Iglesia Católica niega haber sido cómplice de la última dictadura militar argentina


El condenado dictador argentino, Rafael Videla, recibiendo la hostia
La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) rechazó que haya habido complicidad entre la institución y el último gobierno de facto, y llamó a “promover un estudio a fin de seguir buscando la verdad”.
Fue a través de un documento firmado por los obispos que participaron de la 104° Asamblea Plenaria en El Cenáculo, en la localidad bonaerense de Pilar, en el que se refirieron a declaraciones del ex dictador Jorge Rafael Videla, que tiempo atrás denunció que el Episcopado asesoró a la Junta Militar por los desaparecidos.
“Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones de Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos. Que haya habido una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad”, señalaron.
La máxima institución del catolicismo en la Argentina admitió que pese a que “han pasado muchos años, siguen surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que tuvieron personas e instituciones”.
La CEA también afirmó que les “queda la preocupación por completar un estudio demorado pero necesario” sobre lo que sucedió durante la dictadura.
Los integrantes de la Asamblea Plenaria además pidieron “perdón” a quienes se sintieron “defraudados” o “no acompañados” durante esos años.
“No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos”, señalaron, y se mostraron “comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad”.
“Además, exhortamos a quienes tengan datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes”, señaló el documento.
Los obispos, también manifestaron que “es necesario el reconocimiento de cuanto sea deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en justicia de los daños causados”.
“Cuando la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos”, concluyó el comunicado.
Víctimas del terrorismo de Estado y organizaciones de derechos humanos denuncian hace varios años la complicidad de integrantes de la Iglesia con la dictadura: hasta el momento, el único miembro que fue sentenciado fue el ex capellán de la policía bonaerense, Christian Von Wernich, aunque la Iglesia nunca lo sancionó.
READ MORE - Iglesia Católica niega haber sido cómplice de la última dictadura militar argentina

Israel

“Sin duda alguna, un día Rusia atacará a Israel, lo dice la Torá”: Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel 1996-1999

Desde el punto de vista profético, Israel es el “reloj” de Dios, el cronómetro que nos dice cuán cerca ó lejos estamos de que concluyan los actuales tiempos de las naciones y de la Iglesia, y comiencen los tiempos mesiánicos del Reino de Cristo.

Precisamente por eso, por los acontecimientos que estamos presenciando, podemos estar seguros de que el mundo está a punto de cambiar abrupta y drásticamente, a partir de circunstancias que afectarán a judíos, cristianos y musulmanes, en primer término, pero también a las demás religiones de la Tierra.

Los judíos esperan la venida del Mesías por primera vez, los cristianos lo esperamos en su segunda venida. Ese grandioso advenimiento estará precedido por una serie de hechos mediante los cuales Dios irá preparando a la humanidad entera. Próximamente, Dios romperá el silencio que ha guardado hasta ahora respecto al pueblo judío, y volverá a actuar directa y portentosamente como lo hizo con prodigios admirables en el pasado.

Toda la historia de Israel está caracterizada por diversos momentos de castigo y silencios divinos, siempre debidos a las infidelidades del pueblo adoptado por Él. Las Escrituras recalcan que las deportaciones y dominaciones (de Egipto, Babilonia, Persia, Grecia, Roma) fueron permitidas por Dios en vista de que los suyos quebrantaban la alianza. De suyo, esa dramática historia de correctivos por parte de Dios es la prueba indirecta de que efectivamente son el pueblo elegido, pues lo son con pesar de eso mismo.

El último de los castigos de Dios sobrevino en el año 70 de nuestra era por haber rechazado a su propio Hijo. El Emperador romano Tito Flavio Vespasiano ordenó la destrucción total de Jerusalén, obligando a los judíos a abandonar la tierra prometida y a emigrar a todo el mundo. Del Templo, como lo predijo el mismo Jesucristo, no quedó “piedra sobre piedra”.

Así, el último de los silencios de Dios respecto de los judíos, el presente, es el que va desde la extraordinaria manifestación divina el día de Pentecostés, hasta el toque de la primer trompeta del Apocalipsis. Se trata del silencio divino más largo de la historia.

Ahora bien, el profeta Ezequiel predijo que, después de la dispersión, los israelitas volverían a reunirse en la tierra prometida: “He aquí que tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a donde se fueron, y los reuniré y los traeré a su tierra” (Ez 37, 21). Esa profecía se cumplió el 14 de mayo de 1948. A partir de entonces comenzaron formalmente los así llamados “últimos tiempos”.

En el Antiguo Testamento, la atención de Dios se centraba en los judíos y su presencia en la tierra prometida bajo la ley que Dios dio a Moisés. En el Nuevo Testamento, Dios guarda silencio respecto a su pueblo y su atención se centra en la Iglesia, ofreciendo la salvación a todos los gentiles.

Cuando el llamado de Dios a formar parte de la Iglesia se haya completado, el tiempo de gracia terminará, Dios removerá a la Iglesia fiel mediante la primera resurrección y el Arrebato de los fieles, y se volverá a concentrar en su plan de salvación sobre los judíos.

Gracias al profeta Ezequiel sabemos de qué manera Dios romperá su silencio, antes de que inicie el periodo de la Gran Tribulación. Él describe una batalla, comúnmente conocida como la “Guerra de Gog y Magog”, en que Dios destruirá portentosamente a una alianza de invasores que atacarán Israel, así como a las naciones de donde vinieron esos ejércitos.

La Guerra de Gog y Magog es un conflicto único en su cronología, en su propósito, en sus características y efectos sobre Israel y sobre el mundo entero.

