Los antidepresivos como el Prozac son homosexualizantes porque la serotonina no llega al cerebro y la sexualidad se descontrola

Pues creo que con la noticia que vais a leer a continuación, la ola de homosexualidad que barrió el Planeta a finales del siglo XX y principios del siglo XXI se explica por completo, y tengo que agradecer a un seguidor de esta página que ha superado la homosexualidad, el haberme dado la clave.
Aunque llevaba ya tiempo indicándome que investigara por ahí, Josemiguel me cuenta el viernes que un amigo suyo se ha vuelto bisexual a raíz de haber empezado a consumirProzac. Josemiguel que, dado que superó la homosexualidad, ha visto casos parecidos en gente que estaba tomando antidepresivos, me cuenta que los ISRS son unos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Este neurotransmisor es conocido como la “hormona” de la felicidad porque regula el estado de ánimo, pero también influye en la sexualidad.
¿Cómo actúan estos fármacos para superar la depresión si dice que “inhiben la recaptación de la serotonina”?
Pues lo que hacen es evitar que este químico llegue al cerebro, de manera que su química se distribuye por el cuerpo y eso lo activa, dándole la sensación de tener más “energía”.

Me pongo a buscar por Internet y me encuentro esta web en la que se dice: “Muchos antidepresivos y psicofármacos como el Prozac, u otras drogas como la cocaína o el LSD, inhiben la captación neuronal de la serotonina, por lo que ésta queda libre en nuestro organismo aumentando nuestra sensación de bienestar”.
En otras palabras; como la serotonina no llega al cerebro se redistribuye por todo el cuerpo y genera ese descontrol en la sexualidad ¡pero sin la conciencia de por medio porque no llega al cerebro! En otras palabras: una disrupción del sistema endocrino.
Acto seguido, me acuerdo de la escritora Lucía Echebarría (a la que conocí justo antes de hacerse famosa: otra sincronía) que triunfó con la novela “Amor, curiosidad, prozac y dudas” que describía su propio proceso psicológico para salir de la depresión gracias al Prozac. Al poco tiempo, se declaró bisexual e incluso ganó el Premio Nadal con una novela sobre este mismo tema.
Pocos lo recordaréis, pero la novela de Lucía Echebarría con el prozac como tema central (1997) siguió a un libro similar en Estados Unidos llamado Nación Prozac (1994). Dado que fui testigo directo del fulgurante éxito de Lucía Echebarría (además de jefa de prensa de FNAC, era columnista de una revista en la que trabajaba), me parece claro que ambas novelas formaron parte de la Ingeniería Social para lanzar al gran público este medicamento homosexualizatorio. Y la primera “víctima” fue la propia Lucía que fue, evidentemente, elegida por la élite como emblema de una generación; como digo, lo viví de cerca porque en unas pocas semanas pasó de ser una completa desconocida a convertirse en un icono. No puede ser casual que dos novelas sobre el mismo tema adquirieran tanto protagonismo en dos países como Estados Unidos y España. Fue una Ingeniería perfectamente planificada.
Situémonos en esos finales de los años 90 cuando niños y jóvenes comenzaron a ser medicados a mansalva con estos inhibidores de la serotonina que, como he demostrado, confunden la sexualidad de los seres humanos. ¿Coincide con el fulgurante auge del movimiento gay?
Es evidente que sí, ¿verdad? Es precisamente en esa generación donde la homosexualización fue más feroz.
Un dato más: el movimiento gay vivió su primera brutal expansión en los años 70 con el uso de la heroína y el popper en Nueva York (y en otros lugares del mundo); la segunda en los años 80 y principios de los noventa con la moda de las drogas de diseño, particularmente, el éxtasis; y la tercera, con los “medicamentos antidepresivos inhibidores de la serotonina” a finales de los 90 y al comienzo del siglo XXI. Todas esas drogas afectan a la sexualidad y la descontrolan.
¿Encaja?
Pues sí: estamos ante el mayor programa MK Ultra de la historia. El que trastornó la sexualidad humana. Para ello, obviamente, hacían falta iconos culturales prefabricados que guiaran a los corderitos al abismo de la autodestrucción. Eso fue Lucía Etxebarría, al igual que Lou Reed (Heroine), Eric Clapton (Cocaine), la movida de Manchester, etc, etc, etc.
PD1: Obviamente, no todas las personas que consumen estos fármacos se homosexualizan, pero si a este desarreglo del sistema endocrino se le añaden desengaños amorosos o las dificultades para confiar en el otro sexo, “gracias” a la paranoia prefabricada por el feminismo, el resultado será claro.
PD: SSRI. fluoxetina, duloxetina, paroxetina.

