Sueño de Carlos Giménez sobre combates violentos y persecución de cristianos en Venezuela


En 1984, el pastor Carlos Giménez tuvo un sueño en el que se ve visitando a Venezuela en dos momentos distintos: un tiempo de combates violentos en todas las ciudades del país y otro, de persecución a los cristianos.
Yo llegaba a Venezuela por el aeropuerto de Maiquetía, y sellé mi pasaporte. Venía muy contento porque tenía una serie de cruzadas (campañas) para realizar en este País. El día que llegué a Venezuela estalló una tremenda revuelta en todo el País. Comenzaron combates violentos en todas las ciudades de Venezuela. Miles de muertos vi por toda Caracas. El río Guaire lo veía tinto en sangre. Comencé a ver muertos en las azoteas, disparos, las casuchas (ranchos) destruyéndose por el fuego de morteros y el fuego de cohetería.
En el sueño, el Espíritu Santo me ordenó que me fuera de Venezuela, en medio de aquel combate violento; pero con el tiempo (sigue el sueño así), yo volví a Venezuela. Se había acabado la guerra y cuando entré al aeropuerto, yo no me acuerdo todavía, pero venía otro evangelista conmigo y cuando entramos por Maiquetía, al hermano que iba delante de mí, le abrieron su equipaje y vieron una Biblia, entonces el guardia que estaba allí le dijo: “Usted no sabe que esto (la Biblia) está prohibido en Venezuela”, por lo tanto queda usted arrestado, yo me quedé estupefacto, porque el siguiente equipaje que seguía era el mío, y aquel hermano que venía conmigo comenzó a predicarle al guardia y a la vez me hacía señas con los ojos que me quedara callado.
Mientras estaban discutiendo, los demás guardias me dijeron: “usted señor pase rápido”. Entré a este país y cuando llegué a la ciudad, empecé a ver una cantidad de soldados en las calles, apostados en las esquinas. El color de sus uniformes era verde y en su frente, en la gorra, tenían una estrella roja, y yo comencé a inquirir por las iglesias y empecé a preguntar por los cristianos. Fui a algunos templos que yo conozco muy bien y sentía ganas de llorar. Comencé a decir: ¿Dónde está la Iglesia?, ¿Dónde está la Iglesia? Me encontré con una persona y le dije: “¿Dónde están los cristianos?” y aquella persona me dijo: “Amigo, cállese porque lo van a meter preso, aquí no se puede hablar de eso, los cristianos están en la cárcel”.
Y así fui a una cárcel. Recuerdo que era de murallas altas y en el patio habían muchas rejas. Cuando entré, me dieron ganas de llorar, porque vi siervos del Señor que conozco muy bien (no voy a decir sus nombres, porque no creo que sea prudente). Los vi en la cárcel, tras las rejas. Vi una cantidad de hermanos, todos metidos en la cárcel, hacinados, que no cabían en los cuartos. Cuando ellos me vieron, varios comenzaron a hacerme señas para que me quedara callado. Al ver al pueblo del Señor encarcelado, pude sentir su angustia, y con toda mi alma, les dije estas palabras: “‘¡Cristo Vive!”. Y, de repente, de la cárcel se escuchó un estruendoso “¡Amén!”. Hubo un amén poderoso que sacudió los cimientos de la cárcel y, cuando esto sucedió, los guardias comenzaron a preguntar: “¿Quién fue el que dijo Cristo  vive?”.  De pronto, se me acercó un guardia y me dijo: “¿Fuiste tú el que dijo Cristo vive, verdad?. Le dije: “Sí, yo lo dije”. Entonces el hombre comenzó a llorar y me dijo: “Yo también soy cristiano. Vamos a gritar los dos aunque nos pongan presos, ¡Cristo vive!”. Comenzamos a gritar,”¡Cristo vive!” y el pueblo respondía “¡Amén!”. En ese momento, la guardia vino a arrestarnos y allí me desperté. Eran las 3 de la madrugada del día 5 de Enero de 1984.
Fuente: Anzola Orlando (2011): “Realidad Profética de Venezuela 1963 – 1992″.