Ezequiel predijo que, después de reunidos nuevamente en la tierra prometida, al final de los tiempos, los israelitas serán atacados por los enemigos del norte (países árabes) juntamente con Rusia: “He aquí que estoy contra ti, Gog, príncipe soberano de Mésec y Tubal (actual Rusia) (…) te sacaré con todo tu ejército (…) Con ellos están Persia (Irán), Cus (Etiopía) y Fut (Libia), todos ellos armados con escudo y yelmo. Gómer, con todas sus tropas, y la casa de Togarma (Turquía), desde el lejano norte con todas sus tropas y muchos pueblos contigo (...) Después de muchos años invadirás un país salvado de la espada, reunido de muchos pueblos a los montes de Israel (…) En los últimos días atacarás a mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra” (Ez 38, 3-8, 16).

A lo largo de los capítulos 38 y 39, los nombres de Gog y Magog son utilizados en forma conjunta como título que denomina la combinación de un gran adversario de Dios: Gog como un “príncipe”, y Magog como un país ó región. Dos veces utiliza “Magog” para indicar el territorio de donde es originario el líder denominado “Gog”, que en hebreo antiguo significa “encumbrado”. Al mencionar a Gog como proveniente del “lejano norte”, Ezequiel parece estar denotando el nivel máximo de autoridad dentro de una alianza de naciones de lo que hoy son las ex repúblicas soviéticas, territorio del antiguo reino de Anatolia y más allá del Cáucaso.

Esa guerra mundial, en la que varios países se unirán para atacar a Israel concluirá, dice Ezequiel, con una portentosa intervención divina que frustrará la invasión. Meses después tendrá lugar el falso acuerdo de paz firmado por el personaje a quien el profeta Daniel llamó la “cuarta bestia”(denominado por San Juan como el “Anticristo”), el cual dominará el mundo durante siete años: “por otra semana sellará un pacto con muchos” (Dn 9, 27). Jesucristo llamó a ese periodo la “Gran Tribulación” y es la etapa en que la humanidad será purificada y preparada para su Retorno glorioso, acontecimiento que cierra los tiempos de la Iglesia y de las naciones, y da inicio a los nuevos tiempos mesiánicos del Reino de Dios en la Tierra.

La guerra contra Israel descrita por Ezequiel, y que es previa a los siete años de la Gran Tribulación, será abortada por una acción directa de Dios: “Sobre los montes de Israel caerás tú y todas tus tropas, y los pueblos que fueron contigo (…) Y haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, el Santo en Israel” (Ez 39, 4, 7).

El profeta nos dice que los ejércitos que atacarán Israel serán derrotados de forma milagrosa y deslumbrante: mediante un gran terremoto (Ez 30, 19); por tempestad, enormes granizos, fuego y azufre (Ez 38, 22); y por una confusión masiva en la que los agresores comenzarán a matarse entre sí (Ez 38, 21).

Esa intervención divina para proteger a Israel revivirá en los judíos la conciencia de la elección, pero los confundirá al creer que el líder ruso aniquilado era la cuarta bestia de Daniel, y que el promotor de la paz es el Mesías.

Cabe mencionar que la guerra mundial descrita por Ezequiel no es, como erróneamente se piensa a veces, la batalla de Armagedón, la cual será otra campaña militar que se librará hacia el final de la Gran Tribulación, una vez que el Anticristo haya roto el acuerdo de paz y se vuelva contra los mismos judíos. La campaña de Aramagedón es descrita por el apóstol San Juan en el libro del Apocalipsis (Ap 16, 12-16), y es la que propiciará la Parusía, pues Jesús en persona volverá para salvar a Israel de la destrucción que le pretenderá infligir el Anticristo.

Con todo, a la Guerra de Gog y Magog también se le puede llamar “de Armagedón” porque también tendrá lugar en el valle de Armagedón, llanura de Meguido, al norte de Israel, pero claramente difieren una de otra, en el tiempo y en sus características.

Los siete años de la Gran Tribulación, también conocida como la “setenta semana de Daniel” (por ser el período que falta a la profecía de las 70 semanas, de las cuales ya se cumplieron 69 semanas), son dos partes divididas en tres años y medio, de 1260 días exactos cada mitad (Ap 12, 14; 13, 5; Dn 7, 21).

Es a mitad de la semana, es decir, a los tres años y medio de iniciada la Gran Tribulación, cuando el Anticristo romperá el falso acuerdo de paz, proscribirá el sacrificio divino, y desatará la persecución contra todos los que no se sometieron a su gobierno: “a mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y en el ala del Templo habrá abominaciones desoladoras hasta el final, cuando la ruina decretada se derrame sobre el desolador” (Dn 9, 27).

Previsiblemente, la Guerra de Gog y Magog será posterior a un ataque previo de Israel contra Siria. Ese embate, que fue profetizado por Isaías, aparentemente refleja una agresión nuclear, ya que la capital siria será completamente destruida: “He aquí que Damasco dejará de ser ciudad; será un montón de ruinas. Cesará el reino de Damasco, y lo que quede de Siria será como la gloria de los hijos de Israel, dice Yahvé de los ejércitos” (Is 17, 1-3; 9). También Jeremías y Amós señalan que Damasco será destruida por el fuego (Jr 49, 23-27; Am 1, 3-5).

Isaías establece una relación entre la devastación del Líbano (Is 10, 23-25; 34) y la total destrucción de Damasco. Ambas naciones son asirias, y el Líbano ha estado esencialmente bajo control de Siria.

La Guerra de Gog y Magog traerá cambios significativos para Israel, para Medio Oriente y para el mundo entero.

Israel atravesará por un proceso de limpiar y enterrar los cadáveres de sus enemigos que durará siete meses (Ez 39, 11-16). Algunos estudiosos sugieren que la mención explícita de Ezequiel de “siete meses” pudiera ser para indicar el tiempo que tardará en iniciar la Gran Tribulación después de la Guerra de Gog y Magog, es decir, del momento en que el Anticristo firmará el falso acuerdo de paz.

