una práctica antigua

Según cifras oficiales, se estima que en Paraguay hay unos 47.000 niños y adolescentes que viven en situación de criadazgo.
Tina AlvarengaImage copyrightTINA ALVARENGA
Image captionTina Alvarenga vivió ocho años como "criadita".
Según Mabel Benegas, responsable de políticas públicas de la ONG paraguaya Global Infancia, esta práctica se extendió mucho a partir de dos grandes guerras que vivió el país: la de la Triple Alianza (1864) y la del Chaco (1932).
"Las familias quedaron desmembradas y la figura paterna prácticamente desapareció", le explica Benegas a BBC Mundo.
"Las mujeres tenían que hacerse cargo de la crianza de sus hijos. Entonces, como una forma de afrontar esta situación de pobreza tuvieron que recurrir a esta práctica".
Benegas aclara que en un primer momento era algo familiar. Los niños eran entregados a otra persona de su propia familia, pero esta práctica se fue desvirtuando y ya los niños no iban a la casa de sus parientes, sino a casa de extraños.
"Se buscaba que el niño tuviera alimentación y pudiera estudiar. Ese era el principal motivo porque en el interior del país, en las zonas rurales, los servicios de educación eran muy escasos", agrega.
Al parecer, este objetivo también se diluyó por el camino.
Conocemos numerosos casos de niños que trabajan desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche"
Mabel Benegas, responsable de Políticas Públicas de Global Infancia
Según Regina Castillo, representante en Paraguay del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), un estudio realizado hace algunos años mostró que 45% de los niños en situación de criadazgo trabajaba todos los días y 26% sólo tenía dos horas diarias de descanso.
Benegas asegura que de los niños que son enviados a las escuelas muchos terminan abandonando la educación por diversas razones.
"Algunos [abandonan] porque sólo hablan guaraní y tienen que enfrentarse con el español, lo que los pone en desventaja frente al sistema educativo", dice.
"Conocemos numerosos casos de niños que trabajan desde las 5 de la mañana hasta las 10 de la noche. Muchos no tienen períodos de descanso y de recreación. Entonces, cuando van a la escuela ya están cansados o no tienen tiempo para las tareas escolares y terminan abandonando", añade.

Una forma de esclavitud

Castillo no vacila en condenar esta práctica.
"El criadazgo es una forma de esclavitud moderna que priva a los niños de su familia y de su niñez", le asegura a BBC Mundo.
El ministro Carlos Zárate.Image copyrightSECRETARÍA DE LA NIÑEZ Y DE LA ADOLESCENCIA
Image captionEl ministro Carlos Zárate ha impulsado una de las reformas legislativas para erradicar el criadazgo.
La representante de Unicef en Paraguay afirma que, contrariamente a como se le ha visto durante mucho tiempo, tampoco es una forma de adopción.
"No hay ningún traspaso de la tutela. Son niños que simplemente son cedidos y que trabajan todo el día. El mismo gobierno de Paraguay lo ha declarado como una forma de trabajo infantil peligroso", añade.
Carlos Zárate, ministro de la Secretaría Nacional de la Niñez y de la Adolescencia, advierte que detrás de esta práctica se esconden múltiples peligros.
"Un niño en situación de criadazgo tiene altas posibilidades de ser víctima de maltrato y de abuso sexual. Se podría considerar que esta práctica es una antesala a la explotación sexual", dijo el ministro a BBC Mundo.
Las cifras avalan los temores. Según datos divulgados por Global Infancia, 9 de cada 10 adolescentes y 6 de cada 10 mujeres rescatadas de la trata de personas fueron antes "criaditas".
Se podría considerar que esta práctica es una antesala a la explotación sexual"
Carlos Zárate, ministro para la Infancia y la adolescencia
Alvarenga, quien afirma nunca haber sufrido de violencia sexual, recuerda haber vivido durante su adolescencia con temor a sufrir abusos tras escuchar los relatos de varias empleadas domésticas.
"Yo oía sobre las situaciones que vivían de acoso e incluso de abusos y eso me marcó mucho", le cuenta a BBC Mundo.
"Entonces, yo redoblaba los esfuerzos para tener las puertas bien cerradas y pegadas a algún baúl, por si acaso. Aunque nunca pasé esa situación ni tuve ningún indicio de mi patrón, siempre me quedó eso de no dormir bien, de estar alerta"
Años más tarde, ya siendo adulta, supo que había corrido con más suerte de la que pensaba, al darse cuenta de que la zona a la que la mandaban de compras siendo apenas una niña y donde quedaba el bar al que se asomaba "para ver los dibujitos en la televisión" que no le dejaban mirar en casa, era una área de prostitución.
"Fue una suerte que nunca caí en redes de trata [de personas], que nunca nadie haya abusado de mí, porque nunca tuvieron ese cuidado de mí ni me advirtieron de los peligros", cuenta.
Polémica legislativa
En los últimos años, Paraguay ha avanzado en la adopción de normas que permitan erradicar el criadazgo, incluyendo algunos convenios internacionales que sancionan el trabajo infantil.
Manuel Aguilar, un excriadito, abraza al papa Francisco.Image copyrightGETTY IMAGES
Image captionEl "excriadito" Manuel Aguilar tuvo la oportunidad de contar su historia públicamente durante la visita del papa Francisco a Paraguay en 2015.
El mes pasado, de hecho, se creó una comisión integrada por el Poder Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, Unicef así como organizaciones de la sociedad civil, que tiene la misión de intentar armonizar las distintas iniciativas legislativas que existen sobre la materia.
La tarea será compleja pues, incluso durante los debates parlamentarios realizados tras la muerte de la niña de 14 años en enero, hubo diputados que expresaron su rechazo a la posibilidad de que se prohíba de forma absoluta y expresa el criadazgo.
"En Paraguay muchas situaciones de violencia en la niñez y la adolescencia están culturalmente aceptadas", explica el ministro Zárate.
"En el caso del criadazgo, muchas personas creen que es una forma de hacer bien a un niño. En el Parlamento también hay figuras que creen eso y que, en todo caso, es una figura que debe reformarse pero no eliminarse".
Los esfuerzos para reformar esa práctica, sin embargo, no han sido exitosos.
Yo pasé mucha discriminación, aislamiento, desarraigo, que te marcan la existencia"
Tina Alvarenga, "excriadita" y activista social
Cuando hace una década Global Infancia inició una campaña destinada a las familias receptoras para que tomaran conciencia de que los "criaditos" tenían que ir a la escuela y debían tener los mismos derechos de los hijos de la casa, la respuesta no fue favorable.
"Cuando se sentía fiscalizada, vigilada, la familia decidía que ya no quería tener al niño", explica Mabel Benegas.

