Anticristo

La palabra “Anticristo” tiene dos acepciones: “el que combate a Cristo” o bien “el que suplanta a Cristo”. Este último es el sentido usado por San Juan. Al inicio, no se mostrará como un personaje violento, malévolo y cruel, sino como un líder carismático positivo que solucionará los principales problemas de la humanidad (la guerra, el hambre, el colapso financiero) seduciendo a la mayor parte de la humanidad con su ingenio y su aparente bondad.

El Anticristo, quien será tomado por los judíos como el Mesías prometido, celebrará un pacto con varios gobernantes, en favor de Israel, siendo un estratega y un embaucador que someterá a la humanidad, primero con seducción y argucia, y después mediante la fuerza. San Juan dice que, a la mitad de la semana (3 años y medio), reclamará para sí la adoración divina, promoviendo una religión apóstata universal y única, después de lo cual desatará la persecución no sólo contra los cristianos fieles, sino contra todos los que se resistieron a su dominio, incluidos los propios judíos hacia el final.

Acerca de la persona del Anticristo sabemos varios detalles: que recibirá el poder de Satanás (Ap 13, 2); que se hará adorar como Dios (2 Ts 2, 4); que será abatido de muerte y al tercer día se levantará (Ap 13, 12 y 14); que su reinado durará tres años y medio (Ap 13, 5); que será apoyado por un falso profeta que realizará prodigios embaucadores, el cual promoverá la unión de las religiones; que el “número de su nombre” (gematría) es 666, socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo (Ap 13, 15-18).

Según la Tradición, el Anticristo será un judío de la tribu de Dan.

El Anticristo acabará con la guerra brindando a la humanidad su más profundo anhelo, la paz universal, si bien una paz sacrílega y falsa.

Igualmente, solucionará los problemas económicos y sociales, ofreciendo para todos sustento y bienestar, si bien dentro de una igualdad socialista forzada.

Liderará la más grande e impía confederación mundial. Negará, apoyado por su falso profeta, que Jesús es el Salvador (1Jn 2, 22), será recibido en lugar de Cristo por la mayoría de la humanidad (Jn 5, 43), se autodivinizará (2 Ts 2, 4), combatirá a los creyentes y someterá a los pueblos y a las religiones (Dn 7, 23).

Sin embargo, a pesar de que el demonio va a imperar mediante el gobierno de su ungido durante la Gran Tribulación, finalmente será derrotado y limitado su influjo sobre la creación.

Así lo reveló San Juan al hablar del futuro milenio del Reino de Cristo (Ap 20, 1) y así lo expresó el Papa Juan Pablo II poco antes de morir: “El incremento de la violencia y la injusticia en el mundo es obra de un Satanás furioso, al cual no le queda mucho tiempo. Él sabe que no le queda mucho porque la historia está a punto de experimentar un cambio radical en la liberación del mal, por lo cual Él está reaccionando con grande furia” (Audiencia General del 12/01/2005).

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Anticristo

La palabra “Anticristo” tiene dos acepciones: “el que combate a Cristo” o bien “el que suplanta a Cristo”. Este último es el sentido usado por San Juan. Al inicio, no se mostrará como un personaje violento, malévolo y cruel, sino como un líder carismático positivo que solucionará los principales problemas de la humanidad (la guerra, el hambre, el colapso financiero) seduciendo a la mayor parte de la humanidad con su ingenio y su aparente bondad.

El Anticristo, quien será tomado por los judíos como el Mesías prometido, celebrará un pacto con varios gobernantes, en favor de Israel, siendo un estratega y un embaucador que someterá a la humanidad, primero con seducción y argucia, y después mediante la fuerza. San Juan dice que, a la mitad de la semana (3 años y medio), reclamará para sí la adoración divina, promoviendo una religión apóstata universal y única, después de lo cual desatará la persecución no sólo contra los cristianos fieles, sino contra todos los que se resistieron a su dominio, incluidos los propios judíos hacia el final.

Acerca de la persona del Anticristo sabemos varios detalles: que recibirá el poder de Satanás (Ap 13, 2); que se hará adorar como Dios (2 Ts 2, 4); que será abatido de muerte y al tercer día se levantará (Ap 13, 12 y 14); que su reinado durará tres años y medio (Ap 13, 5); que será apoyado por un falso profeta que realizará prodigios embaucadores, el cual promoverá la unión de las religiones; que el “número de su nombre” (gematría) es 666, socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo (Ap 13, 15-18).