Con la intervención divina en la Guerra de Gog y Magog, Israel se despertará espiritualmente a Dios, al Dios de los milagros del Antiguo Testamento. Los judíos se congregarán festivos en Israel mientras las naciones que pretendieron atacarla llorarán sus bajas.

Israel expandirá sus fronteras, readquirirá control total sobre Jerusalén y reconstruirá el Templo.

El fin último del fundamentalismo islámico de borrar a Israel del mapa y dominar el mundo mediante la ley islámica será innegablemente rechazado por Dios.

Las naciones de Medio Oriente y muchas personas reconocerán abiertamente al Dios de Israel.

Erróneamente, el mundo entero proclamará que la guerra ocurrida fue la batalla de Armagedón, que el milenio de bienestar ha comenzado, y que el nuevo líder surgido de las cenizas del conflicto mundial es el Mesías esperado.

Pero en realidad, lo que habrá empezado es el engaño supremo, y la batalla final entre el bien y el mal, entre el ungido de Satanás y el verdadero Mesías, el cual volverá siete años después, al final de ese periodo de tribulación.

Por más violento y corrupto que percibamos al mundo en la situación actual, por más ausente y silencioso que Dios nos parezca respecto a esta situación, la verdad es más que clamorosa. El silencio de Dios durante esta era se puede comparar a la quietud que precede la tempestad. La tempestad será el cumplimiento del período de juicios de Dios conocido en las profecías como “el Día del Señor”.

Dios no permanecerá silencioso por siempre. En palabras de Isaías, “Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar silencioso” (Is 62, 1).

El enfoque de la profecía de Gog y Magog es significativamente la implicación de Dios en primera persona. Él no usará a personas como Moisés ó Aarón contra el faraón egipcio, como tampoco existe referencia aquí a los dos testigos de San Juan (otra razón que lleva a concluir que ésta guerra es previa a la 70 semana de Daniel).

Al inicio de los dos capítulos 38 y 39, Dios declara “He aquí que estoy contra ti, Gog...” Dios mismo en persona se muestra airado contra Gog y su alianza de naciones por estar en su contra. Y Dios mismo es quien lo provoca para salir de Magog y dirigirse contra Israel, haciéndolo caer en la trampa: “Yo te haré dar media vuelta (...) y te haré salir con todo tu ejército” “Yo mismo te traeré contra mi pueblo”.

Algunos autores opinan que la referencia a dar media vuelta y ser traído “con garfios en las quijadas”denotan la referencia a Gog ó Rusia resistiéndose a entrar en la guerra, pero finalmente siendo arrastrada por la coalición de naciones musulmanas.

La apertura del primer sello pudiera tener relación con el Anticristo, ya que su forma de adquirir prestigio internacional es por sus conquistas de guerra.
READ MORE - Israel

Reino de Cristo

A lo largo del Antiguo Testamento, el pueblo elegido vivió en la expectativa del Mesías, el cual habría de venir para restablecer a Israel y fundar su reinado universal en esta tierra.

No entendieron, a pesar de que los profetas lo repitieron una y otra vez, que antes de esa venida gloriosa y reinante habría una venida previa, no en su índole de realeza, sino en su condición humilde y sufriente, y de aparente derrota final en la cruz.

Hoy día, a los cristianos nos pasa exactamente al revés. Aceptamos que Jesús de Nazaret fue el Mesías esperado, pero se nos ha olvidado la promesa de que tiene que volver para regir el orbe con justicia y los pueblos con rectitud, desde una Jerusalén de dominio espiritual universal aceptado por todos los pueblos.

Es cierto que Él reina ya, desde la Eucaristía, en los corazones de los fieles viadores y en los salvos del Cielo, pero se tiene que cumplir la promisión esencial de su reinado sobre las naciones, desde un Israel restaurado convertido a Él hacia el final de la Gran Tribulación, reinado en el que se llevarán a cumplimiento todas las bienaventuranzas.

Ese es el centro de todo el mensaje de la Redención, y es la primera promesa que Dios le hace a María al momento de la Anunciación: “He aquí que darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin (Lc 1, 27).

Para una joven judía de esa época la promesa era perfectamente entendible, no necesitaba interpretación alguna, y sabía exactamente a qué se referían las palabras del ángel.

Es lamentable la falta de conocimiento de estos temas. La teología y la filosofía deberían en este momento estar disertando sobre qué cambios sufrirá la naturaleza humana con la llegada del Milenio, pues es un hecho que no solo Jerusalén y la Iglesia serán restauradas, sino también la persona humana misma, cuasi recobrando así el estado primigenio: “Todos seremos transformados” (I Cor 15, 51).

Esta es la esperanza que nos debe animar continuamente, estamos asistiendo no al fin del mundo, sino a la más grandiosa renovación de la humanidad, estamos en un nuevo adviento esperando el triunfo del bien y el Retorno del Señor de la historia, la gloriosa Parusía de Jesús.
READ MORE - Reino de Cristo

Parusía

“Parusía” (del griego Parousia) significa manifestación, hacerse presente, y designa la segunda venida de Jesucristo, aparición pública y gloriosa anunciada por Él mismo, quien volverá para realizar tres cosas: 1) derrotar al Anticristo, así como al Falso Profeta y a quienes impusieron un Gobierno Mundial anticristiano durante siete años; 2) juzgar a las naciones y llevar a cabo la primer resurrección y, 3) restaurar la creación y elevar la naturaleza humana en su integridad, transformándola íntima y esencialmente. Con la Parusía, Jesús inaugura el largo período de “mil años” de su Reinado sobre la Tierra, mismo que concluye con su tercera y última manifestación, en el Juicio Final.