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Los antidepresivos como el Prozac son homosexualizantes porque la serotonina no llega al cerebro y la sexualidad se descontrola

Pues creo que con la noticia que vais a leer a continuación, la ola de homosexualidad que barrió el Planeta a finales del siglo XX y principios del siglo XXI se explica por completo, y tengo que agradecer a un seguidor de esta página que ha superado la homosexualidad, el haberme dado la clave.
Aunque llevaba ya tiempo indicándome que investigara por ahí, Josemiguel me cuenta el viernes que un amigo suyo se ha vuelto bisexual a raíz de haber empezado a consumirProzac. Josemiguel que, dado que superó la homosexualidad, ha visto casos parecidos en gente que estaba tomando antidepresivos, me cuenta que los ISRS son unos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Este neurotransmisor es conocido como la “hormona” de la felicidad porque regula el estado de ánimo, pero también influye en la sexualidad.
¿Cómo actúan estos fármacos para superar la depresión si dice que “inhiben la recaptación de la serotonina”?
Pues lo que hacen es evitar que este químico llegue al cerebro, de manera que su química se distribuye por el cuerpo y eso lo activa, dándole la sensación de tener más “energía”.

Me pongo a buscar por Internet y me encuentro esta web en la que se dice: “Muchos antidepresivos y psicofármacos como el Prozac, u otras drogas como la cocaína o el LSD, inhiben la captación neuronal de la serotonina, por lo que ésta queda libre en nuestro organismo aumentando nuestra sensación de bienestar”.
En otras palabras; como la serotonina no llega al cerebro se redistribuye por todo el cuerpo y genera ese descontrol en la sexualidad ¡pero sin la conciencia de por medio porque no llega al cerebro! En otras palabras: una disrupción del sistema endocrino.
Acto seguido, me acuerdo de la escritora Lucía Echebarría (a la que conocí justo antes de hacerse famosa: otra sincronía) que triunfó con la novela “Amor, curiosidad, prozac y dudas” que describía su propio proceso psicológico para salir de la depresión gracias al Prozac. Al poco tiempo, se declaró bisexual e incluso ganó el Premio Nadal con una novela sobre este mismo tema.
Pocos lo recordaréis, pero la novela de Lucía Echebarría con el prozac como tema central (1997) siguió a un libro similar en Estados Unidos llamado Nación Prozac (1994). Dado que fui testigo directo del fulgurante éxito de Lucía Echebarría (además de jefa de prensa de FNAC, era columnista de una revista en la que trabajaba), me parece claro que ambas novelas formaron parte de la Ingeniería Social para lanzar al gran público este medicamento homosexualizatorio. Y la primera “víctima” fue la propia Lucía que fue, evidentemente, elegida por la élite como emblema de una generación; como digo, lo viví de cerca porque en unas pocas semanas pasó de ser una completa desconocida a convertirse en un icono. No puede ser casual que dos novelas sobre el mismo tema adquirieran tanto protagonismo en dos países como Estados Unidos y España. Fue una Ingeniería perfectamente planificada.
Situémonos en esos finales de los años 90 cuando niños y jóvenes comenzaron a ser medicados a mansalva con estos inhibidores de la serotonina que, como he demostrado, confunden la sexualidad de los seres humanos. ¿Coincide con el fulgurante auge del movimiento gay?
Es evidente que sí, ¿verdad? Es precisamente en esa generación donde la homosexualización fue más feroz.
Un dato más: el movimiento gay vivió su primera brutal expansión en los años 70 con el uso de la heroína y el popper en Nueva York (y en otros lugares del mundo); la segunda en los años 80 y principios de los noventa con la moda de las drogas de diseño, particularmente, el éxtasis; y la tercera, con los “medicamentos antidepresivos inhibidores de la serotonina” a finales de los 90 y al comienzo del siglo XXI. Todas esas drogas afectan a la sexualidad y la descontrolan.
¿Encaja?
Pues sí: estamos ante el mayor programa MK Ultra de la historia. El que trastornó la sexualidad humana. Para ello, obviamente, hacían falta iconos culturales prefabricados que guiaran a los corderitos al abismo de la autodestrucción. Eso fue Lucía Etxebarría, al igual que Lou Reed (Heroine), Eric Clapton (Cocaine), la movida de Manchester, etc, etc, etc.
PD1: Obviamente, no todas las personas que consumen estos fármacos se homosexualizan, pero si a este desarreglo del sistema endocrino se le añaden desengaños amorosos o las dificultades para confiar en el otro sexo, “gracias” a la paranoia prefabricada por el feminismo, el resultado será claro.
PD: SSRI. fluoxetina, duloxetina, paroxetina.