Mantener juntas a las familias

Castillo, de Unicef, cree que los esfuerzos deben destinarse a evitar la separación de los niños de sus familias.
"El Estado y la sociedad deben trabajar para apoyar que los niños permanezcan son su familia y para que se produzca la reinserción familiar lo más pronto posible. Si eso no es posible, entonces existen formas de adopción pero la solución no es el criadazgo", apunta.
Afiche de una campaña de Global Infancia contra el criadazgo.Image copyrightGLOBAL INFANCIA
Image captionDesde hace más de una década, Global Infancia realiza campañas contra el criadazgo.
Zárate, desde cuyo despacho se ha impulsado una de las iniciativas legislativas para erradicar esta práctica, admite que para lograr ese objetivo no basta con cambiar la legislación.
"El cambio social que buscamos no se dará sólo a través de una ley que sanciona determinadas conductas, sino a través de las políticas públicas que sirvan para que la gente pueda salir de la pobreza y asuma sus derechos. Hay que crear las condiciones necesarias para que el niño no sea separado de su familia de origen", dice.
La de Alvarenga fue una experiencia "privilegiada" de criadita sometida a relativos buenos tratos por patrones que le inculcaron el hábito de la lectura, que pudo ir al colegio y que luego logró construirse una carrera exitosa en la docencia y en la política (fue electa concejal en 1993).
Pese a eso, quien en la actualidad trabaja como consultora de varias agencias de la ONU, incluyendo la Unicef, recalca la necesidad de que los niños permanezcan junto a sus familias.
"Yo pasé mucha discriminación, aislamiento, desarraigo, que te marcan la existencia", comenta.
"Te hacen creer que eres parte de la familia, pero se nota mucho el contraste entre el trato a la criadita y a los hijos de verdad", dice Alvarenga.
Y destaca que la primera vez que sus patrones le permitieron sentarse con ellos a la mesa fue cuando se graduó de su carrera docente, muchos años después de haberse ido de la casa.
Aunque afirma no guardar rencores, Alvarenga no tiene dudas: "El criadazgo debe ser erradicado. Si alguien quiere ayudar a los niños puede hacerlo de otra forma. Puedes apadrinar a un niño, pero dejando que esté en su casa".
47.000 menores paraguayos esperan por una respuesta.

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