Profecías para la iglesia de Venezuela


Así te dice Jehová el Señor, a ti Pueblo de Dios, para que recibas estas Palabras que te entrega hoy… “Sea que escuches o dejes de escuchar, quizás las escuches, quizás te arrepientas y te vuelvas de tus malos caminos, quizás tu duro corazón se conmueva y te vuelvas a Mí para que yo tenga misericordia de ti, porque ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te distraes en tus propias y vanas sabidurías y en tu hipocresía religiosa desvirtúas mi mensaje, tu hablar me es fastidio y tus ritos me son abominación! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que con tu fútil santidad levantas el dedo señalador para sentenciar inicuamente aún al inocente! ¡Ay de ti pueblo de Dios; que con tu falsa adoración levantas en mi Nombre espectáculos para brindarte tributo en mis altares! ¡Ay de ti pueblo de Dios que te revuelcas cual ramera y al levantarte me ofreces sacrificios llenos de inmoralidad! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas de tener la verdad y no andas en ella; que emites juicios en tu religiosidad cual fariseos y miras con desprecio a tus hermanos! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que mezclas lo santo con lo profano! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu liviandad y falta de temor llevas una vida réproba que pone en vergüenza y deshonra mi Nombre y a mi Iglesia, que con tus actos y testimonios inmorales te conviertes en piedra de tropiezo para el que quiere entrar por La Puerta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas cual pavorreal en tu parcela de ser dueño de tu verdad y te empeñas en encuadrarme en tus doctrinas e interpretaciones humanas! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te tomas como tuyo lo que es mío, que insistes en engañar al Espíritu con tu hipocresía religiosa! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que metes tu mano inescrupulosa en el alfolí y tomas mis ofrendas y sacrificios para tus deleites y concupiscencias! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu viveza engañas a mis pastores para vivir cual sanguijuela chupando la sangre de mis ministros! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que has hecho de tus inclinaciones políticas tus dioses! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has hecho dioses de tu avaricia y de tu glotonería financiera! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu equivocada e hipócrita humildad encasillas mis bendiciones y mi prosperidad en la miseria de tu corazón y en la ruina de tu espíritu! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te levantas contra tu hermano, diciendo no es mi hermano comamos sus carnes! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te empeñas en medir la fe en Mí de tu hermano y mi Existencia en su corazón con la vara de tu religiosidad y el nivel de tu doctrina fariseísta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que profanas mis altares con tu iniquidad y tu dedo señalador y con la multitud de tus pecados! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has ido tras la brujería y hechicería, que haces mescolanzas de lo vil y lo profano con lo santo, desviando con tus abominaciones a los pequeñitos de Dios! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que levantas cada vez más altos los cercos de la división de mi Iglesia para confusión tuya y de los que han de ser salvos!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti pastor, que apacientas las ovejas del buen Pastor, recibe estas palabras y vuélvete de tus malos caminos, para que Dios te extienda su misericordia y sea oído tu clamor en el día malo y seas librado de la voracidad del cazador, porque “¡Ay de ti pastor, que te empeñas en mantener ciegas y en la miseria a mis ovejas! ¡Ay de ti pastor, que en tu religiosidad ciegas tu entendimiento negando con tus acciones mi Justicia y vedándole a mi Pueblo las llaves que abren las ventanas de bendición y abundancia de todo bien; provocándoles que en su pobreza y escasez renieguen de Mí! ¡Ay de ti pastor, que has profanado Mi Casa con tus intereses políticos, que te alegras en sentarte en la mesa de los escarnecedores y en sus banquetes presumes de que estoy contigo! ¡Qué falto de entendimiento eres! ¿Quién te dijo que Yo soy un Dios mendigo que me alegro con sus limosnas? ¿No Soy Yo el dueño del oro y de la plata, no Soy Yo el Dios de los tiempos y que pongo reyes y quito reyes? ¿Acaso es difícil para Mí colocar reyes conforme a mi corazón? ¿Acaso no conozco Yo tu corazón y tus pasiones desenfrenadas por el poder que hipócritamente pones mi Nombre al frente para revolcarte cual ramera con tu dios de la política y confundes, hieres y hasta matas a mis ovejas, porque no están de acuerdo contigo? ¡Ay de ti pastor, que desvías a mi pueblo del Camino, del mensaje de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida de mi Hijo y de mi Juicio, hacia veredas amplias de vana prosperidad y riquezas; veredas permisivas y pecaminosas que los conducirán a la muerte! ¡Ay de ti pastor, que te empeñas en entretejer doctrinas de hombres como doctrinas salvadoras, que parcelas en ellas a mis ovejas y corderos encadenándolos y hasta matándolos con tus rígidas y vanas leyes señaladoras de su salvación y de la presencia de mi Espíritu en el corazón de ellos! ¡Ay de ti pastor, que enseñas a mis ovejas a practicar la iniquidad y a odiar a sus hermanos, sólo porque no practican tus doctrinas fatuas de hombres que en verdad esconden la santurronería y fariseísmo que hay en tu corazón! ¡Ay de ti pastor, que no ordenas mi casa, que dejas que el desorden obre en mi alfolí, que tienes en poco manejar con cuidado el tesoro de mi casa y dejas que el impío tome lo que es mío para deleitarse en sus concupiscencias! ¡Ay de ti pastor, que diriges a tus ovejas en las sendas del libertinaje y del desorden y en la falta de temor a mi Palabra! ¡Ay de ti pastor, que escuchas a los profetas que te aúpan y te hablan bien y cierras tus oídos y mantienes con pan de angustia y con agua de aflicción a mis profetas que te hablan Palabra de verdad y que te exhortan para que te vuelvas de tu pecado y dirijas en santidad y en unanimidad a mi Pueblo! ¡Ay de ti pastor, que desechas a mis maestros por escuchar profecías y enseñanzas de espíritus de mentira y manipulación agradables a tu oído! ¡Ay de ti pastor, que en la congregación que he puesto a tu cuidado dejas de lado el impartir la sana doctrina, el conocimiento y la enseñanza de mis mandamientos y preceptos y en tu ceguera encarcelas y matas a mis maestros! ¡Ay de ti pastor, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti maestro, escucha la profundidad en la sencillez de mi mensaje y reconoce ahora tus pecados delante de mí para que tenga misericordia de ti y en el día de la calamidad extienda mi mano para salvarte; porque “¡Ay de ti maestro, que en tu egoísmo y orgullo religioso y teológico cierras tu boca mientras el pueblo perece por falta de conocimiento, que en tu vano saber dejas contaminar la masa mientras dices -Allá ellos, yo no abro más mi boca-! ¡Ay de ti maestro que tomas y enseñas solo una porción de mi Palabra e invalidas en tu opinión y vano conocimiento el resto de esa Palabra, que te empecinas en instruir únicamente con tu mente creada la amplitud eterna e incomprensible de la PALABRA COMPLETA y PEREMNE del CREADOR que no se fracciona y acomoda a teologías y entendimientos humanos, encerrando con tus enseñanzas a mi pueblo en la limitación de tu insubstancial conocimiento! ¡Ay de ti Maestro que te empeñas en catalogar en tus criterios finitos, cambiables y llenos de fallos mis misterios inescrutables y las manifestaciones infinitas del Poder de mi Espíritu! ¡Ay de ti maestro, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Jehová de los Ejércitos: A ti profeta, que has sido llamado para que seas atalaya y para que tu boca suene como trompeta de fuego, escucha ahora su voz y pon afinado tu oído a esta Palabra que te hago saber hoy, para que te apercibas y te vuelvas de tus malos caminos y salves tu vida de tus predadores y de la calamidad repentina; porque “¡Ay de ti profeta, que te dejas usar por el espíritu de la mentira y manipulación y envías a la muerte a mis pastores! ¡Ay de ti profeta que te haces cuernos y haces actos proféticos despampanantes para profetizar sólo lo que los pastores y el pueblo quieren oír! ¡Ay de ti profeta, que hablas en mi nombre y es en tu propio nombre que hablas, que con vanas palabras desvías al justo de su justicia y al impío alientas en su pecado, que distraes y confundes a los pastores en tus propias concupiscencias y encaminas a mi pueblo hacia la apostasía! ¡Ay de ti profeta que hieres con tu espada a mis ovejas y destruyes con tu boca a mis corderos! ¡Ay de ti profeta, que no adviertes del mal a mi Pueblo, que cierras tu boca y callas la Palabra por salvar tu carne! ¡Ay profeta de Dios, que no adviertes al impío que se arrepienta, que cierras tu boca a causa de tu egoísmo y resentimiento esperando que el mal ocurra para ver saciado tu deseos de venganza! ¡Ay de ti profeta, ay de ti!”