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Sueño de Carlos Giménez sobre combates violentos y persecución de cristianos en Venezuela


En 1984, el pastor Carlos Giménez tuvo un sueño en el que se ve visitando a Venezuela en dos momentos distintos: un tiempo de combates violentos en todas las ciudades del país y otro, de persecución a los cristianos.
Yo llegaba a Venezuela por el aeropuerto de Maiquetía, y sellé mi pasaporte. Venía muy contento porque tenía una serie de cruzadas (campañas) para realizar en este País. El día que llegué a Venezuela estalló una tremenda revuelta en todo el País. Comenzaron combates violentos en todas las ciudades de Venezuela. Miles de muertos vi por toda Caracas. El río Guaire lo veía tinto en sangre. Comencé a ver muertos en las azoteas, disparos, las casuchas (ranchos) destruyéndose por el fuego de morteros y el fuego de cohetería.
En el sueño, el Espíritu Santo me ordenó que me fuera de Venezuela, en medio de aquel combate violento; pero con el tiempo (sigue el sueño así), yo volví a Venezuela. Se había acabado la guerra y cuando entré al aeropuerto, yo no me acuerdo todavía, pero venía otro evangelista conmigo y cuando entramos por Maiquetía, al hermano que iba delante de mí, le abrieron su equipaje y vieron una Biblia, entonces el guardia que estaba allí le dijo: “Usted no sabe que esto (la Biblia) está prohibido en Venezuela”, por lo tanto queda usted arrestado, yo me quedé estupefacto, porque el siguiente equipaje que seguía era el mío, y aquel hermano que venía conmigo comenzó a predicarle al guardia y a la vez me hacía señas con los ojos que me quedara callado.
Mientras estaban discutiendo, los demás guardias me dijeron: “usted señor pase rápido”. Entré a este país y cuando llegué a la ciudad, empecé a ver una cantidad de soldados en las calles, apostados en las esquinas. El color de sus uniformes era verde y en su frente, en la gorra, tenían una estrella roja, y yo comencé a inquirir por las iglesias y empecé a preguntar por los cristianos. Fui a algunos templos que yo conozco muy bien y sentía ganas de llorar. Comencé a decir: ¿Dónde está la Iglesia?, ¿Dónde está la Iglesia? Me encontré con una persona y le dije: “¿Dónde están los cristianos?” y aquella persona me dijo: “Amigo, cállese porque lo van a meter preso, aquí no se puede hablar de eso, los cristianos están en la cárcel”.
Y así fui a una cárcel. Recuerdo que era de murallas altas y en el patio habían muchas rejas. Cuando entré, me dieron ganas de llorar, porque vi siervos del Señor que conozco muy bien (no voy a decir sus nombres, porque no creo que sea prudente). Los vi en la cárcel, tras las rejas. Vi una cantidad de hermanos, todos metidos en la cárcel, hacinados, que no cabían en los cuartos. Cuando ellos me vieron, varios comenzaron a hacerme señas para que me quedara callado. Al ver al pueblo del Señor encarcelado, pude sentir su angustia, y con toda mi alma, les dije estas palabras: “‘¡Cristo Vive!”. Y, de repente, de la cárcel se escuchó un estruendoso “¡Amén!”. Hubo un amén poderoso que sacudió los cimientos de la cárcel y, cuando esto sucedió, los guardias comenzaron a preguntar: “¿Quién fue el que dijo Cristo  vive?”.  De pronto, se me acercó un guardia y me dijo: “¿Fuiste tú el que dijo Cristo vive, verdad?. Le dije: “Sí, yo lo dije”. Entonces el hombre comenzó a llorar y me dijo: “Yo también soy cristiano. Vamos a gritar los dos aunque nos pongan presos, ¡Cristo vive!”. Comenzamos a gritar,”¡Cristo vive!” y el pueblo respondía “¡Amén!”. En ese momento, la guardia vino a arrestarnos y allí me desperté. Eran las 3 de la madrugada del día 5 de Enero de 1984.
Fuente: Anzola Orlando (2011): “Realidad Profética de Venezuela 1963 – 1992″.