El mismo Jesús prometió su Regreso para después de la Gran Tribulación: “Después de la aflicción de aquellos días, verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria”(Mt 24, 29; Mc 13, 26; Lc 21, 27).

Así lo dieron a entender los ángeles a quienes fueron testigos de la Ascensión: “Ese mismo Jesús que habéis visto subir a los cielos, así vendrá, como le habéis visto ascender” (Hch 1, 11).

Así lo transmitió el apóstol San Pablo: “Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que lo esperan para su salvación” (Hb 9, 28).

Y así lo conservó un buen número de padres y escritores eclesiásticos de los primeros cuatro siglos de la Iglesia, sosteniendo, en resumen: que Jesús ha de volver para reinar en esta Tierra por un periodo largo (“mil años” en el género apocalíptico), después de que el misterio de la iniquidad llegue a su exceso durante la Gran Tribulación; que regresará para derrotar al Anticristo y a sus cómplices, y que tendrá lugar la primera resurrección, la de todos los santos, quienes, luego de haber sido encadenado Satanás, reinarán por mil años con Cristo, juntamente con los que fueron arrebatados en la Gran Tribulación y con los que murieron mártires durante ese periodo, ejerciendo así el prometido trono de David desde la Jerusalén restaurada, sobre un mundo totalmente renovado.

Hoy día, la mayoría de los cristianos ha olvidado el dogma esencial de la fe, que es la segunda venida de Cristo en su condición reinante. Lo paradójico es que lo tienen que repetir cada vez que rezan el padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.

Contrariamente a los anti-milenaristas, que espiritualizan tanto el reinado de Cristo al punto de confundirlo con el Cielo, y de mezclar la Parusía con el Juicio Final, para los primeros cristianos no era así: ellos habían recibido de los apóstoles y evangelistas que Cristo volverá para reinar en este mundo durante un periodo largo, después de haber derrotado a Satanás, el cual aparentemente triunfará durante la Gran Tribulación. Sólo después del largo reinado de Cristo, entonces sí vendrá el fin del mundo y el Juicio Universal.

La Parusía es el acontecimiento que concluye la Gran Tribulación y da inicio al Milenio.
READ MORE - Parusía

Microchip

La explicación más sencilla es que el 666 que atañe al Anticristo sea una gematría. Los hebreos, al igual que los griegos, asignaban un número a los nombres. Y es que Juan señala precisamente que es “el número de su nombre” (y en algunas traducciones “número de hombre”), socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo.

Es como si Juan nos dijera: si todo lo que ya dije va a caracterizar a la persona del Anticristo no les convence, calculen el número de su nombre.

"Y la bestia hará que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia"
(Ap 13:16).

El señalamiento es interesante desde la perspectiva de que habrá un nuevo sistema, pues ello presupone que el anterior sistema se ha colapsado por completo y ya no existe, ha sido sustituido.

Pero esto no es sino uno de tantos engaños del “Impío”. Aquí, se trata de absorber la deuda de las personas, las familias, las empresas y los países, en un nuevo sistema centralizado, donde el impuesto sea global y ya no haya peligro de cargar con efectivo o plásticos –lo cual será bien tomado como forma de evitar robos y asaltos que por supuesto se habrán generalizado.

En varios países se usa ya el microchip implantado bajo la piel como técnica de pago escaneado que va directo a la cuenta bancaria. Pero, además, como técnica de localización satelital así como de identificación, estando conectada a computadoras centralizadas.

Es decir, ya no habrá necesidad de cárceles, el planeta entero será una cárcel (no por algo está siendo muy cuestionado por organismos de derechos humanos). Es decir, falta total de privacidad, de independencia y de propiedad privada.

Pudiera parecer algo conveniente, el problema es que San Juan nos dice que “a mitad de la semana” es decir, a los tres años y medio, el Anticristo reclamará para sí la adoración divina, como retribución por haber solucionado los problemas humanos. Por ello dice el Apóstol claramente que quienes estén marcados con este dispositivos no entraran al Reino y beberán el cáliz de la ira de Dios (Ap 14:10).

El microchip será, por así decirlo, la causa material de millones de martirios por amor a Cristo. Por eso, cuando San Juan contempla el cielo llenarse repentinamente de enorme cantidad de hombres y mujeres vestidos de blanco nos revela:

“Después de estas cosas miré, y he aquí una gran muchedumbre, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero” (Ap 7-9).

Una vez terminado el sellamiento, Juan contempla una incontable multitud que adora a Dios ante su trono, y uno de los ancianos le dice quiénes son:

“Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas ¿quiénes son, y de dónde han venido? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de la Gran Tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Ap 7:13).

Tratar de escapar del sistema de microchip implicará ser excluido del comercio, de los beneficios gubernamentales, de los sistemas de racionalización masiva de alimentos, del nuevo sistema financiero.

Es probable que en algún momento, gran número de personas querrán quitárselo, lo cual tendría consecuencias funestas, dado que al tratar de arrancarse se libera Litio, sustancia que es altamente tóxica e, incluso, mortal. Esta puede ser la causa de la primera de las siete plagas: “Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen”(Ap 16:2).