A ti evangelista y ministro del altar; así te habla el Señor tu Dios que te llamó de las tinieblas para que anuncies la Luz a los que están en oscuridad; para que escuchando estas Palabras te arrepientas de tus pecados y malos caminos y en el día de la angustia, del terror del perseguidor y de la tormenta oscura, seas librado y la Luz te guié a tu salvación, porque “¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que haces tus agendas en función de la garantía de finanzas, que poco tomas en cuenta a mi Espíritu, que tienes fuera de tu agenda las solicitudes de mis siervos que no te dan certeza de grandes ofrendas y de cubrir tus fastuosos gastos! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que cambiaste el mensaje central Evangelizador y de mi Justicia por la añadidura de la prosperidad! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que mides la efectividad de tu mensaje con la cantidad de ofrendas recogidas! ¡Ay de ti evangelista, ministro del altar, que en tu soberbia crees que eres tu quién mueve las multitudes y en tu delirio te has envanecido, llegando a creer que te deben rendir pleitesía y que miras como a poco a mis ovejas! ¡Ay de ti evangelistas y ministro del altar, que confundes con tu vana palabrería e ilusorios shows la entrada de la Puerta! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que usas mi altar para comer la carne de mis siervos y ministros; y en tu carnicería voraz incitas a mi pueblo a comerla también! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Rey de reyes, a ti apóstol; para que te vuelvas a Él de todo tu corazón y te humilles delante de él para que en su misericordia te perdone tus pecados y sea librada tu vida el día de la calamidad y de la persecución de los esbirros “¡Ay de ti apóstol que has descuidado tus rebaños, que has desviado tu misión de cuidar en las congregaciones que te entregado la sana doctrina y el mensaje del evangelio de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida Cristo y de mi Juicio! ¡Ay de ti apóstol, que maltratas y hieres a tus pastores y no escuchas sus querellas, que los abandonas a su suerte y te dedicas sólo a las congregaciones que te garantizan ofrendas! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores encaminen a mis ovejas por veredas falsas, que no has tenido cuidado de anatemas que se infiltran en las congregaciones que te he entregado! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores se deslumbren con embrujos que los desvían de mi camino! ¡Ay de ti apóstol, que desvías a mis pastores hacia el fariseísmo que estableces como verdad salvadora, doctrinas de hombres y los esclavizas en tus prejuicios religiosos! ¡Ay de ti apóstol, que en tu religiosidad y en tu limitada interpretación de sólo fracciones de mi Entera Palabra impides que mis pastores vean y enseñen a mi Iglesia la amplitud de Mi Justicia, de Mi Bien y de Mi Abundancia sobre ellos y que te empeñas a encasillar en tus doctrinas de hombres la multiforme e infinitas manifestaciones de mi Espíritu, impidiendo el crecimiento de mi pueblo y el mover de mi Espíritu sobre mi Iglesia! ¡Ay de ti apóstol, que siembras en mis pastores doctrinas de hombres como verdades absolutas de salvación, que siembras en el corazón de ellos el rechazo y menosprecio hacia el resto de mis pastores y sus hermanos que no practican tales doctrinas, que provocas con tus doctrinas rígidas y despiadadas la muerte de muchas ovejas y la división de mi pueblo en parcelas! ¡Ay de ti apóstol, ay de ti!”

Ahora Iglesia, pueblo de Dios; así te habla Dios, tu Salvador; que entrega naciones y quita reyes y pone reyes por ti. Escucha esta sus palabras, pues te habla como un Padre que apela a que seas sensible a su voz y entres en las razones de su boca. “¡Oh, Pueblo mío, hijo mío! Por amor a mi mismo, en un último instante, con estas palabras, seré paciente contigo, como un padre amoroso que enseña a su hijo que lo ha colmado con su conducta y aun le detiene el castigo, una vez más, para tratar de persuadirlo con palabras sabias de que se vuelva de su mal camino y así, confrontándole, le hace saber las consecuencias de su rebeldía y de no escuchar su voz, insiste de varias maneras hacerle entender sus razones con la esperanza de que el muchacho lo oiga, se arrepienta y no lo empuje a usar el castigo severo y la vara correctora que quebrante su voluntad rebelde. Quizás entonces, entres en conciencia y mudes tu actitud y te vuelvas y te arrepientas, pues con grande amor te he amado. ¿Quién conoce tu corazón, sino Yo? ¿Quién conoce tu llamado, sino Yo? ¿Quién conoce tus debilidades y flaquezas, sino Yo? ¿Quién conoce tus temores, sino Yo? ¿Quién conoce tu pecado, sino Yo? ¿Quién conoce tus rebeliones, sino Yo? ¿No Soy Yo acaso un solo Pastor? ¿No tengo Yo un solo rebaño? ¿No me conduelo Yo por mis ovejas? ¿No sufro por la perniquebrada y por la herida y maltratada? ¿No pagué con precio de sangre por la que está afuera? ¿Podrás tú decirme a quién he salvado y a quién no? ¿Podrás tú decirme a quien he tomado por mi hijo o hija y a quién no? ¿Podrás tu ver el corazón del hombre sin que te lo revele Yo? ¿Podrás tú decirle a mi Espíritu cómo se debe manifestar y cómo no? ¿Podrás tú con tu vano conocimiento decirme cuáles son los métodos que se deben usar para alcanzar a los que han de ser salvos y cuáles no? ¿Podrás retener el mover de mi Espíritu con tu prudencia vana? ¿Podrás tú invalidar mi Palabra o fraccionarla sin que tengas consecuencias? ¿Tienes tú poder para ordenarme a Mí a quién le debo dar cual o tal don o cual o tal ministerio? ¿Podrás contar y clasificar en una matriz todas las formas infinitas que tiene mi Espíritu para manifestarse? ¿Podrás tú convencerme con tus argumentos, por qué es que tu denominación con tus doctrinas humanas es la perfecta y por qué es que tu forma de servirme, adorarme y presentarte delante de Mí es la correcta? Demuéstrame ahora con tus criterios humanos por qué no debería morar en el templo de los que cantan fuerte y usan todo tipo de sonido para alabarme a Mí; o morar en el templo de los que dejan que sus mujeres se pinten y usen pantalón y dejan que mi amor los mueva a servirme; o morar en el templo de los que danzan y dejan que mi Espíritu se manifieste como Él quiera; o morar en el templo de los que simplemente mantienen a sus mujeres calladas en la congregación mientras encuentran en el silencio la forma de unir su espíritu al Mío; o morar en el templo de los que diezman y ofrendan y cada vez más prueban toda clase de llaves que me hagan abrir ampliamente las ventanas de los cielos para bendecirles y prosperarles; o morar en el templo de aquellos apasionados por la gran comisión que no cesan de buscar y presentarme formas y estrategias, que no concuerdan con tu religiosidad, para alcanzar las almas y consolidarlas, encontrando, con gozo, que el poder de mi Espíritu los respalda y hace que se añadan a mi Iglesia miles de aquellos que han de ser salvos. Dime ahora pueblo mío, dime ahora hijo mío; ¿limitaría Yo mi Justicia y multiforme naturaleza divina de relacionarme con mis hijos sólo por tus paradigmas religiosos? ¿Podrás tú encasillarme en tus teologías toscas? ¿Puedes responderme a estas preguntas con el verdadero amor y la sinceridad genuina que motiva mi Espíritu en tu corazón y dejarme satisfecho y convencido con tu respuesta? ¿No hice Yo que doce hombres con caracteres, valores, fuerzas, condiciones distintas, niveles de fe y sensibilidad para escuchar y atender mi voz se establecieran como tribus y se multiplicara mi pueblo? Y ¿No fui Yo quien escogió doce hombres con diferentes caracteres, fuerzas, conocimientos, valores, condiciones sociales, económicas y políticas y con desiguales niveles de fe y sensibilidades al oír y al poner por obra mi voz para que fuesen mis discípulos y para que del testimonio de ellos se estableciera y multiplicara mi Iglesia? ¿Crees entonces que porque tomé doce tribus y doce apóstoles tuve doce pueblos diferentes y doce iglesias distintas? ¡Claro que no! cada una posesiona un territorio y todas juntas hacen una gran nación, cada uno llega a los perdidos con mi mensaje de una forma y todos juntos cumplen la Gran Comisión! La tribu de Benjamín no le puede de decir a la de Rubén: ¡Quítate de esta tierra, pues tú no eres pueblo de Dios, porque no haces esto o aquello que yo sí hago! O Judá no le puede decir a Efraín: ¡Quítate, sólo yo soy pueblo de Dios! ¿No fui Yo quien rompió el esquema que mis apóstoles habían concebido de cómo y a quiénes debía predicarse mi evangelio? ¿No fui Yo quién confrontó a Pedro para que no llamase inmundo lo que yo santifiqué y para que comiese y participara con confianza de ello? ¿No fui Yo el mismo que también escogió a Pablo y a Pedro, actuando en ellos como quise; uno en el apostolado de la incircuncisión y al otro en el apostolado de la circuncisión? Por eso, pueblo Mío, hijo Mío, no hay nada que justifique tus acciones, pues Yo tengo un solo pueblo, una sola Iglesia, un solo Camino, una sola Verdad y un solo Espíritu que es el único que ha sido enviado a convencer de pecado, de justicia y de Juicio.”

