Hace unos días el jefe de los obispos españoles decía, respecto a la restitución del honor de los cadáveres abandonados por la dictadura franquista, que había que olvidar y perdonar. ¡Qué fácil es hablar así para los que bendijeron y taparon todos los crímenes de ese período negro de la historia de España! Máxime cuando ellos no han parado de canonizar y elevar a los altares a los suyos para no olvidarlos. Pero cuando se trata de restituir a los otros, ah, eso no, ¡hay que olvidar!
Ahora, a la presidencia de turno (Francia) de la Unión Europea se le ha ocurrido proponer a la Asamblea General de las Naciones Unidas la despenalización universal de la homosexualidad. Aquí no se trata de premiar ni fomentar la homosexualidad, simplemente se trata de que no se meta a la cárcel ni se ejecute a nadie por su condición sexual. La clave es la propia palabra “despenalizar”. Pero una institución como la Iglesia Católica que esconde y tapa en su seno a muchos curas pedófilos para que no sean encarcelados, invocando el perdón divino, se quiere adueñar del Código Penal también, para aplicarlo a quienes ellos no perdonan (es como si a mi me tuvieran que perdonar por ser ateo; no necesito perdones de esta gente).
Como diría el gran Miguel Ángel Aguilar (periodista tertuliano de Hora 25 en la SER), la Iglesia dispone del mayor de los castigos para quienes no obedezcan la Ley de Dios: el infierno, el fuego eterno, la condena por un pecado mortal, ¿para qué necesitan manejar también el Código Penal? ¿Acaso el cierre de ese lugar inhóspito como el infierno por parte de la actual curia romana lleva implícita la desaparición del pecado mortal? No. Su imperio se basa en el mantenimiento de los dogmas desfasados escritos por unos desequilibrados mentales y reflejados en sus libros sagrados.
Una institución que debiera ser todo amor y todo bondad, se erige en único intérprete de la palabra matrimonio, y no entiende lo que significa despenalizar; ejerce un fariseísmo galopante que pretende hasta prohibir la medicina paliativa para que podamos morir con dolor, como murió Cristo. Eso sí, Juan Pablo II murió atiborrado de medicamentos para que no sufriera. Ahora la Iglesia se opone a todo, se dedica a la política en vez de dedicarse a hacer el bien a los seres humanos. Quiere ser la única intérprete de la moralidad (ver AQUÍ), condenando incluso que los enfermos de leucemia puedan curarse con las células madre de un hermano suyo (ver AQUI).
La Iglesia habla de una sociedad enferma, y es cierto. Está enferma porque alberga en su seno a mucho descerebrado y a demasiados curas. Los descerebrados puede que sean cuestión de subjetividad, pero los curas son fácilmente detectables, porque es esa gente que se dedica a echar a sus fieles de las iglesias actualmente vacías, gracias a Dios. Ya queda menos para que una institución arcaica, desfasada, lacra de la humanidad, desaparezca. Y ellos mismos están haciendo todo lo posib
1 comentarios:
CON RAZON NADIE TE COMENTA, NO PUDE TERMINAR DE LEER TU PASQUINEZCO ARTICULO...
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