En una entrevista que realizó Aaron Russo a Nick Rockefeller, en Junio de 2007, éste último admitió, abierta y descaradamente, que la finalidad última de la elite banquera internacional es reducir numéricamente la población mundial y controlar a quienes sobrevivan mediante el microchip,
READ MORE - Microchip

Blogger templates

 
 
 

Label

Iglesia Católica niega haber sido cómplice de la última dictadura militar argentina


El condenado dictador argentino, Rafael Videla, recibiendo la hostia
La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) rechazó que haya habido complicidad entre la institución y el último gobierno de facto, y llamó a “promover un estudio a fin de seguir buscando la verdad”.
Fue a través de un documento firmado por los obispos que participaron de la 104° Asamblea Plenaria en El Cenáculo, en la localidad bonaerense de Pilar, en el que se refirieron a declaraciones del ex dictador Jorge Rafael Videla, que tiempo atrás denunció que el Episcopado asesoró a la Junta Militar por los desaparecidos.
“Algunas afirmaciones recientes, a partir de las declaraciones de Videla, atribuyen a quienes entonces conducían el Episcopado, alguna complicidad con hechos delictivos. Que haya habido una suerte de connivencia es totalmente alejado de la verdad”, señalaron.
La máxima institución del catolicismo en la Argentina admitió que pese a que “han pasado muchos años, siguen surgiendo interrogantes acerca de los hechos ocurridos, y de la responsabilidad que tuvieron personas e instituciones”.
La CEA también afirmó que les “queda la preocupación por completar un estudio demorado pero necesario” sobre lo que sucedió durante la dictadura.
Los integrantes de la Asamblea Plenaria además pidieron “perdón” a quienes se sintieron “defraudados” o “no acompañados” durante esos años.
“No podemos ni queremos eludir la responsabilidad de avanzar en el conocimiento de esa verdad dolorosa y comprometedora para todos”, señalaron, y se mostraron “comprometidos a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, a fin de seguir buscando la verdad”.
“Además, exhortamos a quienes tengan datos sobre el paradero de niños robados, o conozcan lugares de sepultura clandestina, que se reconozcan moralmente obligados a acudir a las autoridades pertinentes”, señaló el documento.
Los obispos, también manifestaron que “es necesario el reconocimiento de cuanto sea deplorable, el arrepentimiento de quienes sean culpables, y la reparación en justicia de los daños causados”.
“Cuando la justicia es demasiado largamente esperada, deja de ser justicia, y agrega dolor y escepticismo. Reiteramos el pedido de perdón a quienes hayamos defraudado o no acompañado como debimos”, concluyó el comunicado.
Víctimas del terrorismo de Estado y organizaciones de derechos humanos denuncian hace varios años la complicidad de integrantes de la Iglesia con la dictadura: hasta el momento, el único miembro que fue sentenciado fue el ex capellán de la policía bonaerense, Christian Von Wernich, aunque la Iglesia nunca lo sancionó.

Read More

Israel

“Sin duda alguna, un día Rusia atacará a Israel, lo dice la Torá”: Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel 1996-1999

Desde el punto de vista profético, Israel es el “reloj” de Dios, el cronómetro que nos dice cuán cerca ó lejos estamos de que concluyan los actuales tiempos de las naciones y de la Iglesia, y comiencen los tiempos mesiánicos del Reino de Cristo.

Precisamente por eso, por los acontecimientos que estamos presenciando, podemos estar seguros de que el mundo está a punto de cambiar abrupta y drásticamente, a partir de circunstancias que afectarán a judíos, cristianos y musulmanes, en primer término, pero también a las demás religiones de la Tierra.

Los judíos esperan la venida del Mesías por primera vez, los cristianos lo esperamos en su segunda venida. Ese grandioso advenimiento estará precedido por una serie de hechos mediante los cuales Dios irá preparando a la humanidad entera. Próximamente, Dios romperá el silencio que ha guardado hasta ahora respecto al pueblo judío, y volverá a actuar directa y portentosamente como lo hizo con prodigios admirables en el pasado.

Toda la historia de Israel está caracterizada por diversos momentos de castigo y silencios divinos, siempre debidos a las infidelidades del pueblo adoptado por Él. Las Escrituras recalcan que las deportaciones y dominaciones (de Egipto, Babilonia, Persia, Grecia, Roma) fueron permitidas por Dios en vista de que los suyos quebrantaban la alianza. De suyo, esa dramática historia de correctivos por parte de Dios es la prueba indirecta de que efectivamente son el pueblo elegido, pues lo son con pesar de eso mismo.

El último de los castigos de Dios sobrevino en el año 70 de nuestra era por haber rechazado a su propio Hijo. El Emperador romano Tito Flavio Vespasiano ordenó la destrucción total de Jerusalén, obligando a los judíos a abandonar la tierra prometida y a emigrar a todo el mundo. Del Templo, como lo predijo el mismo Jesucristo, no quedó “piedra sobre piedra”.

Así, el último de los silencios de Dios respecto de los judíos, el presente, es el que va desde la extraordinaria manifestación divina el día de Pentecostés, hasta el toque de la primer trompeta del Apocalipsis. Se trata del silencio divino más largo de la historia.

Ahora bien, el profeta Ezequiel predijo que, después de la dispersión, los israelitas volverían a reunirse en la tierra prometida: “He aquí que tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a donde se fueron, y los reuniré y los traeré a su tierra” (Ez 37, 21). Esa profecía se cumplió el 14 de mayo de 1948. A partir de entonces comenzaron formalmente los así llamados “últimos tiempos”.

En el Antiguo Testamento, la atención de Dios se centraba en los judíos y su presencia en la tierra prometida bajo la ley que Dios dio a Moisés. En el Nuevo Testamento, Dios guarda silencio respecto a su pueblo y su atención se centra en la Iglesia, ofreciendo la salvación a todos los gentiles.

Cuando el llamado de Dios a formar parte de la Iglesia se haya completado, el tiempo de gracia terminará, Dios removerá a la Iglesia fiel mediante la primera resurrección y el Arrebato de los fieles, y se volverá a concentrar en su plan de salvación sobre los judíos.

Gracias al profeta Ezequiel sabemos de qué manera Dios romperá su silencio, antes de que inicie el periodo de la Gran Tribulación. Él describe una batalla, comúnmente conocida como la “Guerra de Gog y Magog”, en que Dios destruirá portentosamente a una alianza de invasores que atacarán Israel, así como a las naciones de donde vinieron esos ejércitos.