Otra vez, pueblo de Dios; el Dios tuyo que conoce tus pensamientos y escudriña los corazones te habla a ti que te niegas a oír esta voz para que depongas tu actitud y dejes de lado tu soberbia y desobediencia; porque “¡Ay, de ti pueblo de Dios que has decidido ser rebelde a estas palabras! ¡Ay de ti pueblo de Dios que buscarás cualquier excusa para decir que la boca de Jehová no ha hablado! tu duro rostro y tu dedo señalador demuestran cuanto te has envilecido cual fariseo y cuanta hiel y podredumbre hay en tu corazón. Dice Dios “Tu pecado llegó a los cielos y mi balanza te ha hallado falto”.

Por esta razón se enciende el furor de Dios contra su pueblo y se extiende contra él su mano; cierra los ojos para no ver tu aflicción mientras la espada desenvainada comienza con los que en el altar ministran y sin piedad alguna no descansará, ni reposará hasta que haya acabado.

Nuevamente dice Dios: “¡Ay pueblo de Dios! Tu maldad te castigará y tus rebeldías serán las que te condenen, por cuanto has decidido escasear en mi temor y dejar de lado mi Palabra y por cuanto conoces la Verdad y te empeñas en desviarte del Camino, tu castigo será mayor. Te probaré con fuego, fuego que consuma como paja tu soberbia, tus vanas obras y tus doctrinas de hombres. En el día de la destrucción repentina no estaré contigo y tu angustia no será oída. ¡Ay, pueblo de Dios tu maldad te ha alcanzado! No hay donde esconderse, se han vuelto contra ti y corren detrás tuyo con palos y toda clase de armas para comer tus carnes; como quienes cazan liebres son tus perseguidores, los cuales te buscan aun en los escondrijos y te sacan, exhiben y te cuentan como quién se ufana en contar las presas de su caza. Por tu pecado e incredulidad dejaré que la muerte te persiga y te alcance la calamidad. En tu angustia y persecución te haré amar al hermano que desprecias y con tus manos agarradas tan fuertes a las de él, como el que teme ser arrebatado del otro, clamarás a Mí por tu salvación. Te dejaré beber de mi copa y si me negares yo también te negaré. Dejaré que tus angustiadores golpeen tus carnes y tu corazón y que traten de volverte hacia ellos hasta la muerte. Pero Yo me acordaré del justo, me acordaré de aquel que se volvió a Mí, de aquel que quebrantó su corazón y se humilló ante mi presencia y haré que sus perseguidores sean destruidos y devorados ferozmente por las aves de rapiña y las fieras grandes que saltan de los montes y los mares. Entonces bajaré a ellos con el consuelo y el bálsamo para sus heridas y enjugaré su llanto, levantaré su cabeza y le daré a comer banquetes, le ungiré con mi aceite, le daré por herencia la tierra, le haré llover la lluvia temprana y tardía, le daré buena semilla para que siembren, le podré en alto, y el fuego de mi Espíritu estará en ellos; los cinco dedos de la mano edificarán mi iglesia; el hermano con el hermano compartirán banquete con alegría y gozo; se añadirán en multitudes los que han de ser salvos y el avivamiento de esta nación se extenderá hasta los confines de la tierra, porque mi venida esta cerca.

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Profecías para la iglesia de Venezuela