Según la Tradición, el Anticristo será un judío de la tribu de Dan.

El Anticristo acabará con la guerra brindando a la humanidad su más profundo anhelo, la paz universal, si bien una paz sacrílega y falsa.

Igualmente, solucionará los problemas económicos y sociales, ofreciendo para todos sustento y bienestar, si bien dentro de una igualdad socialista forzada.

Liderará la más grande e impía confederación mundial. Negará, apoyado por su falso profeta, que Jesús es el Salvador (1Jn 2, 22), será recibido en lugar de Cristo por la mayoría de la humanidad (Jn 5, 43), se autodivinizará (2 Ts 2, 4), combatirá a los creyentes y someterá a los pueblos y a las religiones (Dn 7, 23).

Sin embargo, a pesar de que el demonio va a imperar mediante el gobierno de su ungido durante la Gran Tribulación, finalmente será derrotado y limitado su influjo sobre la creación.

Así lo reveló San Juan al hablar del futuro milenio del Reino de Cristo (Ap 20, 1) y así lo expresó el Papa Juan Pablo II poco antes de morir: “El incremento de la violencia y la injusticia en el mundo es obra de un Satanás furioso, al cual no le queda mucho tiempo. Él sabe que no le queda mucho porque la historia está a punto de experimentar un cambio radical en la liberación del mal, por lo cual Él está reaccionando con grande furia” (Audiencia General del 12/01/2005).

La palabra “Anticristo” tiene dos acepciones: “el que combate a Cristo” o bien “el que suplanta a Cristo”. Este último es el sentido usado por San Juan. Al inicio, no se mostrará como un personaje violento, malévolo y cruel, sino como un líder carismático positivo que solucionará los principales problemas de la humanidad (la guerra, el hambre, el colapso financiero) seduciendo a la mayor parte de la humanidad con su ingenio y su aparente bondad.

El Anticristo, quien será tomado por los judíos como el Mesías prometido, celebrará un pacto con varios gobernantes, en favor de Israel, siendo un estratega y un embaucador que someterá a la humanidad, primero con seducción y argucia, y después mediante la fuerza. San Juan dice que, a la mitad de la semana (3 años y medio), reclamará para sí la adoración divina, promoviendo una religión apóstata universal y única, después de lo cual desatará la persecución no sólo contra los cristianos fieles, sino contra todos los que se resistieron a su dominio, incluidos los propios judíos hacia el final.

Acerca de la persona del Anticristo sabemos varios detalles: que recibirá el poder de Satanás (Ap 13, 2); que se hará adorar como Dios (2 Ts 2, 4); que será abatido de muerte y al tercer día se levantará (Ap 13, 12 y 14); que su reinado durará tres años y medio (Ap 13, 5); que será apoyado por un falso profeta que realizará prodigios embaucadores, el cual promoverá la unión de las religiones; que el “número de su nombre” (gematría) es 666, socializando y controlando a la humanidad mediante un sistema económico biotecnológico implantado en la mano derecha y en la frente, hecho que implica una adhesión a él por lo cual, quien lo reciba, no entrará al Reino de Cristo (Ap 13, 15-18).

Según la Tradición, el Anticristo será un judío de la tribu de Dan.

El Anticristo acabará con la guerra brindando a la humanidad su más profundo anhelo, la paz universal, si bien una paz sacrílega y falsa.

Igualmente, solucionará los problemas económicos y sociales, ofreciendo para todos sustento y bienestar, si bien dentro de una igualdad socialista forzada.

Liderará la más grande e impía confederación mundial. Negará, apoyado por su falso profeta, que Jesús es el Salvador (1Jn 2, 22), será recibido en lugar de Cristo por la mayoría de la humanidad (Jn 5, 43), se autodivinizará (2 Ts 2, 4), combatirá a los creyentes y someterá a los pueblos y a las religiones (Dn 7, 23).

Sin embargo, a pesar de que el demonio va a imperar mediante el gobierno de su ungido durante la Gran Tribulación, finalmente será derrotado y limitado su influjo sobre la creación.

Así lo reveló San Juan al hablar del futuro milenio del Reino de Cristo (Ap 20, 1) y así lo expresó el Papa Juan Pablo II poco antes de morir: “El incremento de la violencia y la injusticia en el mundo es obra de un Satanás furioso, al cual no le queda mucho tiempo. Él sabe que no le queda mucho porque la historia está a punto de experimentar un cambio radical en la liberación del mal, por lo cual Él está reaccionando con grande furia” (Audiencia General del 12/01/2005).

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