La Guerra de Gog y Magog es un conflicto único en su cronología, en su propósito, en sus características y efectos sobre Israel y sobre el mundo entero.

Ezequiel predijo que, después de reunidos nuevamente en la tierra prometida, al final de los tiempos, los israelitas serán atacados por los enemigos del norte (países árabes) juntamente con Rusia: “He aquí que estoy contra ti, Gog, príncipe soberano de Mésec y Tubal (actual Rusia) (…) te sacaré con todo tu ejército (…) Con ellos están Persia (Irán), Cus (Etiopía) y Fut (Libia), todos ellos armados con escudo y yelmo. Gómer, con todas sus tropas, y la casa de Togarma (Turquía), desde el lejano norte con todas sus tropas y muchos pueblos contigo (...) Después de muchos años invadirás un país salvado de la espada, reunido de muchos pueblos a los montes de Israel (…) En los últimos días atacarás a mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra” (Ez 38, 3-8, 16).

A lo largo de los capítulos 38 y 39, los nombres de Gog y Magog son utilizados en forma conjunta como título que denomina la combinación de un gran adversario de Dios: Gog como un “príncipe”, y Magog como un país ó región. Dos veces utiliza “Magog” para indicar el territorio de donde es originario el líder denominado “Gog”, que en hebreo antiguo significa “encumbrado”. Al mencionar a Gog como proveniente del “lejano norte”, Ezequiel parece estar denotando el nivel máximo de autoridad dentro de una alianza de naciones de lo que hoy son las ex repúblicas soviéticas, territorio del antiguo reino de Anatolia y más allá del Cáucaso.

Esa guerra mundial, en la que varios países se unirán para atacar a Israel concluirá, dice Ezequiel, con una portentosa intervención divina que frustrará la invasión. Meses después tendrá lugar el falso acuerdo de paz firmado por el personaje a quien el profeta Daniel llamó la “cuarta bestia”(denominado por San Juan como el “Anticristo”), el cual dominará el mundo durante siete años: “por otra semana sellará un pacto con muchos” (Dn 9, 27). Jesucristo llamó a ese periodo la “Gran Tribulación” y es la etapa en que la humanidad será purificada y preparada para su Retorno glorioso, acontecimiento que cierra los tiempos de la Iglesia y de las naciones, y da inicio a los nuevos tiempos mesiánicos del Reino de Dios en la Tierra.

La guerra contra Israel descrita por Ezequiel, y que es previa a los siete años de la Gran Tribulación, será abortada por una acción directa de Dios: “Sobre los montes de Israel caerás tú y todas tus tropas, y los pueblos que fueron contigo (…) Y haré notorio mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más dejaré profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, el Santo en Israel” (Ez 39, 4, 7).

El profeta nos dice que los ejércitos que atacarán Israel serán derrotados de forma milagrosa y deslumbrante: mediante un gran terremoto (Ez 30, 19); por tempestad, enormes granizos, fuego y azufre (Ez 38, 22); y por una confusión masiva en la que los agresores comenzarán a matarse entre sí (Ez 38, 21).

Esa intervención divina para proteger a Israel revivirá en los judíos la conciencia de la elección, pero los confundirá al creer que el líder ruso aniquilado era la cuarta bestia de Daniel, y que el promotor de la paz es el Mesías.

Cabe mencionar que la guerra mundial descrita por Ezequiel no es, como erróneamente se piensa a veces, la batalla de Armagedón, la cual será otra campaña militar que se librará hacia el final de la Gran Tribulación, una vez que el Anticristo haya roto el acuerdo de paz y se vuelva contra los mismos judíos. La campaña de Aramagedón es descrita por el apóstol San Juan en el libro del Apocalipsis (Ap 16, 12-16), y es la que propiciará la Parusía, pues Jesús en persona volverá para salvar a Israel de la destrucción que le pretenderá infligir el Anticristo.

Con todo, a la Guerra de Gog y Magog también se le puede llamar “de Armagedón” porque también tendrá lugar en el valle de Armagedón, llanura de Meguido, al norte de Israel, pero claramente difieren una de otra, en el tiempo y en sus características.

Los siete años de la Gran Tribulación, también conocida como la “setenta semana de Daniel” (por ser el período que falta a la profecía de las 70 semanas, de las cuales ya se cumplieron 69 semanas), son dos partes divididas en tres años y medio, de 1260 días exactos cada mitad (Ap 12, 14; 13, 5; Dn 7, 21).

Es a mitad de la semana, es decir, a los tres años y medio de iniciada la Gran Tribulación, cuando el Anticristo romperá el falso acuerdo de paz, proscribirá el sacrificio divino, y desatará la persecución contra todos los que no se sometieron a su gobierno: “a mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación; y en el ala del Templo habrá abominaciones desoladoras hasta el final, cuando la ruina decretada se derrame sobre el desolador” (Dn 9, 27).

Previsiblemente, la Guerra de Gog y Magog será posterior a un ataque previo de Israel contra Siria. Ese embate, que fue profetizado por Isaías, aparentemente refleja una agresión nuclear, ya que la capital siria será completamente destruida: “He aquí que Damasco dejará de ser ciudad; será un montón de ruinas. Cesará el reino de Damasco, y lo que quede de Siria será como la gloria de los hijos de Israel, dice Yahvé de los ejércitos” (Is 17, 1-3; 9). También Jeremías y Amós señalan que Damasco será destruida por el fuego (Jr 49, 23-27; Am 1, 3-5).

Isaías establece una relación entre la devastación del Líbano (Is 10, 23-25; 34) y la total destrucción de Damasco. Ambas naciones son asirias, y el Líbano ha estado esencialmente bajo control de Siria.