Pues creo que con la noticia que vais a leer a continuación, la ola de homosexualidad que barrió el Planeta a finales del siglo XX y principios del siglo XXI se explica por completo, y tengo que agradecer a un seguidor de esta página que ha superado la homosexualidad, el haberme dado la clave.
Aunque llevaba ya tiempo indicándome que investigara por ahí, Josemiguel me cuenta el viernes que un amigo suyo se ha vuelto bisexual a raíz de haber empezado a consumirProzac. Josemiguel que, dado que superó la homosexualidad, ha visto casos parecidos en gente que estaba tomando antidepresivos, me cuenta que los ISRS son unos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina. Este neurotransmisor es conocido como la “hormona” de la felicidad porque regula el estado de ánimo, pero también influye en la sexualidad.
¿Cómo actúan estos fármacos para superar la depresión si dice que “inhiben la recaptación de la serotonina”?
Pues lo que hacen es evitar que este químico llegue al cerebro, de manera que su química se distribuye por el cuerpo y eso lo activa, dándole la sensación de tener más “energía”.
Me pongo a buscar por Internet y me encuentro esta web en la que se dice: “Muchos antidepresivos y psicofármacos como el Prozac, u otras drogas como la cocaína o el LSD, inhiben la captación neuronal de la serotonina, por lo que ésta queda libre en nuestro organismo aumentando nuestra sensación de bienestar”.
En otras palabras; como la serotonina no llega al cerebro se redistribuye por todo el cuerpo y genera ese descontrol en la sexualidad ¡pero sin la conciencia de por medio porque no llega al cerebro! En otras palabras: una disrupción del sistema endocrino.
Acto seguido, me acuerdo de la escritora Lucía Echebarría (a la que conocí justo antes de hacerse famosa: otra sincronía) que triunfó con la novela “Amor, curiosidad, prozac y dudas” que describía su propio proceso psicológico para salir de la depresión gracias al Prozac. Al poco tiempo, se declaró bisexual e incluso ganó el Premio Nadal con una novela sobre este mismo tema.
Pocos lo recordaréis, pero la novela de Lucía Echebarría con el prozac como tema central (1997) siguió a un libro similar en Estados Unidos llamado Nación Prozac (1994). Dado que fui testigo directo del fulgurante éxito de Lucía Echebarría (además de jefa de prensa de FNAC, era columnista de una revista en la que trabajaba), me parece claro que ambas novelas formaron parte de la Ingeniería Social para lanzar al gran público este medicamento homosexualizatorio. Y la primera “víctima” fue la propia Lucía que fue, evidentemente, elegida por la élite como emblema de una generación; como digo, lo viví de cerca porque en unas pocas semanas pasó de ser una completa desconocida a convertirse en un icono. No puede ser casual que dos novelas sobre el mismo tema adquirieran tanto protagonismo en dos países como Estados Unidos y España. Fue una Ingeniería perfectamente planificada.
Situémonos en esos finales de los años 90 cuando niños y jóvenes comenzaron a ser medicados a mansalva con estos inhibidores de la serotonina que, como he demostrado, confunden la sexualidad de los seres humanos. ¿Coincide con el fulgurante auge del movimiento gay?
Es evidente que sí, ¿verdad? Es precisamente en esa generación donde la homosexualización fue más feroz.
Un dato más: el movimiento gay vivió su primera brutal expansión en los años 70 con el uso de la heroína y el popper en Nueva York (y en otros lugares del mundo); la segunda en los años 80 y principios de los noventa con la moda de las drogas de diseño, particularmente, el éxtasis; y la tercera, con los “medicamentos antidepresivos inhibidores de la serotonina” a finales de los 90 y al comienzo del siglo XXI. Todas esas drogas afectan a la sexualidad y la descontrolan.
¿Encaja?
Pues sí: estamos ante el mayor programa MK Ultra de la historia. El que trastornó la sexualidad humana. Para ello, obviamente, hacían falta iconos culturales prefabricados que guiaran a los corderitos al abismo de la autodestrucción. Eso fue Lucía Etxebarría, al igual que Lou Reed (Heroine), Eric Clapton (Cocaine), la movida de Manchester, etc, etc, etc.
PD1: Obviamente, no todas las personas que consumen estos fármacos se homosexualizan, pero si a este desarreglo del sistema endocrino se le añaden desengaños amorosos o las dificultades para confiar en el otro sexo, “gracias” a la paranoia prefabricada por el feminismo, el resultado será claro.
PD: SSRI. fluoxetina, duloxetina, paroxetina.

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