Son criaturas de leyenda, personajes de la literatura y el cine, pero también una realidad que ha tomado cuerpo en nuestro mundo moderno, creado su propio universo y dado vida a los más antiguos mitos y creencias. De moda otra vez gracias a películas y novelas como Crepúsculo y otras muchas, los vampiros ya están entre nosotros.
Se los puede ver en cualquier gran ciudad del mundo. De Tokio a Madrid, de Londres a Nueva York o de París a Barcelona, los vampiros caminan entre nosotros bajo las parpadeantes luces de neón de la noche del siglo XXI. Son jóvenes que pueden confundirse a veces con la masa de góticos y siniestros habituales, pero en realidad forman una tribu aparte, bien diferenciada. Muchos llevan colmillos protésicos y sus pálidos rostros destacan entre sus negras vestiduras, casacas y capas oscuras, combinadas con mallas o vaqueros ajustados también negros. Los más atrevidos se han hecho implantes dentales o, más allá, se han afilado sus propios dientes para ofrecer una peligrosa y puntiaguda sonrisa. A veces también usan lentillas inyectadas en sangre. En definitiva, tratan de parecer a toda costa lo que sienten que son en su interior. Vampiros. Naturalmente, no son muertos que han vuelto a la vida. Ni se pueden convertir en lobos, murciélagos o niebla. Si les clavas una estaca de madera, mueren, claro... Pero si les pegas un tiro, también. Sin embargo, han asumido que el personaje del vampiro ofrece una suerte de filosofía de la vida –o de la muerte– que es posible seguir y en la que encuentran respuesta a sus inquietudes más profundas. Dentro de este moderno mundo vampírico encontramos, obviamente, distintos grados. Los hay que son solo vampiros de noche y de día llevan una vida más o menos normal, aquellos que toman su disfraz por poco más que eso, un disfraz, y su vampirismo como una diversión estética. Pero también hay quienes imitan al vampiro en su intimidad, quienes duermen todo el día para vivir solo de noche y, además, lo hacen a veces en el interior de un auténtico ataúd. Y quienes beben sangre. De animales, la propia... y de “víctimas” que se ofrecen voluntariamente para esta práctica, ligada al oscuro mundo del sexo sadomasoquista, aunque siempre de forma legal y consensuada. No es fácil tratar con los vampiros, pero Internet, con sus infinitos webs, chats y blogs vampíricos, ofrece las posibilidades de comunicación más sofisticadas del mundo moderno a las más antiguas criaturas de la noche y crea una red de vampirismo mundial en la que todo es posible.
ENTREVISTA CON LOS VAMPIROS
Durante años quienes se sentían atraídos por la forma de vida vampírica tuvieron que permanecer ocultos, muchas veces aislados entre sí, sin saber siquiera si había otros como ellos. Pero hoy las redes sociales de Internet permiten contactar y dar cobijo a toda suerte de vampiros modernos, que utilizan chats y blogs para encontrar a sus almas gemelas y sumarse así también a covens vampíricos y a distintos cultos y asociaciones a lo largo y ancho del mundo. A través de la
eb se manifiestan también sus deseos, pasiones y opiniones. E incluso confesiones íntimas que quizá en persona no se atreverían a hacer: “Suelo tomar sangre –cuenta M.– cada tres o cuatro semanas. Pero solo la tomo de mis amigos y, a veces, la mía propia, que es mi favorita”. Por el contrario, J. se horroriza:
“¡Nunca bebáis vuestra propia sangre. Es debilitarse uno mismo. Como tomar veneno”. La mayoría de los vampiros aficionados a la sangre se alimentan los unos de los otros, o de quienes se ofrecen como donantes voluntarios, pero no muerden a sus víctimas, ni mucho menos. Lo habitual es utilizar algún objeto cortante, como una navaja de afeitar, y realizar leves incisiones en zonas del cuerpo sin peligro y con cierto simbolismo erótico para ofrecer la herida a la boca del vampiro dominante. Este hábito, a veces rodeado de parafernalia ritual, está muy próximo a determinadas prácticas sadomasoquistas, pero, tal y como nos recuerda Gary Laderman en su artículo Vampire Culture para Religion and American Cultures, “en la religión vampírica el sadomasoquismo es considerado teológicamente una forma de alimentarse”. Aunque no todos los vampiros modernos aceptan los rituales de sangre, cada vez son más quienes los practican, reuniéndose para ello en los clubes más privados... o en zonas concretas de la gran ciudad: “Una vez a la semana, en el parque de Ciudad Jardín, aquí en México –informa E.–, se reúnen grupos de vampiros para beber sangre”. Sin embargo, lo más corriente es que los intercambios tengan lugar en espacios íntimos, locales en los que ni siquiera los vampiros aficionados, los simpatizantes o quienes simplemente forman parte de la escena gótica pueden entrar. La comunidad de genuinos chupadores de sangre es conocida en la jerga vampírica como “cabal” –término inglés que viene a significar “conspiración”, “complot”, y que designa también a un grupo secreto que se reúne para, precisamente, conspirar– y se aplica al “círculo interior” y más poderoso del mundo vampírico, el habitual de los bloodbars o bares de sangre, legendarios lugares, de dudosa existencia, en los que se sirve sangre auténtica y hay siempre un buen número de donantes voluntarios al servicio de sus “señores”. Pero no todos los vampiros “reales” aceptan el dogma de la sangre como algo fundamental. Incluso hay quienes lo rechazan, pues lo consideran una mixtificación literaria de algo que viene a ser una metáfora de simbolismo religioso más profundo, similar a la comunión cristiana. Así, hay vampiros incluso vegetarianos, y para muchos grupos la verdadera esencia de su poder es lo que se denomina “vampirismo psíquico” y, a veces, “vampirismo astral”: la capacidad de “alimentarse” de la energía de otros seres humanos por medio de la dominación mental y psicológica. Un tipo de vampirismo que, cultivado por quienes se consideran auténticos magos, puede llevar, teóricamente, al desdoblamiento astral y conducir al agotamiento espiritual –e incluso a la muerte– a la víctima del supuesto vampiro o parásito mental. Este tema ya fue tratado extensamente por la ocultista Dion Fortune en su clásico Autodefensa psíquica (Ed. Kier).
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