ENTREVISTA CON LOS VAMPIROS
Durante años quienes se sentían atraídos por la forma de vida vampírica tuvieron que permanecer ocultos, muchas veces aislados entre sí, sin saber siquiera si había otros como ellos. Pero hoy las redes sociales de Internet permiten contactar y dar cobijo a toda suerte de vampiros modernos, que utilizan chats y blogs para encontrar a sus almas gemelas y sumarse así también a covens vampíricos y a distintos cultos y asociaciones a lo largo y ancho del mundo. A través de la
eb se manifiestan también sus deseos, pasiones y opiniones. E incluso confesiones íntimas que quizá en persona no se atreverían a hacer: “Suelo tomar sangre –cuenta M.– cada tres o cuatro semanas. Pero solo la tomo de mis amigos y, a veces, la mía propia, que es mi favorita”. Por el contrario, J. se horroriza:
“¡Nunca bebáis vuestra propia sangre. Es debilitarse uno mismo. Como tomar veneno”. La mayoría de los vampiros aficionados a la sangre se alimentan los unos de los otros, o de quienes se ofrecen como donantes voluntarios, pero no muerden a sus víctimas, ni mucho menos. Lo habitual es utilizar algún objeto cortante, como una navaja de afeitar, y realizar leves incisiones en zonas del cuerpo sin peligro y con cierto simbolismo erótico para ofrecer la herida a la boca del vampiro dominante. Este hábito, a veces rodeado de parafernalia ritual, está muy próximo a determinadas prácticas sadomasoquistas, pero, tal y como nos recuerda Gary Laderman en su artículo Vampire Culture para Religion and American Cultures, “en la religión vampírica el sadomasoquismo es considerado teológicamente una forma de alimentarse”. Aunque no todos los vampiros modernos aceptan los rituales de sangre, cada vez son más quienes los practican, reuniéndose para ello en los clubes más privados... o en zonas concretas de la gran ciudad: “Una vez a la semana, en el parque de Ciudad Jardín, aquí en México –informa E.–, se reúnen grupos de vampiros para beber sangre”. Sin embargo, lo más corriente es que los intercambios tengan lugar en espacios íntimos, locales en los que ni siquiera los vampiros aficionados, los simpatizantes o quienes simplemente forman parte de la escena gótica pueden entrar. La comunidad de genuinos chupadores de sangre es conocida en la jerga vampírica como “cabal” –término inglés que viene a significar “conspiración”, “complot”, y que designa también a un grupo secreto que se reúne para, precisamente, conspirar– y se aplica al “círculo interior” y más poderoso del mundo vampírico, el habitual de los bloodbars o bares de sangre, legendarios lugares, de dudosa existencia, en los que se sirve sangre auténtica y hay siempre un buen número de donantes voluntarios al servicio de sus “señores”. Pero no todos los vampiros “reales” aceptan el dogma de la sangre como algo fundamental. Incluso hay quienes lo rechazan, pues lo consideran una mixtificación literaria de algo que viene a ser una metáfora de simbolismo religioso más profundo, similar a la comunión cristiana. Así, hay vampiros incluso vegetarianos, y para muchos grupos la verdadera esencia de su poder es lo que se denomina “vampirismo psíquico” y, a veces, “vampirismo astral”: la capacidad de “alimentarse” de la energía de otros seres humanos por medio de la dominación mental y psicológica. Un tipo de vampirismo que, cultivado por quienes se consideran auténticos magos, puede llevar, teóricamente, al desdoblamiento astral y conducir al agotamiento espiritual –e incluso a la muerte– a la víctima del supuesto vampiro o parásito mental. Este tema ya fue tratado extensamente por la ocultista Dion Fortune en su clásico Autodefensa psíquica (Ed. Kier).