Así te dice Jehová el Señor, a ti Pueblo de Dios, para que recibas estas Palabras que te entrega hoy… “Sea que escuches o dejes de escuchar, quizás las escuches, quizás te arrepientas y te vuelvas de tus malos caminos, quizás tu duro corazón se conmueva y te vuelvas a Mí para que yo tenga misericordia de ti, porque ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te distraes en tus propias y vanas sabidurías y en tu hipocresía religiosa desvirtúas mi mensaje, tu hablar me es fastidio y tus ritos me son abominación! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que con tu fútil santidad levantas el dedo señalador para sentenciar inicuamente aún al inocente! ¡Ay de ti pueblo de Dios; que con tu falsa adoración levantas en mi Nombre espectáculos para brindarte tributo en mis altares! ¡Ay de ti pueblo de Dios que te revuelcas cual ramera y al levantarte me ofreces sacrificios llenos de inmoralidad! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas de tener la verdad y no andas en ella; que emites juicios en tu religiosidad cual fariseos y miras con desprecio a tus hermanos! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que mezclas lo santo con lo profano! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu liviandad y falta de temor llevas una vida réproba que pone en vergüenza y deshonra mi Nombre y a mi Iglesia, que con tus actos y testimonios inmorales te conviertes en piedra de tropiezo para el que quiere entrar por La Puerta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas cual pavorreal en tu parcela de ser dueño de tu verdad y te empeñas en encuadrarme en tus doctrinas e interpretaciones humanas! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te tomas como tuyo lo que es mío, que insistes en engañar al Espíritu con tu hipocresía religiosa! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que metes tu mano inescrupulosa en el alfolí y tomas mis ofrendas y sacrificios para tus deleites y concupiscencias! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu viveza engañas a mis pastores para vivir cual sanguijuela chupando la sangre de mis ministros! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que has hecho de tus inclinaciones políticas tus dioses! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has hecho dioses de tu avaricia y de tu glotonería financiera! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu equivocada e hipócrita humildad encasillas mis bendiciones y mi prosperidad en la miseria de tu corazón y en la ruina de tu espíritu! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te levantas contra tu hermano, diciendo no es mi hermano comamos sus carnes! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te empeñas en medir la fe en Mí de tu hermano y mi Existencia en su corazón con la vara de tu religiosidad y el nivel de tu doctrina fariseísta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que profanas mis altares con tu iniquidad y tu dedo señalador y con la multitud de tus pecados! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has ido tras la brujería y hechicería, que haces mescolanzas de lo vil y lo profano con lo santo, desviando con tus abominaciones a los pequeñitos de Dios! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que levantas cada vez más altos los cercos de la división de mi Iglesia para confusión tuya y de los que han de ser salvos!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti pastor, que apacientas las ovejas del buen Pastor, recibe estas palabras y vuélvete de tus malos caminos, para que Dios te extienda su misericordia y sea oído tu clamor en el día malo y seas librado de la voracidad del cazador, porque “¡Ay de ti pastor, que te empeñas en mantener ciegas y en la miseria a mis ovejas! ¡Ay de ti pastor, que en tu religiosidad ciegas tu entendimiento negando con tus acciones mi Justicia y vedándole a mi Pueblo las llaves que abren las ventanas de bendición y abundancia de todo bien; provocándoles que en su pobreza y escasez renieguen de Mí! ¡Ay de ti pastor, que has profanado Mi Casa con tus intereses políticos, que te alegras en sentarte en la mesa de los escarnecedores y en sus banquetes presumes de que estoy contigo! ¡Qué falto de entendimiento eres! ¿Quién te dijo que Yo soy un Dios mendigo que me alegro con sus limosnas? ¿No Soy Yo el dueño del oro y de la plata, no Soy Yo el Dios de los tiempos y que pongo reyes y quito reyes? ¿Acaso es difícil para Mí colocar reyes conforme a mi corazón? ¿Acaso no conozco Yo tu corazón y tus pasiones desenfrenadas por el poder que hipócritamente pones mi Nombre al frente para revolcarte cual ramera con tu dios de la política y confundes, hieres y hasta matas a mis ovejas, porque no están de acuerdo contigo? ¡Ay de ti pastor, que desvías a mi pueblo del Camino, del mensaje de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida de mi Hijo y de mi Juicio, hacia veredas amplias de vana prosperidad y riquezas; veredas permisivas y pecaminosas que los conducirán a la muerte! ¡Ay de ti pastor, que te empeñas en entretejer doctrinas de hombres como doctrinas salvadoras, que parcelas en ellas a mis ovejas y corderos encadenándolos y hasta matándolos con tus rígidas y vanas leyes señaladoras de su salvación y de la presencia de mi Espíritu en el corazón de ellos! ¡Ay de ti pastor, que enseñas a mis ovejas a practicar la iniquidad y a odiar a sus hermanos, sólo porque no practican tus doctrinas fatuas de hombres que en verdad esconden la santurronería y fariseísmo que hay en tu corazón! ¡Ay de ti pastor, que no ordenas mi casa, que dejas que el desorden obre en mi alfolí, que tienes en poco manejar con cuidado el tesoro de mi casa y dejas que el impío tome lo que es mío para deleitarse en sus concupiscencias! ¡Ay de ti pastor, que diriges a tus ovejas en las sendas del libertinaje y del desorden y en la falta de temor a mi Palabra! ¡Ay de ti pastor, que escuchas a los profetas que te aúpan y te hablan bien y cierras tus oídos y mantienes con pan de angustia y con agua de aflicción a mis profetas que te hablan Palabra de verdad y que te exhortan para que te vuelvas de tu pecado y dirijas en santidad y en unanimidad a mi Pueblo! ¡Ay de ti pastor, que desechas a mis maestros por escuchar profecías y enseñanzas de espíritus de mentira y manipulación agradables a tu oído! ¡Ay de ti pastor, que en la congregación que he puesto a tu cuidado dejas de lado el impartir la sana doctrina, el conocimiento y la enseñanza de mis mandamientos y preceptos y en tu ceguera encarcelas y matas a mis maestros! ¡Ay de ti pastor, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti maestro, escucha la profundidad en la sencillez de mi mensaje y reconoce ahora tus pecados delante de mí para que tenga misericordia de ti y en el día de la calamidad extienda mi mano para salvarte; porque “¡Ay de ti maestro, que en tu egoísmo y orgullo religioso y teológico cierras tu boca mientras el pueblo perece por falta de conocimiento, que en tu vano saber dejas contaminar la masa mientras dices -Allá ellos, yo no abro más mi boca-! ¡Ay de ti maestro que tomas y enseñas solo una porción de mi Palabra e invalidas en tu opinión y vano conocimiento el resto de esa Palabra, que te empecinas en instruir únicamente con tu mente creada la amplitud eterna e incomprensible de la PALABRA COMPLETA y PEREMNE del CREADOR que no se fracciona y acomoda a teologías y entendimientos humanos, encerrando con tus enseñanzas a mi pueblo en la limitación de tu insubstancial conocimiento! ¡Ay de ti Maestro que te empeñas en catalogar en tus criterios finitos, cambiables y llenos de fallos mis misterios inescrutables y las manifestaciones infinitas del Poder de mi Espíritu! ¡Ay de ti maestro, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Jehová de los Ejércitos: A ti profeta, que has sido llamado para que seas atalaya y para que tu boca suene como trompeta de fuego, escucha ahora su voz y pon afinado tu oído a esta Palabra que te hago saber hoy, para que te apercibas y te vuelvas de tus malos caminos y salves tu vida de tus predadores y de la calamidad repentina; porque “¡Ay de ti profeta, que te dejas usar por el espíritu de la mentira y manipulación y envías a la muerte a mis pastores! ¡Ay de ti profeta que te haces cuernos y haces actos proféticos despampanantes para profetizar sólo lo que los pastores y el pueblo quieren oír! ¡Ay de ti profeta, que hablas en mi nombre y es en tu propio nombre que hablas, que con vanas palabras desvías al justo de su justicia y al impío alientas en su pecado, que distraes y confundes a los pastores en tus propias concupiscencias y encaminas a mi pueblo hacia la apostasía! ¡Ay de ti profeta que hieres con tu espada a mis ovejas y destruyes con tu boca a mis corderos! ¡Ay de ti profeta, que no adviertes del mal a mi Pueblo, que cierras tu boca y callas la Palabra por salvar tu carne! ¡Ay profeta de Dios, que no adviertes al impío que se arrepienta, que cierras tu boca a causa de tu egoísmo y resentimiento esperando que el mal ocurra para ver saciado tu deseos de venganza! ¡Ay de ti profeta, ay de ti!”

A ti evangelista y ministro del altar; así te habla el Señor tu Dios que te llamó de las tinieblas para que anuncies la Luz a los que están en oscuridad; para que escuchando estas Palabras te arrepientas de tus pecados y malos caminos y en el día de la angustia, del terror del perseguidor y de la tormenta oscura, seas librado y la Luz te guié a tu salvación, porque “¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que haces tus agendas en función de la garantía de finanzas, que poco tomas en cuenta a mi Espíritu, que tienes fuera de tu agenda las solicitudes de mis siervos que no te dan certeza de grandes ofrendas y de cubrir tus fastuosos gastos! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que cambiaste el mensaje central Evangelizador y de mi Justicia por la añadidura de la prosperidad! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que mides la efectividad de tu mensaje con la cantidad de ofrendas recogidas! ¡Ay de ti evangelista, ministro del altar, que en tu soberbia crees que eres tu quién mueve las multitudes y en tu delirio te has envanecido, llegando a creer que te deben rendir pleitesía y que miras como a poco a mis ovejas! ¡Ay de ti evangelistas y ministro del altar, que confundes con tu vana palabrería e ilusorios shows la entrada de la Puerta! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que usas mi altar para comer la carne de mis siervos y ministros; y en tu carnicería voraz incitas a mi pueblo a comerla también! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Rey de reyes, a ti apóstol; para que te vuelvas a Él de todo tu corazón y te humilles delante de él para que en su misericordia te perdone tus pecados y sea librada tu vida el día de la calamidad y de la persecución de los esbirros “¡Ay de ti apóstol que has descuidado tus rebaños, que has desviado tu misión de cuidar en las congregaciones que te entregado la sana doctrina y el mensaje del evangelio de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida Cristo y de mi Juicio! ¡Ay de ti apóstol, que maltratas y hieres a tus pastores y no escuchas sus querellas, que los abandonas a su suerte y te dedicas sólo a las congregaciones que te garantizan ofrendas! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores encaminen a mis ovejas por veredas falsas, que no has tenido cuidado de anatemas que se infiltran en las congregaciones que te he entregado! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores se deslumbren con embrujos que los desvían de mi camino! ¡Ay de ti apóstol, que desvías a mis pastores hacia el fariseísmo que estableces como verdad salvadora, doctrinas de hombres y los esclavizas en tus prejuicios religiosos! ¡Ay de ti apóstol, que en tu religiosidad y en tu limitada interpretación de sólo fracciones de mi Entera Palabra impides que mis pastores vean y enseñen a mi Iglesia la amplitud de Mi Justicia, de Mi Bien y de Mi Abundancia sobre ellos y que te empeñas a encasillar en tus doctrinas de hombres la multiforme e infinitas manifestaciones de mi Espíritu, impidiendo el crecimiento de mi pueblo y el mover de mi Espíritu sobre mi Iglesia! ¡Ay de ti apóstol, que siembras en mis pastores doctrinas de hombres como verdades absolutas de salvación, que siembras en el corazón de ellos el rechazo y menosprecio hacia el resto de mis pastores y sus hermanos que no practican tales doctrinas, que provocas con tus doctrinas rígidas y despiadadas la muerte de muchas ovejas y la división de mi pueblo en parcelas! ¡Ay de ti apóstol, ay de ti!”