La Guerra de Gog y Magog traerá cambios significativos para Israel, para Medio Oriente y para el mundo entero.

Israel atravesará por un proceso de limpiar y enterrar los cadáveres de sus enemigos que durará siete meses (Ez 39, 11-16). Algunos estudiosos sugieren que la mención explícita de Ezequiel de “siete meses” pudiera ser para indicar el tiempo que tardará en iniciar la Gran Tribulación después de la Guerra de Gog y Magog, es decir, del momento en que el Anticristo firmará el falso acuerdo de paz.

Con la intervención divina en la Guerra de Gog y Magog, Israel se despertará espiritualmente a Dios, al Dios de los milagros del Antiguo Testamento. Los judíos se congregarán festivos en Israel mientras las naciones que pretendieron atacarla llorarán sus bajas.

Israel expandirá sus fronteras, readquirirá control total sobre Jerusalén y reconstruirá el Templo.

El fin último del fundamentalismo islámico de borrar a Israel del mapa y dominar el mundo mediante la ley islámica será innegablemente rechazado por Dios.

Las naciones de Medio Oriente y muchas personas reconocerán abiertamente al Dios de Israel.

Erróneamente, el mundo entero proclamará que la guerra ocurrida fue la batalla de Armagedón, que el milenio de bienestar ha comenzado, y que el nuevo líder surgido de las cenizas del conflicto mundial es el Mesías esperado.

Pero en realidad, lo que habrá empezado es el engaño supremo, y la batalla final entre el bien y el mal, entre el ungido de Satanás y el verdadero Mesías, el cual volverá siete años después, al final de ese periodo de tribulación.

Por más violento y corrupto que percibamos al mundo en la situación actual, por más ausente y silencioso que Dios nos parezca respecto a esta situación, la verdad es más que clamorosa. El silencio de Dios durante esta era se puede comparar a la quietud que precede la tempestad. La tempestad será el cumplimiento del período de juicios de Dios conocido en las profecías como “el Día del Señor”.

Dios no permanecerá silencioso por siempre. En palabras de Isaías, “Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar silencioso” (Is 62, 1).

El enfoque de la profecía de Gog y Magog es significativamente la implicación de Dios en primera persona. Él no usará a personas como Moisés ó Aarón contra el faraón egipcio, como tampoco existe referencia aquí a los dos testigos de San Juan (otra razón que lleva a concluir que ésta guerra es previa a la 70 semana de Daniel).

Al inicio de los dos capítulos 38 y 39, Dios declara “He aquí que estoy contra ti, Gog...” Dios mismo en persona se muestra airado contra Gog y su alianza de naciones por estar en su contra. Y Dios mismo es quien lo provoca para salir de Magog y dirigirse contra Israel, haciéndolo caer en la trampa: “Yo te haré dar media vuelta (...) y te haré salir con todo tu ejército” “Yo mismo te traeré contra mi pueblo”.

Algunos autores opinan que la referencia a dar media vuelta y ser traído “con garfios en las quijadas”denotan la referencia a Gog ó Rusia resistiéndose a entrar en la guerra, pero finalmente siendo arrastrada por la coalición de naciones musulmanas.

La apertura del primer sello pudiera tener relación con el Anticristo, ya que su forma de adquirir prestigio internacional es por sus conquistas de guerra.

Read More

Reino de Cristo

A lo largo del Antiguo Testamento, el pueblo elegido vivió en la expectativa del Mesías, el cual habría de venir para restablecer a Israel y fundar su reinado universal en esta tierra.

No entendieron, a pesar de que los profetas lo repitieron una y otra vez, que antes de esa venida gloriosa y reinante habría una venida previa, no en su índole de realeza, sino en su condición humilde y sufriente, y de aparente derrota final en la cruz.

Hoy día, a los cristianos nos pasa exactamente al revés. Aceptamos que Jesús de Nazaret fue el Mesías esperado, pero se nos ha olvidado la promesa de que tiene que volver para regir el orbe con justicia y los pueblos con rectitud, desde una Jerusalén de dominio espiritual universal aceptado por todos los pueblos.

Es cierto que Él reina ya, desde la Eucaristía, en los corazones de los fieles viadores y en los salvos del Cielo, pero se tiene que cumplir la promisión esencial de su reinado sobre las naciones, desde un Israel restaurado convertido a Él hacia el final de la Gran Tribulación, reinado en el que se llevarán a cumplimiento todas las bienaventuranzas.

Ese es el centro de todo el mensaje de la Redención, y es la primera promesa que Dios le hace a María al momento de la Anunciación: “He aquí que darás a luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin (Lc 1, 27).

Para una joven judía de esa época la promesa era perfectamente entendible, no necesitaba interpretación alguna, y sabía exactamente a qué se referían las palabras del ángel.

Es lamentable la falta de conocimiento de estos temas. La teología y la filosofía deberían en este momento estar disertando sobre qué cambios sufrirá la naturaleza humana con la llegada del Milenio, pues es un hecho que no solo Jerusalén y la Iglesia serán restauradas, sino también la persona humana misma, cuasi recobrando así el estado primigenio: “Todos seremos transformados” (I Cor 15, 51).

Esta es la esperanza que nos debe animar continuamente, estamos asistiendo no al fin del mundo, sino a la más grandiosa renovación de la humanidad, estamos en un nuevo adviento esperando el triunfo del bien y el Retorno del Señor de la historia, la gloriosa Parusía de Jesús.

Read More

Parusía

“Parusía” (del griego Parousia) significa manifestación, hacerse presente, y designa la segunda venida de Jesucristo, aparición pública y gloriosa anunciada por Él mismo, quien volverá para realizar tres cosas: 1) derrotar al Anticristo, así como al Falso Profeta y a quienes impusieron un Gobierno Mundial anticristiano durante siete años; 2) juzgar a las naciones y llevar a cabo la primer resurrección y, 3) restaurar la creación y elevar la naturaleza humana en su integridad, transformándola íntima y esencialmente. Con la Parusía, Jesús inaugura el largo período de “mil años” de su Reinado sobre la Tierra, mismo que concluye con su tercera y última manifestación, en el Juicio Final.