En 1984, el pastor Carlos Giménez tuvo un sueño en el que se ve visitando a Venezuela en dos momentos distintos: un tiempo de combates violentos en todas las ciudades del país y otro, de persecución a los cristianos.
Yo llegaba a Venezuela por el aeropuerto de Maiquetía, y sellé mi pasaporte. Venía muy contento porque tenía una serie de cruzadas (campañas) para realizar en este País. El día que llegué a Venezuela estalló una tremenda revuelta en todo el País. Comenzaron combates violentos en todas las ciudades de Venezuela. Miles de muertos vi por toda Caracas. El río Guaire lo veía tinto en sangre. Comencé a ver muertos en las azoteas, disparos, las casuchas (ranchos) destruyéndose por el fuego de morteros y el fuego de cohetería.
En el sueño, el Espíritu Santo me ordenó que me fuera de Venezuela, en medio de aquel combate violento; pero con el tiempo (sigue el sueño así), yo volví a Venezuela. Se había acabado la guerra y cuando entré al aeropuerto, yo no me acuerdo todavía, pero venía otro evangelista conmigo y cuando entramos por Maiquetía, al hermano que iba delante de mí, le abrieron su equipaje y vieron una Biblia, entonces el guardia que estaba allí le dijo: “Usted no sabe que esto (la Biblia) está prohibido en Venezuela”, por lo tanto queda usted arrestado, yo me quedé estupefacto, porque el siguiente equipaje que seguía era el mío, y aquel hermano que venía conmigo comenzó a predicarle al guardia y a la vez me hacía señas con los ojos que me quedara callado.
Mientras estaban discutiendo, los demás guardias me dijeron: “usted señor pase rápido”. Entré a este país y cuando llegué a la ciudad, empecé a ver una cantidad de soldados en las calles, apostados en las esquinas. El color de sus uniformes era verde y en su frente, en la gorra, tenían una estrella roja, y yo comencé a inquirir por las iglesias y empecé a preguntar por los cristianos. Fui a algunos templos que yo conozco muy bien y sentía ganas de llorar. Comencé a decir: ¿Dónde está la Iglesia?, ¿Dónde está la Iglesia? Me encontré con una persona y le dije: “¿Dónde están los cristianos?” y aquella persona me dijo: “Amigo, cállese porque lo van a meter preso, aquí no se puede hablar de eso, los cristianos están en la cárcel”.
Y así fui a una cárcel. Recuerdo que era de murallas altas y en el patio habían muchas rejas. Cuando entré, me dieron ganas de llorar, porque vi siervos del Señor que conozco muy bien (no voy a decir sus nombres, porque no creo que sea prudente). Los vi en la cárcel, tras las rejas. Vi una cantidad de hermanos, todos metidos en la cárcel, hacinados, que no cabían en los cuartos. Cuando ellos me vieron, varios comenzaron a hacerme señas para que me quedara callado. Al ver al pueblo del Señor encarcelado, pude sentir su angustia, y con toda mi alma, les dije estas palabras: “‘¡Cristo Vive!”. Y, de repente, de la cárcel se escuchó un estruendoso “¡Amén!”. Hubo un amén poderoso que sacudió los cimientos de la cárcel y, cuando esto sucedió, los guardias comenzaron a preguntar: “¿Quién fue el que dijo Cristo  vive?”.  De pronto, se me acercó un guardia y me dijo: “¿Fuiste tú el que dijo Cristo vive, verdad?. Le dije: “Sí, yo lo dije”. Entonces el hombre comenzó a llorar y me dijo: “Yo también soy cristiano. Vamos a gritar los dos aunque nos pongan presos, ¡Cristo vive!”. Comenzamos a gritar,”¡Cristo vive!” y el pueblo respondía “¡Amén!”. En ese momento, la guardia vino a arrestarnos y allí me desperté. Eran las 3 de la madrugada del día 5 de Enero de 1984.
Fuente: Anzola Orlando (2011): “Realidad Profética de Venezuela 1963 – 1992″.

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