Ahora Iglesia, pueblo de Dios; así te habla Dios, tu Salvador; que entrega naciones y quita reyes y pone reyes por ti. Escucha esta sus palabras, pues te habla como un Padre que apela a que seas sensible a su voz y entres en las razones de su boca. “¡Oh, Pueblo mío, hijo mío! Por amor a mi mismo, en un último instante, con estas palabras, seré paciente contigo, como un padre amoroso que enseña a su hijo que lo ha colmado con su conducta y aun le detiene el castigo, una vez más, para tratar de persuadirlo con palabras sabias de que se vuelva de su mal camino y así, confrontándole, le hace saber las consecuencias de su rebeldía y de no escuchar su voz, insiste de varias maneras hacerle entender sus razones con la esperanza de que el muchacho lo oiga, se arrepienta y no lo empuje a usar el castigo severo y la vara correctora que quebrante su voluntad rebelde. Quizás entonces, entres en conciencia y mudes tu actitud y te vuelvas y te arrepientas, pues con grande amor te he amado. ¿Quién conoce tu corazón, sino Yo? ¿Quién conoce tu llamado, sino Yo? ¿Quién conoce tus debilidades y flaquezas, sino Yo? ¿Quién conoce tus temores, sino Yo? ¿Quién conoce tu pecado, sino Yo? ¿Quién conoce tus rebeliones, sino Yo? ¿No Soy Yo acaso un solo Pastor? ¿No tengo Yo un solo rebaño? ¿No me conduelo Yo por mis ovejas? ¿No sufro por la perniquebrada y por la herida y maltratada? ¿No pagué con precio de sangre por la que está afuera? ¿Podrás tú decirme a quién he salvado y a quién no? ¿Podrás tú decirme a quien he tomado por mi hijo o hija y a quién no? ¿Podrás tu ver el corazón del hombre sin que te lo revele Yo? ¿Podrás tú decirle a mi Espíritu cómo se debe manifestar y cómo no? ¿Podrás tú con tu vano conocimiento decirme cuáles son los métodos que se deben usar para alcanzar a los que han de ser salvos y cuáles no? ¿Podrás retener el mover de mi Espíritu con tu prudencia vana? ¿Podrás tú invalidar mi Palabra o fraccionarla sin que tengas consecuencias? ¿Tienes tú poder para ordenarme a Mí a quién le debo dar cual o tal don o cual o tal ministerio? ¿Podrás contar y clasificar en una matriz todas las formas infinitas que tiene mi Espíritu para manifestarse? ¿Podrás tú convencerme con tus argumentos, por qué es que tu denominación con tus doctrinas humanas es la perfecta y por qué es que tu forma de servirme, adorarme y presentarte delante de Mí es la correcta? Demuéstrame ahora con tus criterios humanos por qué no debería morar en el templo de los que cantan fuerte y usan todo tipo de sonido para alabarme a Mí; o morar en el templo de los que dejan que sus mujeres se pinten y usen pantalón y dejan que mi amor los mueva a servirme; o morar en el templo de los que danzan y dejan que mi Espíritu se manifieste como Él quiera; o morar en el templo de los que simplemente mantienen a sus mujeres calladas en la congregación mientras encuentran en el silencio la forma de unir su espíritu al Mío; o morar en el templo de los que diezman y ofrendan y cada vez más prueban toda clase de llaves que me hagan abrir ampliamente las ventanas de los cielos para bendecirles y prosperarles; o morar en el templo de aquellos apasionados por la gran comisión que no cesan de buscar y presentarme formas y estrategias, que no concuerdan con tu religiosidad, para alcanzar las almas y consolidarlas, encontrando, con gozo, que el poder de mi Espíritu los respalda y hace que se añadan a mi Iglesia miles de aquellos que han de ser salvos. Dime ahora pueblo mío, dime ahora hijo mío; ¿limitaría Yo mi Justicia y multiforme naturaleza divina de relacionarme con mis hijos sólo por tus paradigmas religiosos? ¿Podrás tú encasillarme en tus teologías toscas? ¿Puedes responderme a estas preguntas con el verdadero amor y la sinceridad genuina que motiva mi Espíritu en tu corazón y dejarme satisfecho y convencido con tu respuesta? ¿No hice Yo que doce hombres con caracteres, valores, fuerzas, condiciones distintas, niveles de fe y sensibilidad para escuchar y atender mi voz se establecieran como tribus y se multiplicara mi pueblo? Y ¿No fui Yo quien escogió doce hombres con diferentes caracteres, fuerzas, conocimientos, valores, condiciones sociales, económicas y políticas y con desiguales niveles de fe y sensibilidades al oír y al poner por obra mi voz para que fuesen mis discípulos y para que del testimonio de ellos se estableciera y multiplicara mi Iglesia? ¿Crees entonces que porque tomé doce tribus y doce apóstoles tuve doce pueblos diferentes y doce iglesias distintas? ¡Claro que no! cada una posesiona un territorio y todas juntas hacen una gran nación, cada uno llega a los perdidos con mi mensaje de una forma y todos juntos cumplen la Gran Comisión! La tribu de Benjamín no le puede de decir a la de Rubén: ¡Quítate de esta tierra, pues tú no eres pueblo de Dios, porque no haces esto o aquello que yo sí hago! O Judá no le puede decir a Efraín: ¡Quítate, sólo yo soy pueblo de Dios! ¿No fui Yo quien rompió el esquema que mis apóstoles habían concebido de cómo y a quiénes debía predicarse mi evangelio? ¿No fui Yo quién confrontó a Pedro para que no llamase inmundo lo que yo santifiqué y para que comiese y participara con confianza de ello? ¿No fui Yo el mismo que también escogió a Pablo y a Pedro, actuando en ellos como quise; uno en el apostolado de la incircuncisión y al otro en el apostolado de la circuncisión? Por eso, pueblo Mío, hijo Mío, no hay nada que justifique tus acciones, pues Yo tengo un solo pueblo, una sola Iglesia, un solo Camino, una sola Verdad y un solo Espíritu que es el único que ha sido enviado a convencer de pecado, de justicia y de Juicio.”

Otra vez, pueblo de Dios; el Dios tuyo que conoce tus pensamientos y escudriña los corazones te habla a ti que te niegas a oír esta voz para que depongas tu actitud y dejes de lado tu soberbia y desobediencia; porque “¡Ay, de ti pueblo de Dios que has decidido ser rebelde a estas palabras! ¡Ay de ti pueblo de Dios que buscarás cualquier excusa para decir que la boca de Jehová no ha hablado! tu duro rostro y tu dedo señalador demuestran cuanto te has envilecido cual fariseo y cuanta hiel y podredumbre hay en tu corazón. Dice Dios “Tu pecado llegó a los cielos y mi balanza te ha hallado falto”.