El mismo Jesús prometió su Regreso para después de la Gran Tribulación: “Después de la aflicción de aquellos días, verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria”(Mt 24, 29; Mc 13, 26; Lc 21, 27).

Así lo dieron a entender los ángeles a quienes fueron testigos de la Ascensión: “Ese mismo Jesús que habéis visto subir a los cielos, así vendrá, como le habéis visto ascender” (Hch 1, 11).

Así lo transmitió el apóstol San Pablo: “Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que lo esperan para su salvación” (Hb 9, 28).

Y así lo conservó un buen número de padres y escritores eclesiásticos de los primeros cuatro siglos de la Iglesia, sosteniendo, en resumen: que Jesús ha de volver para reinar en esta Tierra por un periodo largo (“mil años” en el género apocalíptico), después de que el misterio de la iniquidad llegue a su exceso durante la Gran Tribulación; que regresará para derrotar al Anticristo y a sus cómplices, y que tendrá lugar la primera resurrección, la de todos los santos, quienes, luego de haber sido encadenado Satanás, reinarán por mil años con Cristo, juntamente con los que fueron arrebatados en la Gran Tribulación y con los que murieron mártires durante ese periodo, ejerciendo así el prometido trono de David desde la Jerusalén restaurada, sobre un mundo totalmente renovado.

Hoy día, la mayoría de los cristianos ha olvidado el dogma esencial de la fe, que es la segunda venida de Cristo en su condición reinante. Lo paradójico es que lo tienen que repetir cada vez que rezan el padrenuestro: “Venga a nosotros tu Reino”.

Contrariamente a los anti-milenaristas, que espiritualizan tanto el reinado de Cristo al punto de confundirlo con el Cielo, y de mezclar la Parusía con el Juicio Final, para los primeros cristianos no era así: ellos habían recibido de los apóstoles y evangelistas que Cristo volverá para reinar en este mundo durante un periodo largo, después de haber derrotado a Satanás, el cual aparentemente triunfará durante la Gran Tribulación. Sólo después del largo reinado de Cristo, entonces sí vendrá el fin del mundo y el Juicio Universal.

La Parusía es el acontecimiento que concluye la Gran Tribulación y da inicio al Milenio.

Read More

Microchip

La explicación más sencilla es que el 666 que atañe al Anticristo sea una gematría. Los hebreos, al igual que los griegos, asignaban un número a los nombres. Y es que Juan señala precisamente que es “el número de su nombre” (y en algunas traducciones “número de hombre”), socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo.

Es como si Juan nos dijera: si todo lo que ya dije va a caracterizar a la persona del Anticristo no les convence, calculen el número de su nombre.

"Y la bestia hará que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia"
(Ap 13:16).

El señalamiento es interesante desde la perspectiva de que habrá un nuevo sistema, pues ello presupone que el anterior sistema se ha colapsado por completo y ya no existe, ha sido sustituido.

Pero esto no es sino uno de tantos engaños del “Impío”. Aquí, se trata de absorber la deuda de las personas, las familias, las empresas y los países, en un nuevo sistema centralizado, donde el impuesto sea global y ya no haya peligro de cargar con efectivo o plásticos –lo cual será bien tomado como forma de evitar robos y asaltos que por supuesto se habrán generalizado.

En varios países se usa ya el microchip implantado bajo la piel como técnica de pago escaneado que va directo a la cuenta bancaria. Pero, además, como técnica de localización satelital así como de identificación, estando conectada a computadoras centralizadas.

Es decir, ya no habrá necesidad de cárceles, el planeta entero será una cárcel (no por algo está siendo muy cuestionado por organismos de derechos humanos). Es decir, falta total de privacidad, de independencia y de propiedad privada.

Pudiera parecer algo conveniente, el problema es que San Juan nos dice que “a mitad de la semana” es decir, a los tres años y medio, el Anticristo reclamará para sí la adoración divina, como retribución por haber solucionado los problemas humanos. Por ello dice el Apóstol claramente que quienes estén marcados con este dispositivos no entraran al Reino y beberán el cáliz de la ira de Dios (Ap 14:10).

El microchip será, por así decirlo, la causa material de millones de martirios por amor a Cristo. Por eso, cuando San Juan contempla el cielo llenarse repentinamente de enorme cantidad de hombres y mujeres vestidos de blanco nos revela:

“Después de estas cosas miré, y he aquí una gran muchedumbre, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero” (Ap 7-9).

Una vez terminado el sellamiento, Juan contempla una incontable multitud que adora a Dios ante su trono, y uno de los ancianos le dice quiénes son:

“Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas ¿quiénes son, y de dónde han venido? Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de la Gran Tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Ap 7:13).

Tratar de escapar del sistema de microchip implicará ser excluido del comercio, de los beneficios gubernamentales, de los sistemas de racionalización masiva de alimentos, del nuevo sistema financiero.

Es probable que en algún momento, gran número de personas querrán quitárselo, lo cual tendría consecuencias funestas, dado que al tratar de arrancarse se libera Litio, sustancia que es altamente tóxica e, incluso, mortal. Esta puede ser la causa de la primera de las siete plagas: “Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen”(Ap 16:2).

En una entrevista que realizó Aaron Russo a Nick Rockefeller, en Junio de 2007, éste último admitió, abierta y descaradamente, que la finalidad última de la elite banquera internacional es reducir numéricamente la población mundial y controlar a quienes sobrevivan mediante el microchip,

Read More