Por esta razón se enciende el furor de Dios contra su pueblo y se extiende contra él su mano; cierra los ojos para no ver tu aflicción mientras la espada desenvainada comienza con los que en el altar ministran y sin piedad alguna no descansará, ni reposará hasta que haya acabado.

Nuevamente dice Dios: “¡Ay pueblo de Dios! Tu maldad te castigará y tus rebeldías serán las que te condenen, por cuanto has decidido escasear en mi temor y dejar de lado mi Palabra y por cuanto conoces la Verdad y te empeñas en desviarte del Camino, tu castigo será mayor. Te probaré con fuego, fuego que consuma como paja tu soberbia, tus vanas obras y tus doctrinas de hombres. En el día de la destrucción repentina no estaré contigo y tu angustia no será oída. ¡Ay, pueblo de Dios tu maldad te ha alcanzado! No hay donde esconderse, se han vuelto contra ti y corren detrás tuyo con palos y toda clase de armas para comer tus carnes; como quienes cazan liebres son tus perseguidores, los cuales te buscan aun en los escondrijos y te sacan, exhiben y te cuentan como quién se ufana en contar las presas de su caza. Por tu pecado e incredulidad dejaré que la muerte te persiga y te alcance la calamidad. En tu angustia y persecución te haré amar al hermano que desprecias y con tus manos agarradas tan fuertes a las de él, como el que teme ser arrebatado del otro, clamarás a Mí por tu salvación. Te dejaré beber de mi copa y si me negares yo también te negaré. Dejaré que tus angustiadores golpeen tus carnes y tu corazón y que traten de volverte hacia ellos hasta la muerte. Pero Yo me acordaré del justo, me acordaré de aquel que se volvió a Mí, de aquel que quebrantó su corazón y se humilló ante mi presencia y haré que sus perseguidores sean destruidos y devorados ferozmente por las aves de rapiña y las fieras grandes que saltan de los montes y los mares. Entonces bajaré a ellos con el consuelo y el bálsamo para sus heridas y enjugaré su llanto, levantaré su cabeza y le daré a comer banquetes, le ungiré con mi aceite, le daré por herencia la tierra, le haré llover la lluvia temprana y tardía, le daré buena semilla para que siembren, le podré en alto, y el fuego de mi Espíritu estará en ellos; los cinco dedos de la mano edificarán mi iglesia; el hermano con el hermano compartirán banquete con alegría y gozo; se añadirán en multitudes los que han de ser salvos y el avivamiento de esta nación se extenderá hasta los confines de la tierra, porque mi venida esta cerca.


Así te dice Jehová el Señor, a ti Pueblo de Dios, para que recibas estas Palabras que te entrega hoy… “Sea que escuches o dejes de escuchar, quizás las escuches, quizás te arrepientas y te vuelvas de tus malos caminos, quizás tu duro corazón se conmueva y te vuelvas a Mí para que yo tenga misericordia de ti, porque ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te distraes en tus propias y vanas sabidurías y en tu hipocresía religiosa desvirtúas mi mensaje, tu hablar me es fastidio y tus ritos me son abominación! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que con tu fútil santidad levantas el dedo señalador para sentenciar inicuamente aún al inocente! ¡Ay de ti pueblo de Dios; que con tu falsa adoración levantas en mi Nombre espectáculos para brindarte tributo en mis altares! ¡Ay de ti pueblo de Dios que te revuelcas cual ramera y al levantarte me ofreces sacrificios llenos de inmoralidad! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas de tener la verdad y no andas en ella; que emites juicios en tu religiosidad cual fariseos y miras con desprecio a tus hermanos! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que mezclas lo santo con lo profano! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu liviandad y falta de temor llevas una vida réproba que pone en vergüenza y deshonra mi Nombre y a mi Iglesia, que con tus actos y testimonios inmorales te conviertes en piedra de tropiezo para el que quiere entrar por La Puerta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te jactas cual pavorreal en tu parcela de ser dueño de tu verdad y te empeñas en encuadrarme en tus doctrinas e interpretaciones humanas! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te tomas como tuyo lo que es mío, que insistes en engañar al Espíritu con tu hipocresía religiosa! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que metes tu mano inescrupulosa en el alfolí y tomas mis ofrendas y sacrificios para tus deleites y concupiscencias! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu viveza engañas a mis pastores para vivir cual sanguijuela chupando la sangre de mis ministros! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que has hecho de tus inclinaciones políticas tus dioses! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has hecho dioses de tu avaricia y de tu glotonería financiera! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que en tu equivocada e hipócrita humildad encasillas mis bendiciones y mi prosperidad en la miseria de tu corazón y en la ruina de tu espíritu! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te levantas contra tu hermano, diciendo no es mi hermano comamos sus carnes! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te empeñas en medir la fe en Mí de tu hermano y mi Existencia en su corazón con la vara de tu religiosidad y el nivel de tu doctrina fariseísta! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que profanas mis altares con tu iniquidad y tu dedo señalador y con la multitud de tus pecados! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que te has ido tras la brujería y hechicería, que haces mescolanzas de lo vil y lo profano con lo santo, desviando con tus abominaciones a los pequeñitos de Dios! ¡Ay de ti pueblo de Dios, que levantas cada vez más altos los cercos de la división de mi Iglesia para confusión tuya y de los que han de ser salvos!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti pastor, que apacientas las ovejas del buen Pastor, recibe estas palabras y vuélvete de tus malos caminos, para que Dios te extienda su misericordia y sea oído tu clamor en el día malo y seas librado de la voracidad del cazador, porque “¡Ay de ti pastor, que te empeñas en mantener ciegas y en la miseria a mis ovejas! ¡Ay de ti pastor, que en tu religiosidad ciegas tu entendimiento negando con tus acciones mi Justicia y vedándole a mi Pueblo las llaves que abren las ventanas de bendición y abundancia de todo bien; provocándoles que en su pobreza y escasez renieguen de Mí! ¡Ay de ti pastor, que has profanado Mi Casa con tus intereses políticos, que te alegras en sentarte en la mesa de los escarnecedores y en sus banquetes presumes de que estoy contigo! ¡Qué falto de entendimiento eres! ¿Quién te dijo que Yo soy un Dios mendigo que me alegro con sus limosnas? ¿No Soy Yo el dueño del oro y de la plata, no Soy Yo el Dios de los tiempos y que pongo reyes y quito reyes? ¿Acaso es difícil para Mí colocar reyes conforme a mi corazón? ¿Acaso no conozco Yo tu corazón y tus pasiones desenfrenadas por el poder que hipócritamente pones mi Nombre al frente para revolcarte cual ramera con tu dios de la política y confundes, hieres y hasta matas a mis ovejas, porque no están de acuerdo contigo? ¡Ay de ti pastor, que desvías a mi pueblo del Camino, del mensaje de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida de mi Hijo y de mi Juicio, hacia veredas amplias de vana prosperidad y riquezas; veredas permisivas y pecaminosas que los conducirán a la muerte! ¡Ay de ti pastor, que te empeñas en entretejer doctrinas de hombres como doctrinas salvadoras, que parcelas en ellas a mis ovejas y corderos encadenándolos y hasta matándolos con tus rígidas y vanas leyes señaladoras de su salvación y de la presencia de mi Espíritu en el corazón de ellos! ¡Ay de ti pastor, que enseñas a mis ovejas a practicar la iniquidad y a odiar a sus hermanos, sólo porque no practican tus doctrinas fatuas de hombres que en verdad esconden la santurronería y fariseísmo que hay en tu corazón! ¡Ay de ti pastor, que no ordenas mi casa, que dejas que el desorden obre en mi alfolí, que tienes en poco manejar con cuidado el tesoro de mi casa y dejas que el impío tome lo que es mío para deleitarse en sus concupiscencias! ¡Ay de ti pastor, que diriges a tus ovejas en las sendas del libertinaje y del desorden y en la falta de temor a mi Palabra! ¡Ay de ti pastor, que escuchas a los profetas que te aúpan y te hablan bien y cierras tus oídos y mantienes con pan de angustia y con agua de aflicción a mis profetas que te hablan Palabra de verdad y que te exhortan para que te vuelvas de tu pecado y dirijas en santidad y en unanimidad a mi Pueblo! ¡Ay de ti pastor, que desechas a mis maestros por escuchar profecías y enseñanzas de espíritus de mentira y manipulación agradables a tu oído! ¡Ay de ti pastor, que en la congregación que he puesto a tu cuidado dejas de lado el impartir la sana doctrina, el conocimiento y la enseñanza de mis mandamientos y preceptos y en tu ceguera encarcelas y matas a mis maestros! ¡Ay de ti pastor, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios: A ti maestro, escucha la profundidad en la sencillez de mi mensaje y reconoce ahora tus pecados delante de mí para que tenga misericordia de ti y en el día de la calamidad extienda mi mano para salvarte; porque “¡Ay de ti maestro, que en tu egoísmo y orgullo religioso y teológico cierras tu boca mientras el pueblo perece por falta de conocimiento, que en tu vano saber dejas contaminar la masa mientras dices -Allá ellos, yo no abro más mi boca-! ¡Ay de ti maestro que tomas y enseñas solo una porción de mi Palabra e invalidas en tu opinión y vano conocimiento el resto de esa Palabra, que te empecinas en instruir únicamente con tu mente creada la amplitud eterna e incomprensible de la PALABRA COMPLETA y PEREMNE del CREADOR que no se fracciona y acomoda a teologías y entendimientos humanos, encerrando con tus enseñanzas a mi pueblo en la limitación de tu insubstancial conocimiento! ¡Ay de ti Maestro que te empeñas en catalogar en tus criterios finitos, cambiables y llenos de fallos mis misterios inescrutables y las manifestaciones infinitas del Poder de mi Espíritu! ¡Ay de ti maestro, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Jehová de los Ejércitos: A ti profeta, que has sido llamado para que seas atalaya y para que tu boca suene como trompeta de fuego, escucha ahora su voz y pon afinado tu oído a esta Palabra que te hago saber hoy, para que te apercibas y te vuelvas de tus malos caminos y salves tu vida de tus predadores y de la calamidad repentina; porque “¡Ay de ti profeta, que te dejas usar por el espíritu de la mentira y manipulación y envías a la muerte a mis pastores! ¡Ay de ti profeta que te haces cuernos y haces actos proféticos despampanantes para profetizar sólo lo que los pastores y el pueblo quieren oír! ¡Ay de ti profeta, que hablas en mi nombre y es en tu propio nombre que hablas, que con vanas palabras desvías al justo de su justicia y al impío alientas en su pecado, que distraes y confundes a los pastores en tus propias concupiscencias y encaminas a mi pueblo hacia la apostasía! ¡Ay de ti profeta que hieres con tu espada a mis ovejas y destruyes con tu boca a mis corderos! ¡Ay de ti profeta, que no adviertes del mal a mi Pueblo, que cierras tu boca y callas la Palabra por salvar tu carne! ¡Ay profeta de Dios, que no adviertes al impío que se arrepienta, que cierras tu boca a causa de tu egoísmo y resentimiento esperando que el mal ocurra para ver saciado tu deseos de venganza! ¡Ay de ti profeta, ay de ti!”

A ti evangelista y ministro del altar; así te habla el Señor tu Dios que te llamó de las tinieblas para que anuncies la Luz a los que están en oscuridad; para que escuchando estas Palabras te arrepientas de tus pecados y malos caminos y en el día de la angustia, del terror del perseguidor y de la tormenta oscura, seas librado y la Luz te guié a tu salvación, porque “¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que haces tus agendas en función de la garantía de finanzas, que poco tomas en cuenta a mi Espíritu, que tienes fuera de tu agenda las solicitudes de mis siervos que no te dan certeza de grandes ofrendas y de cubrir tus fastuosos gastos! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que cambiaste el mensaje central Evangelizador y de mi Justicia por la añadidura de la prosperidad! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar que mides la efectividad de tu mensaje con la cantidad de ofrendas recogidas! ¡Ay de ti evangelista, ministro del altar, que en tu soberbia crees que eres tu quién mueve las multitudes y en tu delirio te has envanecido, llegando a creer que te deben rendir pleitesía y que miras como a poco a mis ovejas! ¡Ay de ti evangelistas y ministro del altar, que confundes con tu vana palabrería e ilusorios shows la entrada de la Puerta! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, que usas mi altar para comer la carne de mis siervos y ministros; y en tu carnicería voraz incitas a mi pueblo a comerla también! ¡Ay de ti evangelista y ministro del altar, ay de ti!”

Así te dice el Señor tu Dios, Rey de reyes, a ti apóstol; para que te vuelvas a Él de todo tu corazón y te humilles delante de él para que en su misericordia te perdone tus pecados y sea librada tu vida el día de la calamidad y de la persecución de los esbirros “¡Ay de ti apóstol que has descuidado tus rebaños, que has desviado tu misión de cuidar en las congregaciones que te entregado la sana doctrina y el mensaje del evangelio de la Cruz, de la Resurrección, de mi Justicia, de la Segunda Venida Cristo y de mi Juicio! ¡Ay de ti apóstol, que maltratas y hieres a tus pastores y no escuchas sus querellas, que los abandonas a su suerte y te dedicas sólo a las congregaciones que te garantizan ofrendas! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores encaminen a mis ovejas por veredas falsas, que no has tenido cuidado de anatemas que se infiltran en las congregaciones que te he entregado! ¡Ay de ti apóstol, que has dejado que tus pastores se deslumbren con embrujos que los desvían de mi camino! ¡Ay de ti apóstol, que desvías a mis pastores hacia el fariseísmo que estableces como verdad salvadora, doctrinas de hombres y los esclavizas en tus prejuicios religiosos! ¡Ay de ti apóstol, que en tu religiosidad y en tu limitada interpretación de sólo fracciones de mi Entera Palabra impides que mis pastores vean y enseñen a mi Iglesia la amplitud de Mi Justicia, de Mi Bien y de Mi Abundancia sobre ellos y que te empeñas a encasillar en tus doctrinas de hombres la multiforme e infinitas manifestaciones de mi Espíritu, impidiendo el crecimiento de mi pueblo y el mover de mi Espíritu sobre mi Iglesia! ¡Ay de ti apóstol, que siembras en mis pastores doctrinas de hombres como verdades absolutas de salvación, que siembras en el corazón de ellos el rechazo y menosprecio hacia el resto de mis pastores y sus hermanos que no practican tales doctrinas, que provocas con tus doctrinas rígidas y despiadadas la muerte de muchas ovejas y la división de mi pueblo en parcelas! ¡Ay de ti apóstol, ay de ti!”

Ahora Iglesia, pueblo de Dios; así te habla Dios, tu Salvador; que entrega naciones y quita reyes y pone reyes por ti. Escucha esta sus palabras, pues te habla como un Padre que apela a que seas sensible a su voz y entres en las razones de su boca. “¡Oh, Pueblo mío, hijo mío! Por amor a mi mismo, en un último instante, con estas palabras, seré paciente contigo, como un padre amoroso que enseña a su hijo que lo ha colmado con su conducta y aun le detiene el castigo, una vez más, para tratar de persuadirlo con palabras sabias de que se vuelva de su mal camino y así, confrontándole, le hace saber las consecuencias de su rebeldía y de no escuchar su voz, insiste de varias maneras hacerle entender sus razones con la esperanza de que el muchacho lo oiga, se arrepienta y no lo empuje a usar el castigo severo y la vara correctora que quebrante su voluntad rebelde. Quizás entonces, entres en conciencia y mudes tu actitud y te vuelvas y te arrepientas, pues con grande amor te he amado. ¿Quién conoce tu corazón, sino Yo? ¿Quién conoce tu llamado, sino Yo? ¿Quién conoce tus debilidades y flaquezas, sino Yo? ¿Quién conoce tus temores, sino Yo? ¿Quién conoce tu pecado, sino Yo? ¿Quién conoce tus rebeliones, sino Yo? ¿No Soy Yo acaso un solo Pastor? ¿No tengo Yo un solo rebaño? ¿No me conduelo Yo por mis ovejas? ¿No sufro por la perniquebrada y por la herida y maltratada? ¿No pagué con precio de sangre por la que está afuera? ¿Podrás tú decirme a quién he salvado y a quién no? ¿Podrás tú decirme a quien he tomado por mi hijo o hija y a quién no? ¿Podrás tu ver el corazón del hombre sin que te lo revele Yo? ¿Podrás tú decirle a mi Espíritu cómo se debe manifestar y cómo no? ¿Podrás tú con tu vano conocimiento decirme cuáles son los métodos que se deben usar para alcanzar a los que han de ser salvos y cuáles no? ¿Podrás retener el mover de mi Espíritu con tu prudencia vana? ¿Podrás tú invalidar mi Palabra o fraccionarla sin que tengas consecuencias? ¿Tienes tú poder para ordenarme a Mí a quién le debo dar cual o tal don o cual o tal ministerio? ¿Podrás contar y clasificar en una matriz todas las formas infinitas que tiene mi Espíritu para manifestarse? ¿Podrás tú convencerme con tus argumentos, por qué es que tu denominación con tus doctrinas humanas es la perfecta y por qué es que tu forma de servirme, adorarme y presentarte delante de Mí es la correcta? Demuéstrame ahora con tus criterios humanos por qué no debería morar en el templo de los que cantan fuerte y usan todo tipo de sonido para alabarme a Mí; o morar en el templo de los que dejan que sus mujeres se pinten y usen pantalón y dejan que mi amor los mueva a servirme; o morar en el templo de los que danzan y dejan que mi Espíritu se manifieste como Él quiera; o morar en el templo de los que simplemente mantienen a sus mujeres calladas en la congregación mientras encuentran en el silencio la forma de unir su espíritu al Mío; o morar en el templo de los que diezman y ofrendan y cada vez más prueban toda clase de llaves que me hagan abrir ampliamente las ventanas de los cielos para bendecirles y prosperarles; o morar en el templo de aquellos apasionados por la gran comisión que no cesan de buscar y presentarme formas y estrategias, que no concuerdan con tu religiosidad, para alcanzar las almas y consolidarlas, encontrando, con gozo, que el poder de mi Espíritu los respalda y hace que se añadan a mi Iglesia miles de aquellos que han de ser salvos. Dime ahora pueblo mío, dime ahora hijo mío; ¿limitaría Yo mi Justicia y multiforme naturaleza divina de relacionarme con mis hijos sólo por tus paradigmas religiosos? ¿Podrás tú encasillarme en tus teologías toscas? ¿Puedes responderme a estas preguntas con el verdadero amor y la sinceridad genuina que motiva mi Espíritu en tu corazón y dejarme satisfecho y convencido con tu respuesta? ¿No hice Yo que doce hombres con caracteres, valores, fuerzas, condiciones distintas, niveles de fe y sensibilidad para escuchar y atender mi voz se establecieran como tribus y se multiplicara mi pueblo? Y ¿No fui Yo quien escogió doce hombres con diferentes caracteres, fuerzas, conocimientos, valores, condiciones sociales, económicas y políticas y con desiguales niveles de fe y sensibilidades al oír y al poner por obra mi voz para que fuesen mis discípulos y para que del testimonio de ellos se estableciera y multiplicara mi Iglesia? ¿Crees entonces que porque tomé doce tribus y doce apóstoles tuve doce pueblos diferentes y doce iglesias distintas? ¡Claro que no! cada una posesiona un territorio y todas juntas hacen una gran nación, cada uno llega a los perdidos con mi mensaje de una forma y todos juntos cumplen la Gran Comisión! La tribu de Benjamín no le puede de decir a la de Rubén: ¡Quítate de esta tierra, pues tú no eres pueblo de Dios, porque no haces esto o aquello que yo sí hago! O Judá no le puede decir a Efraín: ¡Quítate, sólo yo soy pueblo de Dios! ¿No fui Yo quien rompió el esquema que mis apóstoles habían concebido de cómo y a quiénes debía predicarse mi evangelio? ¿No fui Yo quién confrontó a Pedro para que no llamase inmundo lo que yo santifiqué y para que comiese y participara con confianza de ello? ¿No fui Yo el mismo que también escogió a Pablo y a Pedro, actuando en ellos como quise; uno en el apostolado de la incircuncisión y al otro en el apostolado de la circuncisión? Por eso, pueblo Mío, hijo Mío, no hay nada que justifique tus acciones, pues Yo tengo un solo pueblo, una sola Iglesia, un solo Camino, una sola Verdad y un solo Espíritu que es el único que ha sido enviado a convencer de pecado, de justicia y de Juicio.”

Otra vez, pueblo de Dios; el Dios tuyo que conoce tus pensamientos y escudriña los corazones te habla a ti que te niegas a oír esta voz para que depongas tu actitud y dejes de lado tu soberbia y desobediencia; porque “¡Ay, de ti pueblo de Dios que has decidido ser rebelde a estas palabras! ¡Ay de ti pueblo de Dios que buscarás cualquier excusa para decir que la boca de Jehová no ha hablado! tu duro rostro y tu dedo señalador demuestran cuanto te has envilecido cual fariseo y cuanta hiel y podredumbre hay en tu corazón. Dice Dios “Tu pecado llegó a los cielos y mi balanza te ha hallado falto”.

Por esta razón se enciende el furor de Dios contra su pueblo y se extiende contra él su mano; cierra los ojos para no ver tu aflicción mientras la espada desenvainada comienza con los que en el altar ministran y sin piedad alguna no descansará, ni reposará hasta que haya acabado.

Nuevamente dice Dios: “¡Ay pueblo de Dios! Tu maldad te castigará y tus rebeldías serán las que te condenen, por cuanto has decidido escasear en mi temor y dejar de lado mi Palabra y por cuanto conoces la Verdad y te empeñas en desviarte del Camino, tu castigo será mayor. Te probaré con fuego, fuego que consuma como paja tu soberbia, tus vanas obras y tus doctrinas de hombres. En el día de la destrucción repentina no estaré contigo y tu angustia no será oída. ¡Ay, pueblo de Dios tu maldad te ha alcanzado! No hay donde esconderse, se han vuelto contra ti y corren detrás tuyo con palos y toda clase de armas para comer tus carnes; como quienes cazan liebres son tus perseguidores, los cuales te buscan aun en los escondrijos y te sacan, exhiben y te cuentan como quién se ufana en contar las presas de su caza. Por tu pecado e incredulidad dejaré que la muerte te persiga y te alcance la calamidad. En tu angustia y persecución te haré amar al hermano que desprecias y con tus manos agarradas tan fuertes a las de él, como el que teme ser arrebatado del otro, clamarás a Mí por tu salvación. Te dejaré beber de mi copa y si me negares yo también te negaré. Dejaré que tus angustiadores golpeen tus carnes y tu corazón y que traten de volverte hacia ellos hasta la muerte. Pero Yo me acordaré del justo, me acordaré de aquel que se volvió a Mí, de aquel que quebrantó su corazón y se humilló ante mi presencia y haré que sus perseguidores sean destruidos y devorados ferozmente por las aves de rapiña y las fieras grandes que saltan de los montes y los mares. Entonces bajaré a ellos con el consuelo y el bálsamo para sus heridas y enjugaré su llanto, levantaré su cabeza y le daré a comer banquetes, le ungiré con mi aceite, le daré por herencia la tierra, le haré llover la lluvia temprana y tardía, le daré buena semilla para que siembren, le podré en alto, y el fuego de mi Espíritu estará en ellos; los cinco dedos de la mano edificarán mi iglesia; el hermano con el hermano compartirán banquete con alegría y gozo; se añadirán en multitudes los que han de ser salvos y el avivamiento de esta nación se extenderá hasta los confines de la tierra, porque mi venida esta cerca.

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